Los sacerdotes del templo cuidaban con celo un libro de aproximadamente 200 hojas. No tenía cubierta y su escritura antigua sobresalía de entre sus descripciones y dibujos. Para las generaciones de los Reyes de Valtoria el libro era la reliquia que presidía sus ceremonias religiosas y políticas aunque
el pueblo tenía una idea más esotérica sobre este. Se murmuraba que debido a su escritura el esfuerzo requerido era sobrehumano para desentrañar el significado de sus palabras. Pero se tenía la seguridad, que una vez entendidas estas no tardaban en cumplirse. No se conocía la fecha exacta de cuando pudo haberse escrito. La autoría se le adjudicaba a un hechicero anónimo de la tercera dinastía de Valtoria, en el 450 d.C. Se cree que un consejero del palacio había tenido el don de comunicarse con los muertos al ingresar con el Rey de las profundidades, Plutón, al descanso del más allá.
Cada Rey que sucedía el trono, con curiosidad, escuchaba las hojas dedicadas a su administración y era una costumbre leerlas durante su coronación. Cuando el Rey Vorgath se sentó en el trono le trajeron el mentado libro para interpretárselo. Las páginas destinadas para su reinado eran las más deterioradas, por lo que, algunas palabras o frases habían sido borradas por el tiempo y complicaban su discernimiento. Sin embargo, la poca información que lograron los sabios descifrar escandalizó a sus acompañantes. Si bien, se pronóstico que las buenas cosechas y la adjudicación de un territorio en disputa con el reino de Galvornia extenderían su fama, luego se anunciaba un pueblo cansado y revueltas. Asimismo, el Rey tendría dos hijas, siendo la primera, la que subiría al trono aunque con un futuro nada prometedor. El fragmento, respecto a esto, no lo recuerdo con exactitud, pero si recuerdo el gran asombro de los que escucharon. Las palabras guardaban sombras y melancolías para esos años venideros haciendo que todos se sintieran perdidos y olvidados. Se hablaba también de un mortal enemigo que atentaría contra el palacio.
Los adivinos ante tales revelamientos declararon que no había forma de predecir algo con certeza, más creyeron que yo sufriría las consecuencias de la mano malvada del enemigo antes de subir al trono. Por su parte, los consejeros, firmemente, dijeron que contraería matrimonio con la persona que arruinaría el reino y que por lo tanto, acabaría convirtiéndome en su enemigo. Estos motivos incitaron a que mi padre buscara con cuidado el próximo Rey. Así, terminó arreglando mi matrimonio con el duque Boris, que de hecho era un lejano pariente suyo y que era conocido por su lealtad al Rey, pero para mí solo era un hombre engreído y egoísta. En él no
brillaban las virtudes que siempre se las dieron para que sea digno de mí.
☆ ☆ ☆
Abrí la carta conmocionada al ver la firma de su nombre. ¿Cómo era posible? El ruido del papel doblado a la luz, de los arreboles, del atardecer encrispaba mis nervios.
“Fue una decisión difícil y romperé mi promesa. Es imposible esperar más. Tu padre tiene cautiva a mi hermana y ella no debe sufrir ultrajes por acciones que nunca hizo. Lo siento. Atacaré el castillo. Es inesperado. Te escribo para que puedas ponerte a salvo antes de que llegue”.
Desde su huída, tan solo habían pasado dos meses. Su modo de ver y hacer las cosas me trastornaba. Mi padre lo buscaba, con furor, por las inmediaciones del castillo. Lo quería vivo. Mientras Vorgath deseaba hacer rodar su cabeza por las calles del pueblo, en cambio, él había decidido venir hacia el Rey para liberar a su hermana. Me prometió que no volvería a pisar el reino hasta que fuera su soberana y mintió. Consideré que si él me alertaba de su decisión debía ser porque confiaba en mi silencio. Vacilé. Enseguida, tomé su arremetida como una traición. Después, pensé en su hermana. Una joven de mediana estatura y de cabellos oscuros que por su lazo de consanguinidad sería asesinada tras el juicio. Iban a matarla por solamente ser su hermana. No era justo. Ella no había participado en las revueltas que habían armado “Los radicales”, ni siquiera compartía sus ideales.
Luego, pensé en Jungkook. En su fama de criminal peligroso, como todos afirmaban. Yo sentía que no era así y eso era perceptible al entablar una conversación con él. Su forma de expresarse delataba muchas horas dedicadas a los libros, además, era cortés y empático con la gente.
—Pero la felicidad es una cuestión filosófica, algunos creen que ni siquiera es universal… —dije—. Olvídalo —agregué después, pensando que no entendería.
—¿Aristóteles o Epicuro? —preguntó con una sonrisa.
Eso me era suficiente. Sabía que era inocente de los delitos atroces que se le atribuían. Un criminal no gastaría su tiempo leyendo filosofía cuando debería adiestrarse en su labor y tampoco tendría ideales nobles como eliminar la crueldad y la injusticia ejercida en la gente. Durante su encierro en el castillo sufrió mucho y entendía que no soportaba el hecho de que su hermana pasara por eso. Ella era menor a él y había sido llevada a prisión por su supuesta participación en la planeación de robos y asesinatos con los "Los radicales" en los almacenes más prestigiosos de la capital de Valtoria. Hace algún tiempo, me había comentado que tenía una hermana pero nunca fue a mayores detalles, la verdad, parecía que ella no estaba de acuerdo con lo que hacía.
Cuando Jungkook llegó, ya era avanzada la noche y nadie lo supo. No lo notaron ni los guardias reales, ni los sirvientes que a esa hora se recogían a sus camas. La señal inminente del invasor consumía rojiza el cerco de pinos, que separaba la fortaleza del jardín, en medio de la tranquilidad oscura de la noche. Más tarde, a lo lejos, también comenzaron a arder los graneros que contorneaban la gran prisión. Mi ventana mostraba con fidelidad el escenario de llamas juguetonas y malignas que carbonizaban todo a su paso. La gente corría por todos lados buscando agua mientras el fuego crecía y arrancaba con sus grandes llamaradas el color verde opaco de los árboles para trocarlos en gris. Cenizas eran esparcidas por la brisa y rozaban el ambiente tibio de mi habitación.
Editado: 22.12.2024