Abril lo cambió todo

21. Déjà vu

Si llevara un diario, la entrada de hoy sería algo así:

"Día 247 de la marmota. Me desperté. Arreglé la cama. Me duché. Desperté a Alia. Escuché sus quejas sobre la crueldad de este mundo. Abrí la nevera (¿para qué? Si ni siquiera desayuno). Cerré la nevera. Me vestí. Me fui a clases".

Lo único que ahora diferencia mi nueva mañana de las anteriores… es que incluye a un chico rubio muy guapo.

Sonrío soñadora al recordar la noche de ayer.
Hoy tengo clase a primera hora, así que, como ya es costumbre, Anton me espera en la entrada. Me toma de la mano y me lleva hasta el aula.

Cruzo el umbral del aula y echo un vistazo por las filas, buscando algún sitio libre.
Las cinco clases de nuestro curso están reunidas en este salón enorme, y el ruido es como de colmena.

Y entonces tengo un déjà vu, porque mi mirada se cruza con la de Dimitri, que está sentado en la última fila y me mira con una intensidad que casi me corta el aliento.

Baja la vista hacia nuestros dedos entrelazados con Anton, y luego vuelve a clavar sus ojos en los míos.

Por la expresión en su cara, parece completamente en shock, y yo bajo la mirada al suelo mientras sigo a Anton casi en automático, con su mano aún agarrando la mía.

Nos sentamos en los únicos asientos libres. Por supuesto, justo delante de Dimitri. Qué suerte la mía.

Saco el cuaderno de la mochila y puedo sentir, sin ni siquiera mirar atrás, cómo mi nuca empieza a arder bajo una mirada que quema.

Entra nuestro profesor de marketing, señor Novak, y empieza la clase.

—Makarova, podrías ponerte menos perfume, ¿eh? Que aquí casi me asfixio —escucho un susurro fuerte desde arriba después de un rato.

¿Qué? Abro la boca sorprendida y me doy la vuelta.

Pero no llego ni a decir nada, porque de repente escucho un gruñido ahogado a mi lado, es Anton:

—¡Matetski, joder, ¿en serio acabas de hacer esa broma?!

—No. Es que tu novia lleva un perfume demasiado invasivo —susurra Dimitri sin inmutarse lo más mínimo.

—¿Sabes qué...? —no aguanto y estoy a punto de soltarle algo.

—¡Matetski, Makarova! —oigo la voz del profesor desde la tarima. —¿Ya están listos para presentarnos su trabajo final?

—Señor Novak —escucho una voz segura justo detrás de mí —. Makarova y yo estamos trabajando en ello con mucho empeño.

Se oyen unas risitas por todo el aula. Yo me pongo pálida y roja al mismo tiempo. No me estoy viendo, claro, pero siento que no puede ser de otra manera.

El señor Novak se aclara la garganta y, algo incómodo, se ajusta las gafas.

—Por lo menos durante mis clases podrían hacer una pausa y dedicarse a lo que corresponde: tomar apuntes.

El profesor se da la vuelta y vuelve a la pizarra.

—¿Estás haciendo el trabajo con él? — escucho el susurro furioso de Anton.

Lo miro de reojo y, la verdad, no sé ni qué decir. Antes no había motivos para contarle esta "maravillosa noticia". Escribo y escribo, como todos. Es la uni. Todo el mundo anda escribiendo algo. Me encojo de hombros.

—Se llama trabajo en conjunto —dice una voz desde la fila de atrás.

—¡Contigo vamos a hablar más tarde! —le suelta Anton entre dientes, girándose hacia atrás y señalando a Dimitri con el dedo.

—Sí, hablemos ya de una vez, Antoshita. Que siempre estás taaaan ocupado —responde Dimitri, sin bajar el tono.

—Ostrovski y Matetski, una palabra más y se van de mis clases hasta el final del semestre. Ostrovski, ¿usted también desea escribir un trabajo de curso?

—¿El tercero? —aclara Anton al profesor. Se escuchan risas por todo el aula.

Pero a Anton no le hace ni puta gracia. Clava la mirada en el profesor con expresión de furia, y veo cómo se le hinchan las aletas de la nariz. Anton enfadado no me gusta nada.

—Si sigue con la ironía, Ostrovski —responde señor Novak con toda la calma del mundo —, escribirá el trabajo en pareja con el rector.

Los chicos se callan de golpe, y yo intento ordenar mis pensamientos mientras, en automático, sigo tomando apuntes.

Después de lo de anoche —que se alargó hasta bien entrada la madrugada— no tuve ni un minuto para pensar en lo que pasó entre Dimitri y yo.

No quería analizarlo, ni siquiera pensarlo.
Porque recuerdo perfectamente cómo perdí la cabeza en sus brazos.




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