Abril lo cambió todo

17. Y decidí actuar

Me quedo pensativa un momento.

—Sí, sería un poco raro ir atrás cuando adelante está libre —digo—. Como si fuera un taxi.

Dimitri suelta una risita y yo abro la puerta para pasar al asiento delantero.

—Cinturón —dice mirándome con esos ojos suyos, increíbles.

—¿Qué? —le devuelvo la mirada, esos ojos que antes veía por el retro, pero en persona son mucho más intensos, más magnéticos.

Dimitri se inclina hacia mí sin decir nada, y yo me quedo quieta cuando sus dedos se acercan a mi hombro. Nuestros ojos se encuentran, y justo cuando creo que va a hacer otra cosa, tira del cinturón de seguridad y me lo abrocha. Otra vez me llega su olor. Incluso cierro los ojos un segundo, respirándolo profundamente. Qué locura.

—Hay que abrocharse. Seguridad ante todo —dice tranquilo. Su voz, grave y un poco ronca, suena tan cerca que me recorre un escalofrío.
Asiento en silencio, intentando entender por qué reacciono así con él. Me tiemblan las manos, y las aprieto con fuerza, formando un puño.

Arranca suavemente, y no puedo evitar pensar en lo brusco que suele salir Anton. Siento esa diferencia, y me gusta. Mucho. Porque Dimitri no intenta impresionar. Aunque podría. Su coche no tiene nada que envidiarle al de Anton. Me sacudo mentalmente el hechizo, trato de calmarme y empiezo a hablar.

—¿Y por qué no usas el coche para ir a la uni?

Dimitri parece no notar nada raro en mí. Conduce tranquilo, seguro de sí mismo.

—No le veo la gracia. Vivo cerca de la facu —me recuerda.

—Ah, claro —asiento, imaginándome a los dos caminando cada mañana por el mismo camino—. Pero tu novia vive lejos, ¿no? No es muy cómodo, ¿o sí?

¿Por qué estoy preguntando eso?

—¿Te preocupa? —me pregunta Dimitri, girando la cabeza hacia mí por unos segundos, clavando sus ojos en los míos.

Mucho. Me preocupa mucho. No sé por qué.

—No, solo... —me pongo un poco nerviosa—. Solo preguntaba.

—Ya... Sí, no es muy cómodo —admite—. Como ustedes con Anton —añade de pronto.

—¿Nosotros con Anton? —me sorprendo.

—Sí, él vive fuera de la ciudad. Tampoco es cómodo, ¿no?

—No tengo ni zorra idea de dónde vive Anton —murmuro, y sin pensar, añado—. Y además...

—¿Además qué? —pregunta.

Lo miro de nuevo, luego bajo la vista a sus dedos largos sobre el volante. Esas mismas manos que una vez me sujetaron, aquella vez en la sala oscura cuando choqué con él.

—Todo este rollo es complicado —susurro, girando la cara hacia la ventana. Me pone nerviosa lo que siento tan cerca de él.

—¿Te hizo algo? —pregunta de repente, serio, alerta.

—¿Qué? ¡No! —parpadeo rápido—. No en ese sentido. En ese sentido ni siquiera ha pasado nada todavía —me escapa, sin saber por qué.
Dimitri guarda silencio. Y yo, insegura —¿y si no le importa?—, sigo:
—Es solo que antes, cuando... —me trabo, sin saber cómo explicar lo que sentía por Anton—. Cuando pensaba en lo que podríamos tener, me lo imaginaba mucho más fácil. Más bonito, no sé.

—¿Y ahora? —su voz suena tensa. Lo miro, tratando de leer su expresión.

—Ahora... cada vez siento más que...

Me detengo. ¿Qué siento de verdad por Anton? Antes, cuando lo miraba desde lejos, me parecía casi perfecto, inalcanzable. Pero ahora, viéndolo más de cerca...

—¿Que sientes? —me interrumpe la voz de Dimitri.

No lo sé. Pero...

—Ahora me parece que me apresuré.

Escucho a Dimitri inhalar con fuerza.

Estoy tan perdida en mis pensamientos que ni noto cómo se desvía de la calle principal y, tras girar entre varias callecitas, llega a un mirador con una vista increíble de la ciudad. ¿Cómo nunca había venido aquí?

—Qué bonito —susurro, impresionada.

—Por la noche es aún más lindo —responde Dimitri.

Le lanzo una mirada curiosa.

—¿Trajiste a muchas chicas acá? —pregunto, medio en broma.

—A ninguna. Solo a ti —responde sin apartar la vista del paisaje.

Me quedo callada. Primero: no soy su chica. Y segundo... ¿por qué?

—¿Por qué? Si el lugar es perfecto para seducir a chicas inocentes —bromeo.

Pero él no sonríe. Solo baja la vista y se queda mirando sus manos.

—No estoy con nadie desde abril.
Lo miro, sorprendida. Cuesta creerlo, sinceramente.

—¿Por qué?

Gira la cabeza y me clava la mirada.

—Porque en abril te vi por primera vez.

¿QUÉ...? ¡Dios mío!

Mi corazón se detiene por un segundo, y de repente siento un calor por todo el cuerpo. Sus palabras me dejan en shock.

Me tiemblan las manos, el pecho, todo... pero me quedo en silencio, asimilándolo. Aunque...
Algo no encaja.
—Yana... —susurra Dimitri. Y ese tono suave me eriza la piel.

Y entonces recuerdo.

—¿Y Dasha? —me vuelve la voz.

Él me mira fijo.

—Con ella no pasó nada. Solo salíamos, nada serio.

En su mirada hay algo contenido, pero su voz sigue firme.

—¿Y por qué... por qué no me lo dijiste antes?

Me escanea con la mirada. Y yo me sorprendo otra vez de lo mucho que me afecta.

—Estabas tan enfocada en Anton que ni me veías. Además, él ya tenía puesto el ojo en ti cuando yo llegué. No habría sido justo.

—¿Y ahora sí lo es?

—Ya no somos amigos —baja la cabeza—. Además, tú misma dijiste...

—¿Dije qué?

—Que no va bien entre ustedes —dice, mirando al suelo.

—¿Y decidiste actuar?

Él levanta la cabeza y me mira con una intensidad que me quema.

—Y decidí actuar.

Se inclina hacia mí y desabrocha primero su cinturón, luego el mío.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.