Abril lo cambió todo

5. Fantasía hecha realidad

Contengo la respiración. No solo un momento… quédate conmigo todo el tiempo que quieras.

Asiento con esfuerzo y lo sigo fuera del aula. Caminamos por el pasillo hasta una ventana despejada. Alia se queda esperando cerca de la puerta.

Me quedo en silencio, mirándolo abiertamente por primera vez en todo este tiempo. ¿Para qué contenerme ahora? Él mismo me llamó. ¿Pero para qué? Todavía estoy en un ligero estado de shock por todo esto.

—¿Te gustaría salir esta noche? —inclina ligeramente la cabeza y esboza una sonrisa seductora.

—¿Qué? —Estoy tan aturdida que no proceso sus palabras. ¿Me está invitando a una cita?

Veo un destello de confusión en su mirada.

—Bueno… si no tienes problema. Tú y yo. A algún sitio, solos —dice con menos seguridad esta vez.

—No hay problema —respondo demasiado rápido, sonriendo.

Él también sonríe.

—Justo lo que pensaba —por alguna razón, su comentario no me gusta, pero desecho el pensamiento. ¡Es Antón! Me está invitando a salir.

—Paso por ti a las ocho.

Y vuelve a sonreír con su gesto seductor. Siento que es su movimiento estándar con las chicas. Pero no me quejo. Ayer ni siquiera tenía esta oportunidad.

Asiento y le doy mi dirección.

Antes de irse, me lanza una última mirada entrecerrada, con esa pereza característica.

—Nos vemos en la noche, Ulyana.

Lo sigo con la mirada sin parpadear. Antón acaba de invitarme a salir. ¡Aaaah!

Mis ojos se cruzan con los de Alia, que sigue apoyada contra la pared del pasillo y me observa con desaprobación.

Casi corro hacia ella.

—¡No vas a creerlo!

—¿Qué quería de ti ese pavo real?

Ignoro, una vez más, el apodo poco halagador para Antón.

—Me invitó a una cita.

—Qué espanto.

—Gracias. Yo también estoy emocionada.

—No te enojes. Me alegro por ti, en serio. Pero ya sabes lo que pienso de él. Por cierto, ¿cómo es que te acompañó a casa el chico más interesante de la universidad y yo me entero por otros?

—¿Qué? ¿Quién? ¿Cuándo? —De verdad no entiendo de qué está hablando.

—¿Vas en serio, Makarova? Escuché con mis propios oídos a Matetski decir que te acompañó a casa. ¿Fue cuando quedaron atrapados en el aula?

Asiento automáticamente y la miro con atención.

—Ah, Matetski —me encojo de hombros, sin entender su punto—. Espera, ¿cómo lo llamaste?

—Por cierto, después de clase tienes que ir a ver a Señor Novak con él, ¿lo recuerdas? —me ignora Alia.

—¡Ah, cierto! —recuerdo de golpe.

Nos giramos y nos apresuramos hacia el seminario de historia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.