Abril lo cambió todo

16. No esperaba eso de ti, Antón

¡Qué mañana de mierda! Estoy aquí abajo, intentando hacerme un café; lo necesito urgentemente, ¡ya! Me desperté con los ronquidos de Antón y me quedé un buen rato tirada en el sofá, mirando al techo. No era exactamente la primera noche que tenía en mente... Antón estaba tirado en la cama, esa cama que se suponía iba a ser para nuestra primera...

Antón entra en la cocina y me saca de mis pensamientos. Saca una botella de agua del frigorífico y se deja caer en el taburete de la barra.

Me quedo callada, esperando que diga algo sobre lo de anoche.

—Ulyan… —empieza él con un tono culpable, pero de repente le interrumpen."

—¡Uy, mira quién tenemos aquí! Parece que alguien tuvo una noche movida —dice Dasha entrando en la cocina con Dimitri, sonriendo.

Por alguna razón, me dan unas ganas enormes de darle un sopapo.

Dimitri juega con un manojo de llaves entre los dedos, nos mira en silencio y sólo frunce el ceño.

Yo, rápidamente, me acomodo el pelo hecho un desastre y miro de reojo a Antón. Sus rizos rubios están todos parados, desordenados, y tiene esa cara de no haber pegado ojo en toda la noche. Y aun así, sigue viéndose increíblemente atractivo. ¿Cómo lo hace? Me sorprende que se haya despertado tan temprano.

Miro la hora, apenas son las diez.

—Como si vosotros os hubierais pasado la noche leyendo cuentos —gruñe Antón.

—Depende de lo que tú consideres “leer cuentos” —responde Dasha sin mucho entusiasmo, lanzándole una mirada a Dimitri.

—Date prisa, Dasha, por favor. Tenemos que irnos en breve —dice Dimitri, sin hacer comentario alguno sobre lo anterior. Parece que no está precisamente de buen humor. ¿Algo no va bien en el reino danés?

—Ulyana, ¿vas a tardar mucho más con la cafetera? Me muero por un café.

—Tiene unos botones rarísimos. No entiendo nada —respondo, mientras sigo peleándome con la máquina.

Dimitri se acerca lentamente por detrás y, estirándose por encima de mi hombro, alcanza la cafetera, rozándome levemente con el torso. Me quedo congelada, sin moverme ni respirar, con la mente en blanco durante unos segundos. Ese roce casi imperceptible me lanza un escalofrío raro y difícil de explicar. ¡Y cómo huele!

—Botones normales —comenta con total calma. Pulsa un par de veces y la cafetera empieza a funcionar. Luego se aparta. Yo, por fin, vuelvo a acordarme de cómo se respira.

Antón lo observa todo con una tensión rara, pero no dice nada. Solo bebe agua en silencio.

—Dimitri, solo voy a tomar un poco de agua y ya recojo mis cosas —canta Dasha mientras abre la nevera—. ¿Alguien más quiere?

—No —respondemos a coro, un poco descoordinados.

—Saldremos un poco más tarde. Ahora mismo no soy capaz ni de sostener el volante —dice Antón, lanzándome una mirada culpable.

Claro... Alguien anoche se bebió medio bar él solito.

Dasha, sacando la botella del frigorífico, se vuelve hacia mí.

—Ulyana, ¿no quieres venir con nosotros?

Veo cómo Dimitri alza las cejas y aprieta los labios con su gesto habitual. Ya reconozco esa mueca: tiene una opinión, pero no la va a compartir ni loco. ¿Cuándo me dio tiempo a conocerlo tan bien?

—Yo la llevo —gruñe Antón—. Pero un poco más tarde —añade, en tono más conciliador.

—No, Antón —digo al fin—. Creo que me iré con ellos, si no les importa —miro a Dimitri con firmeza (al fin y al cabo, el coche es suyo). —Y tengo cosas que hacer hoy.

"Y no tengo ganas de hablar contigo ahora, Antón" —añado para mis adentros.
Dimitri no dice nada. Solo se encoge de hombros, como si le diera igual.

—Va-a-ale —dice Antón, alargando la palabra—. Como quieras. Pero tenemos que hablar. No ahora —añade rápido.

Salimos aproximadamente una hora después, echando las maletas en el maletero del coche de Dimitri y despidiéndonos del resto de los chicos y chicas.

Antón me acompaña hasta el coche y me da un beso en los labios de despedida. Sale algo torpe.

—Perdona otra vez —susurra en mi oído. —Te llamaré.

Nos subimos al coche y salimos. Dimitri, por supuesto, está al volante, Dasha a su lado, y yo atrás.

Durante un rato miro por la ventana. El paisaje aquí es precioso, pero tengo un nudo en el pecho.

Dirijo la mirada hacia el frente y me cruzo con los ojos de Dima en el retrovisor. Tan bonitos y expresivos bajo esas cejas oscuras y espesas que, por un instante, se me corta la respiración. Me observa con atención. Luego desvía la vista hacia la carretera y yo vuelvo a girarme hacia la ventana.

Uf… no me queda otra que admitir lo terriblemente atractivo que es este chico. Y tiene un aura tan misteriosa y enigmática que dan ganas de colarse aunque sea un segundo en sus pensamientos. Además, es serio, inteligente, sensato, deportista… ¡Madre mía, qué músculos se ha trabajado! ¡Uy, Uliana, que te estás yendo por las ramas!

Cuando llegamos a la ciudad, resulta que la casa de Dasha está cerca de la entrada por este lado, así que ella es la primera en bajarse.
Se inclina hacia Dimitri con cierta duda, y sus labios se rozan en un beso de despedida, suave e inocente.

Qué raro. Si yo fuera la novia de Dimitri, lo besaría con mucha más pasión.
Igualito que tú a Anton al despedirte — susurra mi memoria con sarcasmo.
Bueno, lo mío con Anton ni siquiera está claro… ¿pero ellos? ¿Será que tampoco les va tan bien? ¿O es que les doy corte?

No me resulta muy agradable mirar, así que vuelvo a girarme hacia la ventana.

—Te llamo luego —suelta Dimitri a modo de despedida cuando Dasha salta del coche y se gira agarrada a la puerta.

Ella asiente, cierra y se dirige a su portal.
Nos quedamos solos en el coche, y el silencio se empieza a notar.

—Tienes un coche súper espacioso —comento mientras echo un vistazo alrededor, solo para romper un poco esta incomodidad.

Dimitri no arranca. Guarda silencio por unos segundos.

—¿No quieres pasarte adelante? —suelta de repente, mirándome por el retrovisor.




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