Viernes 9:00 AM
Corrió a casa lo más rápido que pudo, no podía esperar para poder inyectarse un poco de su pedacito de cielo y dejarse ir por el universo paralelo que la droga crea para él. En su departamento estaba Amy limpiando los adornos de la repisa y algunas copas de cristal que escondía en el mueble del bar; ella aún no se había percatado de la presencia de su novio, estaba muy concentrada en moverse al ritmo de la voz de alguna cantante que era de los años ochenta.
-Llegué Amy.
-¿Cómo te fué? ¿Te sientes mejor?
-Si, me siento más calmado. El Dr. Allen me ayuda muchisimo.
-Eso me pone muy feliz, de a poco vas progresando.
-Traje algo del consultorio.- Alexander habló un poco nervioso, no por Amy, sino porque sentía la adrenalina de tener las jeringas en su poder.- Más bien lo robé.- Aclaró.
-¿Qué hiciste ahora Alexander?- Con cierto rastro de temor conectó su mirada con la de él, había visto esa mirada innumerables veces cuando se divertían juntos en los momentos que no había nada para hacer más que vagar por el cementerio fumando y consumiendo lo primero que encontrasen.
-Tengo unas inyecciones, no se muy bien que son pero parece que es heroína.- Avanzó seguro e intimidante hacia su pareja, esa actitud la había tenido muchas veces cuando quería que las personas hicieran lo que él quería, acompañado de una mirada retorcida que decía: "o haces lo que quiero por las buenas o te obligo a hacerlo."- ¿Te parece si recordamos los viejos tiempos? Por favor Amy.
-Sabes perfectamente que yo ya no me meto eso.- Dudosa habló, pero sabía lo que pasaría si no hace caso.
-Cariño me conoces mejor que nadie, ahorremosno la discusión, ambos sabemos que me vas a obedecer. Toma- Le dió una inyección- ya sabes lo que debes hacer.
A duras penas ella obedeció, toda su vida fue una sumisa ante él. Ambos se inyectaron, pasó una hora y no hacia efecto, pasaron dos, tres,cuatro horas y nada pasaba. En la sexta hora comenzó a hacer efecto, sus mentes estaban cambiandose, sus pensamientos y acciones estaban afectados. Mientras que Amy escuchaba voces que le gritaban cosas como: "Alex te va a matar, debes matarlo antes de que él te mate", "no estas segura con él", "eres una estúpida al dejar que te controle, no sirves"; Alexander imaginaba que Amy lo engañaba con su padrastro.
Alex era un manojo de nervios, una masa de ira. Ninguno de los dos saldría vivo de allí.
Al otro día cuando la policía llegó al departamento por las incesantes quejas de los vecinos, dentro de él se encontraron un vistazo del mismo infierno. El caso salió en todos los noticieros locales, la ciudad entera comentaba el crimen, las personas eran morbosas y quieren saber cada mínimo detalle, eran como las viejas chusmas del barrio que sabían todos los datos sucios de la historia.
Las autoridades se llevaron a Alexander al hospital, allí lo interrogaron y su declaración fue la siguiente:
"Robé unas inyecciones del consultorio de mi psicólogo, creí que era heroína, me equivoqué. A las seis horas de haber consumido esa porquería ambos escuchábamos voces, veíamos sombras, nos asustamos. Ellas nos dijeron que hacer, Amy trató de matarme y las voces dijeron que la torture antes de matarla. Después de eso no se callaban, me gritaban que corte mis piernas, luego decían que me suicide. Saben todo de mi, quieren que me cierre la boca o ellas me mataran."
Investigaron a fondo el caso, por desgracia los detalles ocultos del caso llegaron a oídos del Estado. Para la semana siguiente el Dr. Allen ya tenía un orificio que le cruzaba la frente y su pequeña hija estaba con su abuela sin poder entender porqué su papi se habia quedado dormido despues de jugar a la guerra con los señores desconocidos.