Esta es una historia que fue contada hace muchos años, sin embargo muy pocos la conocen.
Todo empezó aquel día en el que Sol y Mia decidieron ir al campamento con el resto de su escuela, en principio nos preguntamos, ¿Pero que tiene de malo ir de campamento con tu escuela?, sencillo el lugar al que iban a ir era un lugar clausurado, debido a quejas de los vecinos. Sin embargo surge otra pregunta ¿Cómo es que los maestros permiten a los alumnos ir a un lugar clausurado? la respuesta a esta pregunta es simple pero no muy convincente, resulta que es el ultimo año de sus dos maestras, y los alumnos decidieron buscar un lugar para disfrutar su última semana, de ellos como estudiantes de quinto (5) año de la secundaria y de ellas como docentes.
En fin Sol y Mia fueron mejores amigas desde que tenían 6 años de edad, puesto que hicieron incluso jardín, primaria y ahora finalizarían la secundaria juntas.
Un día antes del viaje , Mia y Sol pusieron manos a la obra, y empezaron a empacar todo lo necesario para su viaje, desde ropa, maquillaje, zapatos, hasta incluso dulces, sí, raro pero para un camino en bus de 5 horas, no habría que arriesgarse a pasar hambre y que mejor que algunos bocaditos dulces.
Durante la última noche antes del viaje, ninguna de los dos amigas podía conciliar el sueño, finalmente luego de cerrar los ojos por séptima vez, las chicas lograron dormir. Al día siguiente se cambiaron lo mas rápido posible, desayunaron, se despidieron de sus padres y se dirigieron camino a la estación de bus, que en 3 horas saldría rumbo a el hotel Viena en Córdoba, Argentina, donde se hospedarían y luego visitarían la zona prohibida.
Luego de esperar, todos los alumnos junto con las dos profesoras subieron al bus, solo faltaban 10 minutos para partir de allí. Finalmente, durante todo el camino estuvieron cantando canciones, tomándose fotos, jugando, escuchando música, comiendo, viendo el paisaje entre otras cosas. A la hora de bajar del autobús, no pudieron ver al chofer, quien ya se habia retirado, mientras ellos buscaban sus pertenecías, así que en agradecimiento decidieron dejarle un paquetito de galletitas. Y partieron rumbo a el hotel.
Al llegar al edificio, los atendió la hija de la dueña del edificio, su nombre era Darla, tenia 19 años, las maestras al ver que estaba sola cuidando aquel sombrío edificio donde ellos eran los únicos huéspedes, decidieron invitarla a su expedición, a la cual ella acepto amablemente, sin embargo a las maestras les pareció muy raro que su madre no estuviese en el edificio y que no atendiese las llamadas, pero fin al cabo vinieron a divertirse, así que asignaron a los chicos a desempacar sus cosas en las habitaciones que Darla les iba a indicar.
Editado: 09.05.2020