Abril lo cambió todo

20. Sorpresa

Entro a lo bestia en el piso, me tiro al sofá y me quedo un buen rato con la mirada fija en el techo. Necesito dormir y luego ducharme. No, mejor primero la ducha y después dormir. Tengo un subidón de emociones y si no me desconecto un rato, me voy a volver loca.

Todavía me tiembla un poco el cuerpo, y no termino de asimilar lo que pasó. Y no, no hablo del beso. El beso fue increíble. Jamás imaginé que pudiera sentir algo así en los brazos de alguien. Fue como una explosión. Un apagón de la razón.

Pero su confesión… Lo que dijo…
Que desde abril no ha querido a nadie más. Que no ha tenido ojos para nadie más que para mí…

Me arrastro hasta el baño. Miro el vaso de los cepillos de dientes y no entiendo dónde está el mío. ¡Concéntrate, Ulyana! Me acuerdo de que está en la bolsa de viaje… y la bolsa se quedó en el maletero del coche de Dimitri. Vuelvo al cuarto, agarro el móvil y le escribo: “Mi bolsa está contigo.”

Me responde al instante: “Puedo acercártela ahora.”
No, ahora no. Ahora no soy capaz ni de pensar. Además, aparte de algo de ropa y el cepillo de dientes, no hay nada urgente ahí.
Le contesto: “No hace falta, la recojo más tarde.”

Me cepillo los dientes con el dedo y me meto en la ducha. Me quedo un buen rato bajo el agua caliente, intentando digerir lo que pasó. Me doy cuenta de que ni siquiera he intentado comparar el beso de Dima con otros. Primero, porque no tuve tiempo. Y segundo, porque no se puede comparar lo incomparable. Vuelvo a pensar en su lengua dentro de mi boca, y una ola de excitación me recorre el cuerpo.

Me seco bien con la toalla y me quedo mirando al espejo, un poco aturdida.

Suena el móvil.
¡Joder, Antón! ¡No lo llamé!

—¿Ya estás en casa, caramelito? —susurra con dulzura por el teléfono.

—Ajá.

—Tengo una sorpresa para ti. Vístete, paso por ti en una hora.

Intento decir algo, pero Antón me interrumpe con seguridad:

—Te va a encantar.

No lo dudo. Adiós, sueño mío.

Salgo afuera envuelta en un jersey calentito. Ya es finales de septiembre y por la tarde refresca bastante.

Antón baja del coche, se acerca y me da un beso suave. Se ve mucho más fresco que por la mañana: bien afeitado y con el pelo perfectamente peinado.

—Vamos —me tira de la mano hacia el coche.

—¿A dónde vamos? —me resisto un poco, esperando al menos una pista.

—Te dije que es una sorpresa —Antón entrecierra sus ojos azules y sonríe con su sonrisa de marca registrada.

Al final logra meterme en su coche y, claramente satisfecho consigo mismo, rodea el capó camino al asiento del conductor. Lo sigo con la mirada, pensando en cómo y cuándo sacar el tema que me tiene dando vueltas.
Vamos a algún sitio que no queda muy lejos, y pronto llegamos a un edificio moderno y alto.

No parece un edificio residencial, tampoco un hotel… por si acaso se le ocurrió compensar lo que no pasó ayer. La verdad, ya hasta me da curiosidad saber qué se le ha ocurrido a Antón.
Subimos en el ascensor hasta el último piso y, tras cruzar un pasillo corto, salimos al tejado del edificio.

Menos mal que me puse el jersey, porque el viento aquí arriba no es ninguna broma.

Pero todo mi humor gruñón desaparece en cuanto veo la vista espectacular de la ciudad al atardecer desde esta altura. Suelto un “guau” sin poder contenerme y me pongo a mirar el paisaje con los ojos bien abiertos.
Recuerdo que hoy ya vi algo parecido… ¡Ah, claro! En el coche de Dimitri. Definitivamente, hoy es el día de admirar la ciudad desde las alturas.

Veo cerca una zona acogedora con mantas y cojines. En el centro, una botella de vino y varios aperitivos están puestos sobre la mesa.

—¿Te gusta? —Anton se acerca por detrás y pone sus manos en mi cintura. Me giro hacia él, envuelta en sus brazos, y siento el aroma de su perfume caro. Lo miro fijamente a los ojos.
"Ulyana, ¿qué te pasa?" —me digo a mí misma —"Es Anton, el chico de tus sueños. Has esperado tanto por su atención, y aquí está. Justo delante de ti."

Él me sonríe con ternura y veo en sus ojos admiración.

—Me gusta —respondo simplemente. Porque, aunque toda esta historia de la cita en la azotea suene un poco cliché, la verdad es que es increíblemente agradable cuando alguien la organiza solo para ti.

Anton me besa, apartándome un mechón de cabello hacia atrás. Me gustan sus besos y me dejo llevar por sus caricias pausadas. Finalmente, se separa un poco de mí y dice con un tono muy serio:

—Ulyana, me gustas mucho. Desde hace tiempo.

Me quedo paralizada bajo su mirada atenta.

— Eres especial, diferente a las demás. Me encantaría que esto entre nosotros fuera algo serio.

No puedo creer lo que estoy escuchando.

O sea, todo este tiempo que estuve babeando por él, intentando desesperadamente llamar su atención mientras veía el interminable desfile de sus amigas, ¿a él le gustaba yo? Estoy realmente impresionada de que me haya notado. Porque yo creía que no.

Y Dimitri hoy también me dijo algo parecido.

Hoy es un día de descubrimientos, de verdad. No, mejor dicho, hoy es un día de descubrimientos y de contemplar la ciudad desde las alturas.

Antón no espera respuesta, porque seguro ya ha decidido todo por mí.

Tomamos un vino delicioso en copas altas y miramos el atardecer. Antón me envuelve con una manta, me abraza por detrás y simplemente nos quedamos ahí, en el silencio de la tarde, contándonos cosas sobre nosotros. La historia con Dimitri se va desvaneciendo, como un sueño de anoche. ¿Qué puede ser mejor que una tarde maravillosa con el chico que me ha gustado desde hace tanto tiempo?




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