Baekhyun
El sonido de pitido me sacó de mi profundo sueño.
Parpadeando, traté de aclarar mi visión.
Blanco.
Todo era blanco.
Las paredes, el techo, el uniforme de la mujer inclinada sobre mí, todo blanco. Pero fue el aroma que encontré.
Hospital.
Yo realmente odiaba los hospitales.
—Está despierto, ella dijo con una amplia sonrisa, como si fuera un gran logro parpadear.
Ouch.
Bien, tal vez eso fue un logro.
—Nos tenía preocupado.
¿A quien preocupé? Yo no vi precisamente hordas de gente retorciéndose las manos y llorando por mí.
No era nada como las películas. Éramos solamente dos de nosotros y ella no parecía preocupada. Se veía tranquila y serena. Se alisó las manos sobre las sábanas mientras hablaba conmigo.
Yo resistí la tentación de alejarlas con una palmada. Yo odiaba ser mimado.
—¿Cómo llegué aquí? —tan pronto como las palabras salieron de mi boca sabía que quise devolverlas. Incluso yo sabía que esto era el trabajo de mi novio, Sehun. El tipo que yo había pensado que era el elegido. Estúpido, me había enamorado de su sonrisa sexy y su apariencia de chico malo. Sehun no era un mal muchacho. Era un imbécil con botas gruesas y el ocasional bate de béisbol. Lástima que accidentalmente les había prendido fuego. Era una edición firmada y todo.
Hmm, tal vez eso podría explicar por qué estaba aquí.
La alegre enfermera apretó sus labios con fuerza. Tuve la impresión de que no quería contarme por qué estaba allí o cómo terminé allí, o cualquier cosa que pueda hacerme enloquecer.
—Usted se lesionó. ¿No se acuerda de nada?
Por supuesto
—¿Porqué no me acuerdo?
Busqué en mi mente los detalles del evento que me había llevado de visita al hospital. No tenía ninguna duda que era culpa de Sehun. No era la primera vez que me había enviado allí, pero me prometí que sería la última. Yo no era uno de esos pobres diablos que piensan que si le lamen un poco las botas a su novio, a lo mejor no se ganarían la mierda de él.
Yo ya lo había perdonado una vez, pero ese viejo dicho flotó en mi cabeza. Si me engañas una vez, es tu culpa -si me engañas dos veces, la culpa es mía-. Esta era mi segunda.
Mientras estaba allí con el dolor enfrentando los estragos en todo mi cuerpo, la imagen del hombre perfecto iba a la deriva de mi drogada y empantanada mente.
—Quiero a Chanyeol. —Mi voz era apenas un susurro, pero la enfermera me había oído. Ella se volvió con un brillo curioso en sus hermosos ojos marrones.
—¿Quién es Chanyeol?
—Mi... —Por mi vida, no podía recordar quién era Chanyeol. Yo sólo sabía que era importante. Sehun me debía de haber golpeado contra el suelo más duro de lo que yo recordaba. Fragmentos de imágenes en mi mente de un rubio alto, con ojos dorados y una sonrisa fácil. Sabía que si yo lo llamaba, Chanyeol vendría—. Mi amigo —dije finalmente, porque lo que fuera que él pudiera ser, de alguna manera yo sabía que él era mi amigo. El amor que sentía hacia la imagen en mi mente me llevó a preguntarme si había más de una razón para que Sehun me hubiera golpeado hasta la mierda.
—¿Tiene su número? —preguntó a la enfermera, devolviendo mi atención a ella.
—En mi teléfono móvil.
¿Tenía mi teléfono? Pero de seguro no estaba escondido en la bata blanca que yo llevaba. La prenda deliciosa, cubría mis partes íntimas, pero dejó el resto de parte trasera libre y al viento.
—Está justo aquí —levantando un teléfono plateado de la mesa auxiliar, me preguntó por el apellido de Chanyeol.
—Park. —No podría saber cual era nuestra relación, pero no tuve ningún problema al recordar el nombre de Chanyeol o los adorables hoyuelos en sus mejillas cuando sonreía. Por desgracia, imágenes del hombre desnudo no estaban en mis bancos de memoria. O me había olvidado o nunca había tenido la oportunidad de verlo desnudo. Ambas posibilidades eran casi demasiado tristes para contemplarlas.
Los ojos de la enfermera se desviaron. —¿Quiere decir el Dr. Park?
¿Él era un doctor? No podía recordarlo. Un destello del guapo rubio en un bata de médico saltó en mi memoria.
—Si.
—Oh. No sabía que usted era un amigo del Dr. Park. Lo llamaré y le haré saber que usted está aquí.
—Gracias. —Ella estaba casi saliendo cuando me acordé de preguntarle: —¿Qué hay de malo en mí? —Debería haber sido la primera pregunta de mí boca, pero yo no había tenido idea hasta que me di cuenta de que ella podría llamar a Chanyeol. Los recuerdos regresaban y sabía que, ciertamente, él iba a darle la vuelta al infierno.
Con una sonrisa simpática, me dio una lista detallada de mis lesiones. Me hizo sonar como una muñeca rota y era consciente del dolor en todo mi cuerpo.
Después del horrible recuento, yo no tenía ganas de decir nada más. Cerrando los ojos esquive la mirada de sondeo y volví la cabeza hacia otro lado. Yo podría vivir en la negación hasta que Chanyeol viniera.