Actividad Delirante

Prólogo

La brisa veraniega entraba por la ventana del living, se podía apreciar un bello paisaje en donde el sol se escondía entre las angostas copas de los árboles y desde el fondo de mi pequeña cabaña resonaba la más conocida canción de mi época, New Summer interpretada por el grupo The Smile. Caminé inquieto por el piso de madera que no dejaba de rechinar con cada una de mis pisadas. Noté que mi mente estaba cambiando, no era la misma que hace unas horas atrás, ya no era el dueño de mis pensamientos, alguien macabro los controlaba, sustituía mi fuerza de voluntad y la reemplazaba por pensamientos impuros, ideas que nadie que tuviera dos dedos de frente aguantaría.

 Gritos en el interior de mi cráneo retumbaban mis oídos, insultos tan filosos como navajas hacían cortes en mi cerebro para herirlo. Ya habían pasado más de veintitrés horas desde que el aire se sentía más denso y todos comenzaron a perder la escasa cordura que les quedaba.

-Toma el cuchillo- una voz se escuchó en la habitación. La misma era tan fuerte que había hecho callar la radio.

 La canción que tanto amaba en mi juventud seguía sonando en la pequeña radio solar que mi abuelo me había heredado. Su letra llena de felicidad y mensajes positivos había cambiado a una canción triste con mensajes sombríos, mi cara reflejaba el miedo y la confusión.  Jamás había sentido una sensación tan abrumadora y pesada, la respiración se me cortaba, la felicidad y los buenos recuerdos de mi vida me abandonaban para dejarme solo y vulnerable ante la inmensa tristeza que me traían las voces.

-Estúpido- se escuchó cerca de mi hombro derecho.

 Mire la maceta pesada que había en la pequeña mesa de café; en un rápido movimiento la tome lanzándola al lugar proveniente de la voz, mire por el rabillo del ojo temeroso a que alguien estuviera ahí verdaderamente, pero absolutamente nadie estaba ahí. Creo que no me sentía preparado para encontrarme con la nada misma, con mi mirada inspeccione mi living en busca de alguien, estaba absolutamente solo. Hundí mi cabeza entre mis piernas, la tristeza aumentaba al igual que las voces.

-Mírate eres un cobarde- hablo una de las voces

-Córtate la mano, córtate la mano, córtate la mano- repetidas veces gritaba otra de ellas.

 Estaba vulnerable a gritos de procedencias extrañas, en un intento desesperado por ya no escucharlas presione con fuerza mis oídos, pero aun así no se callaban y seguían diciéndome lo que tenía que hacer.

 Observe a mi mascota, la tierna criatura comenzó a adoptar una figura espeluznante. Sus ojos cambiaron a un blanco pálido, parecido al de los cadáveres apilados que mostraron en la televisión, las patitas pequeñitas que antes poseía eran unas garras negras que despedían un olor horrible y nauseabundo, simplemente no había palabras para describir lo horrible que se veía.

 Aparte mi mirada con cierta dificultad y corrí lo más rápido que mis piernas me lo permitieron, escape de la cabaña por una de las ventanas abiertas de la cocina, sin dejar de correr llegue al inmenso sauce llorón que estaba en la tranquera ubicada en el extremo de mi propiedad. Por una milésima de segundo creí que me había librado de las voces, me equivoque.

-Cobarde. Muérete, cuélgate de la rama que está sobre tu cabeza- la voz seguía ahí.

-¡Basta!- grite cansado.- ¿Qué es lo que quieres de mí?

 No hubo respuesta, agache mi cabeza y recordé el momento que decidí ayudarlo. Aborrecí todo mi ser por haber aceptado la idea descabellada de mi pobre amigo, sabía que estaba consumido por la locura y la obsesión de su proyecto. Si no fuera por él probablemente nadie más estaría sufriendo esto.



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En el texto hay: relatocorto, enfermedad mental, suspence

Editado: 25.08.2020

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