Abbys leyends

Algunas respuestas

García, confundido, se detuvo un momento para apreciar al hombre. Era Janade, no cabía duda. Se incorporó con dificultad y retiró sus brazos del árbol, mientras su cuerpo pedía a gritos regresar. La brisa suave y refrescante de las verdes llanuras, de frente a su persona, golpeaba el cuerpo cansado del errante, y su caricia lo invitaba a caer al suave pasto del llano. Ignorando su cuerpo y a la naturaleza, chequeó que en sus piernas volviese a circular sangre. En sus extremidades el dolor aún corría, pero se dispuso a dar un paso al frente. Sabiendo que no lograría llegar hasta él, decidió dar un salto. Encontrándose en el aire, alegre de que sus brazos respondieran a sus suplicas, con los puños levantados y a punto de impactar al hombre de pié delante de él, logró asestar el golpe.

Ambos cayeron al suelo. Uno confundido y el otro con su sangre hirviendo. De manera apresurada, García se levantó y trepó encima del, ahora extraño, individuo. Tras varios golpes en la cabeza y torso de Janade, el exhausto cuerpo de García cedió. Una vez en el suelo, pudo apreciar la hermosa linea que formaba el bosque frente a la verde llanura. los parpados del fatigado hombre caían mientras apreciaban el glorioso ocaso.

Despertó atado, metros y metros de cuerda cubrían su cuerpo. Podía sentir múltiples nudos a lo largo y ancho de su delgado cuerpo, como si hubiesen pensado que “muchos” no hubiesen sido suficientes (probablemente “demasiados” no lo hubiesen sido). El fuego llamó la atención de garcía, estaba demasiado cerca pero solo lo necesario para calentarlo. El brillo de la luna cubría la llanura de un azul precioso, como los ojos de su hija, pero ahora anunciaban la llegada de un monstruo del pasado. Bañado en la luz del satélite, la cabellera marrón del desgraciado advertía que cargaba algo grande y pesado.

Haciéndose el dormido, esperó la oportunidad perfecta. Oyó a Janade llegar y dejar su “paquete” en el suelo. Cuando se acercó lo suficiente a García suspiró y dijo -sé que estás despierto- pero era terco, no cedería en su farsa, incluso fue picado varias veces con una ramita en la cara. Una vez se rindió en despertarlo, se incorporó, demasiado cerca de la cabeza de García. Fue mordido en la pantorrilla y derribado, de no haber pateado hacia atrás con su otro pié hubiese perdido una importante pieza de su carne.

-ahora estamos en igualdad de condiciones- dijo García, orgulloso de su trabajo -como siempre, eres un idiota ¿que parte de “esto” te parece justo?- gritó Janade mientras señalaba la pierna ensangrentada. Una vez esterilizada la herida, Janade se dispuso a buscar entre sus cosas su material de sutura (era profunda). Buscaba de manera metódica y selectiva sus herramientas indispensables dentro de una gran mochila, mientras veía la mirada de odio en la cara de García -¿que te sucede?- dijo Janade enojado e indignado -tu fuiste el que mató a Misha- respondió.

Confundido y furioso, miró al apresado de reojo -no sabes lo que estás diciendo- exclamó entre dientes mientras continuaba buscando -la mataste la noche antes de marcharme con Leonora- la búsqueda se detuvo -la perra de Leonora se marchó contigo cuando comencé a sospechar de ella. El por qué te fuiste con “esa” fue lo que jamás entendimos en la organización… cuando ella llegó todo se fue al diablo. Todo se perdió… y le bastó con una semana-.

Aterrado por lo que acababa de oír, los balbuceantes labios de garcía no pudieron articular la pregunta: ¿que le sucedió a la organización?. Con voz calmada y mirada perdida, Janade articuló las palabras que hicieron dar escalofríos a García: “eres todo lo que queda”. Ambos fueron sorprendidos con las lagrimas del otro, en el momento en que sus miradas se cruzaron. El vago recuerdo del rostro de un Janade destrozado y gimoteante regresaba a la memoria de García. Al menos algo, después de tanto tiempo, le quedaba en claro al errante, Janade no mentía, así que escucharía lo que tuviera que decir.

-te daré lo que quieras a cambio de la información que necesito- dijo Janade mientras secaba las lagrimas de sus ojos. García calló y aguardó para analizar la situación, se hizo la pregunta en su cabeza una y otra vez (¿que quiero?). Una vez resuelta la demanda esperó por que Janade terminara de buscar en su gran mochila. Aguardó varios minutos mientras sentía el calor de la fogata, el olor era el del pino, con esos toques dulces y ácidos que solo las hojas de pino podían dar. Lo pensó durante algunos minutos más, intentando comprender lo que acababa de sentir -… estúpido, ¡lo echaste con todo y hojas!- gritó García. Sorprendido, Janade lanzó una mirada de asombro, frunciendo el ceño, levantando una ceja y abriendo grande sus anormales ojos (que eran casi en su totalidad negros… y bastante saltones).

El silencio reclamó la noche durante varios segundos. La mirada de los dos hombres se perdió en la infinita obscuridad, luego, como poseídos, regresaron sus almas al cuerpo. Janade seguía sin mirarlo, había encontrado lo que buscaba, ahora se disponía a comenzar la sutura -quiero que me cuentes todo- dijo García con voz exigente y prosiguió -desde el principio hasta hoy-. El investigador inhaló y exhaló profundamente, preparándose para comenzar, pero antes dio la advertencia -jamás volveré a repetir nada de lo que vas a escuchar, esto muere conmigo, y si te vas de boca también contigo-. García, con gran interés se sentó a escucharlo, aún con ataduras en su cuerpo (algo incomodo). Y así Janade comenzó a narrar sus desventuras:

“ya te he contado esta historia, pero lo haré otra vez si es necesario. Yo también perdí la memoria una vez, y por ello te entiendo. Desperté sobre dura piedra, rasposa y caliente en mis mejillas y pecho. Asustado y aturdido me levanté con dificultad. El sol de la tarde me apuñalaba los ojos… y el olor del humo me quemaba los pulmones y hacía arder mi nariz. Rápidamente pude notar que había una cueva frente a mí, me introduje en ella sin pensarlo. Una vez mis ojos descansaron pude ver nuevamente, pero aún con dificultad. En ese momento pude sentir que bajo mis pies algo caliente avanzaba, los cubría lentamente mientras yo aún refregaba mis ojos con mis puños...”




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.