Abril lo cambió todo

6. Castigo

Termina la quinta clase y me dirijo al despacho del señor Novak.

Debajo del despacho, apoyado contra la pared con un hombro y las piernas rectas y cruzadas, está Dimitri. Parece relajado. Me examina en silencio de pies a cabeza y juguetea con la correa de su mochila. Me acerco a la puerta y tiro del pomo. Está cerrada.

Escucho una risa baja y contenida a mi lado. Me giro y lo miro fijamente.

—¿En serio? ¿De verdad crees que estaría aquí parado si estuviera abierta? —dice con una sonrisa ladeada.

—Esto es por tu culpa —le espeto con enojo.

—¿El qué? —su expresión es impasible.

—Si te hubieras movido un poco, no estaríamos aquí después de clase. Y ni siquiera sabemos qué se le va a ocurrir a él.

Me observa en silencio y yo lo miro de vuelta.
¿Cómo era que decía Alia? ¿El más interesante de la universidad?

De repente, noto un lunar sobre su labio superior. Mis ojos siguen el contorno afilado de sus pómulos, bajan por su cuello fuerte y terminan en sus labios bien formados. Sí, definitivamente es atractivo. ¿Cómo no me había fijado en él antes?

—¿Ya me examinaste bien? —oigo un tono burlón sobre mi cabeza. Y es que Dimitri es más alto que yo por una cabeza, por lo menos. Levanto la vista y me hundo en sus sonrientes ojos azules.

—Si hubiera algo interesante que ver... —murmuro, me doy la vuelta y me acerco a la ventana.

Nos quedamos en silencio, esperando. Afuera, los estudiantes salen corriendo de la universidad. Miro el reloj. ¿Dónde está? Ya casi son las cuatro. Anton dijo que pasaría por mí a las ocho. Tengo un montón de cosas que hacer y el profesor sigue sin aparecer.

—¿Tienes prisa? —pregunta Dimitri de repente. Me giro y lo encuentro mirándome con una sonrisa torcida.

—Sí. Tengo una cita esta noche —veo cómo su sonrisa desaparece lentamente.

—Con Anton —añado, sin saber muy bien por qué, mirándolo directamente a los ojos.

No dice nada. Solo alza una ceja, aprieta los labios y baja la mirada al suelo.

El profesor finalmente llega. Abre la puerta con llave, invitándonos a su despacho. Entramos.

—Bueno, Makarova, Matetski —me chirrían los oídos al escuchar nuestros apellidos juntos en la misma frase por segunda vez en el día, pero no hay más remedio —. Ya saben las normas en mis clases.

Espero en silencio. Dimitri frunce el ceño y mira por la ventana con las manos en los bolsillos, algo encorvado.

—Para que yo les permita presentarse al examen al final del semestre, tendrán que preparar un trabajo de curso en pareja, —en cuanto escucho esa palabra, mis cejas se alzan—. Pueden elegir el tema de esta lista. —Saca una hoja de su carpeta y la deja sobre la mesa—. Les doy dos meses para prepararlo.

—¿Puedo hacerlo sola? Yo me encargo, lo prometo—le pido.

Con el rabillo del ojo, veo cómo Dimitri gira la cabeza hacia mí con brusquedad.

El profesor suspira, ajusta sus gafas y se apoya en el escritorio con ambas manos.

—Makarova, ¿qué parte de lo que acabo de decir no entendió?

—Está bien, todo claro. Dos meses. Trabajo en conjunto —murmuro con resignación, bajando la cabeza.

—¿Alguna duda, Matetski? —pregunta el profesor.

—Ninguna.

—Bien. No los detengo más —dice, sentándose.

Dimitri toma la hoja de la mesa sin decir una palabra y salimos del despacho.

—¿No vas a darme la lista de temas? —le pregunto apenas cerramos la puerta detrás de nosotros.

—No.

Le lanzo una mirada fulminante.

—Necesito elegir un tema para la tesis —protesto.

—Yo elegiré. Dame tu número y te lo enviaré por mensaje.

—Puedo volver al despacho y pedir otra lista.

Me doy la vuelta y empiezo a caminar. Dimitri me agarra del codo y me obliga a girar hacia él.

—Espera. Lo elegimos juntos.

—¿De verdad?

—Sí. Dame tu número.

—¿Te rendiste tan rápido?

—¿Makarova, estabas escuchando lo que dijo el profesor? Trabajo en conjunto. Elegimos un tema y lo hacemos juntos.

—Pero si dijiste que elegirías tú el tema…

—Estaba bromeando.

Resoplé con fuerza. ¡Uf! Es imposible. Y eso de "Makarova"... Mejor que me llame Yana.

Saca su teléfono, lo desbloquea y me mira expectante con sus bellos ojos.

Le dicto mi número y él me llama para guardarlo.

—Mmm… ¿Cómo te pongo en la agenda? —Fingo cara de pensativa, mirando al techo y frotándome la barbilla con los dedos.

—Ponme como “Mi Rei” —dice con una sonrisa socarrona.

—Claro, justo así… O mejor “Idiota insufrible”.

Escribo "Dimitri" en mi teléfono, tapándole la pantalla. Que piense que le estoy poniendo "Idiota insufrible".

Él me observa en silencio, con los labios apretados y sus cejas espesas ligeramente alzadas. Lo hace con tanta naturalidad que me doy cuenta de que me fascina ese gesto. De una forma demasiado... sexual.

Siento un nudo en la garganta.

Y de pronto recuerdo que en unas horas tengo una cita con Anton. Dios, mi primera cita real con el chico de mis sueños, y aquí estoy, mirándolo a él. A un tipo que me desespera. ¿O me gusta?

Reprimo mis pensamientos y digo con la voz más neutral que puedo:

—Entonces, espero la lista de temas.

—Podemos empezar ya, si quieres —dice de repente, mirándome a los ojos.

Lo miro sorprendida.

—¿Por qué tanta prisa? Tenemos dos meses. Además, hoy tengo planes.

Su mirada recorre mi rostro con atención y asiente.

—Sí, lo recuerdo. Tienes una cita. Con Anton —su voz suena más apagada.

—¿Entonces me mandas la lista o qué?" —repito, sin saber por qué.

Él me observa una vez más, asiente en silencio y pasa junto a mí, alejándose por el pasillo vacío.




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