Abril lo cambió todo

7. La cita soñada

Corro por el apartamento de manera agitada, tratando de arreglarme, porque quiero verme perfecta. Salgo disparada de la ducha, seco y peino mi largo cabello rubio, y me maquillo.

Alia, tirada en el sofá con el control remoto en la mano, cambia de canal con pereza. Hoy se queda en casa porque su novio se ha ido de la ciudad.

—¿Y adónde te ha invitado? —oigo su pregunta desde la sala.

Me quedo parada frente al espejo, con la brocha en la mano. Hasta ahora ni siquiera lo había pensado. ¿Qué importa dónde? Lo importante es con quién.

—No lo hemos hablado —respondo con inseguridad.

—O sea, que no tienes idea del dress code —constata Alia mientras entra en mi habitación.

—Ahora mismo no me ayudas en nada—suelto con una sonrisa irónica, volviendo a aplicar el rubor—. Y ya casi voy tarde.

—No pasa nada, te esperará —dice ella con total indiferencia.

Ahora me pongo a pensar en qué ponerme y me desconcentro del ritmo de mis preparativos.

—Ponte unos jeans y tu blazer verde. Es espectacular. Vas a ir bien vestida para cualquier lugar. Y además, Anton lo tendrá más difícil para meterte mano por debajo de la falda en la primera cita.

—¿Crees que unos jeans lo detendrán? —suelto una risa nerviosa—. Y no pienso ceder tan rápido. Ese momento tiene que ser especial.

Mi teléfono suena sobre la mesa.

—Ya estoy abajo —escucho la voz de Anton en el altavoz cuando contesto.

Casi al mismo tiempo, me llega un mensaje de Dimitri: "La lista de temas prometida", con un archivo adjunto. Lo miraré luego.

Me visto rápido, me miro en el espejo y sonrío. ¡Vaya, qué guapa! Esbelta, de estatura media, el cabello rubio cayéndome más allá de los hombros, pecho generoso y un rostro más que agraciado, para qué negarlo. Pobre Anton, no tiene escapatoria.

—¡Volveré tarde! —le grito a Alia mientras agarro las llaves y el bolso, meto el móvil dentro, me pongo las sandalias y salgo corriendo por la puerta.

Anton me espera apoyado en su coche. Con una camisa beige impecable y pantalones gris oscuro que le quedan perfectos, parece un modelo sacado de una revista.

—Hola —murmuro con timidez, mordiéndome el labio inferior. He imaginado este momento al menos cien veces. Anton y yo, a solas, en nuestra primera cita.

—Estás preciosa —dice, recorriéndome con la mirada, y me toma de la mano. Me lleva hasta el coche, abre la puerta y me ayuda a subir. Aún no me lo creo.

Anton rodea el coche, se sube, arranca el motor y nos lanzamos a los atardeceres de la noche.

Me incomoda un poco la velocidad a la que va, pero no digo nada. No quiero empezar la relación con quejas. Solo espero que conduzca bien.

Nos dirigimos a un restaurante. Más bien, a uno de los más exclusivos de la ciudad. Claro, Anton puede permitírselo, así que no me sorprende en lo más mínimo.

El lugar es lujoso, y yo observo todo con curiosidad. No es que nunca haya estado en sitios así, pero para una primera cita, este nivel de ostentación me impacta un poco.

Nos llevan a través de un bar impresionante y nos acomodan en una mesa con vistas al lago y a la ciudad iluminada.

—Pide lo que quieras —me dice Anton con una sonrisa seductora mientras hojeo el menú.

—Buenas noches, ¿están listos para ordenar? —pregunta un camarero que aparece de la nada.

Abro la boca para señalar el plato que he elegido, pero en ese momento, mi móvil empieza a sonar dentro del bolso con el sonido de un perro ladrando. Me congelo con el dedo en el menú y la boca entreabierta.

Voy a matar a Alia. Ella fue la que me puso esos sonidos ridículos la última vez que estábamos tonteando. Y todavía no he tenido tiempo de cambiarlos.

Con dos pares de ojos fijos en mí, saco el teléfono del bolso.

—Ensalada tibia de camarones y aguacate, por favor —balbuceo con vergüenza, sin saber dónde meterme.

—Tom yum, filete miñón y una botella de su mejor vino —añade Anton con seguridad. El camarero asiente y desaparece tan silenciosamente como llegó.

Miro mi móvil.

"Dimitri: ¿Ya elegiste el tema?"

—Tienes un tono de llamada… interesante —comenta Anton con una sonrisa burlona.

Levanto la mirada hacia él.

—Ah, sí, eso fue cosa de Alia —digo, sintiéndome un poco avergonzada—. Tengo que cambiarlo.

Anton asiente comprensivo. Un mechón de su cabello rubio se suelta y le cae en la frente con un rizo rebelde. Me quedo embobada. Qué guapo es, en serio.

—¿Son amigas desde hace mucho?

—Vivimos juntas desde el primer año de la universidad.

Mi teléfono vuelve a ladrar y algunas personas empiezan a mirarnos.

"Dimitri: Me gustaría un poco de claridad."

—Perdón —susurro, bajando el volumen del móvil.

—Alguien es insistente —señala Anton con una media sonrisa.

—Es sobre el trabajo de curso. Tengo que responder.

—¿Ya estás escribiendo el trabajo de curso? —frunce el ceño, sorprendido.

—Pues… se dio así.

Por culpa de un burro terco.

Le escribo a Dimitri: "No lo he visto todavía. Te dije que hoy estoy ocupada".

Dejo el móvil sobre la mesa boca abajo para no ver si llega algo más.

—Aparte de estudiar, ¿qué más te gusta hacer? —pregunta Anton.

—Bueno, en cuanto a deportes, me gusta nadar y el taebo. Por cie-e-e-rto… —me entrecierro los ojos sospechosamente, recordando de repente aquel incidente—, ¿no sabrás nada sobre una nota misteriosa?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.