Acuarela

Primeras gotas

Aquellos ojos cian y cabello castaño claro vistos por primera vez hace días no fue una aparición divina. La respuesta es obvia. El chico amable y solidario que no volvimos a ver está aquí frente a nosotros, cargando bolsas con comida. Aquel chico es el hermano de Pauline y Yago.

—Ordené comida, espero no les moleste.

—Para nada —responde An.

—Hermano, llegas justo a tiempo.

Yago se levanta, recibe algunas bolsas y ambos las dejan sobre la isla.

 —Permítanme presentarles a nuestro hermano mayor, Joel —Yago sonríe mientras pasa uno de sus brazos por los hombros del chico.

—Encantado de conocerlos —Su sonrisa emite un peculiar brillo, que a su vez es bastante atractivo.

Mientras hablábamos, ayudamos a Joel a servir los platos. Nueve platos: tres con carnes, ensaladas y arroz, tres con pescado y acompañamientos y los otros tres de pollo con papas fritas.

—Sé que la comida es sencilla, pero preferí esto a ordenar algo que quizás no les guste.

—No hay problema. No somos exigentes con la comida —responde Uxía.

—Me alegra saber eso —Su forma de sonreír es la misma que Yago, aunque en Joel destaca de una manera especial.

Después de cenar, volvimos a acomodarnos en el mini salón, y algunos en las sillas de la cocina. El tema de conversación había pasado de nuestro proceso de mudanza a recuerdos y anécdotas familiares.

Ya son las diez. Es hora de despedirse.

—Muchas gracias por todo. La comida estuvo deliciosa —Uxía agacha levemente la cabeza como acto de agradecimiento.

—Gracias a ustedes por su compañía. Espero que podamos repetirlo —comenta Joel, con un suave tono de voz.

—Claro. Con gusto —responde Basttian.

Joel nos abrió la puerta y un “hasta pronto” en conjunto nos separó por el resto de la noche.

La fría mañana que nos recibe el día después no impide que deje de sonreír cada vez que viene algún recuerdo.  Está de más decir que lo pasé increíble. Se ve que son buenas personas.

Sí. Quizás es muy pronto para suposiciones. Sin embargo, algo en ellos me hace creer que lo son.

Entonces sentí como despertó en mí un interés. Una pequeña chispa curiosa relacionada directamente con esta familia. Me gustaría conocerlos más, claro, todo bajo buenas intenciones. Mis ojos, tan curiosos como mi mente, comenzaron a buscar alguna señal, o incluso la misma presencia, de Pauline y Yago. Pocas personas en la entrada. Una vez dentro, sigo la búsqueda mientras mis hermanos se preparan para sus respectivas clases, algunos sacando libros y cosas importantes de sus casilleros. Nada.

—¿Sam? ¿Sucede algo? —pregunta Gabin a la vez que cierra su casillero, el cual está al lado del mío.

—N-No, nada. Creí haber visto a alguien —fue la excusa más rápida que pude dar.

Gabin, sin decir palabra, cierra su bolso y se lo acomoda en uno de sus hombros.

Las primeras clases pasaron rápido. Apenas pude ver el reloj supe que faltaban solo cinco minutos para la hora del almuerzo.

El sonar de la campana fue la señal definitiva. A paso lento me dirijo a las escaleras, con dirección al pasillo principal. Allí solo veo a Gabin, Alvar y Aniza. Sin pensarlo, los cuatro vamos rumbo al comedor.

Una vez ubicados, en una de las mesas centrales, Uxía y Basttian hacen acto de presencia. Con bandejas en mano se acercan hasta nuestra mesa. Una sonrisa fue su saludo.

—¿Por qué tanto silencio? ¿Murió alguien? —pregunta Basttian, con un tonillo entre preocupado y un toque divertido.

—No — El tono frío de Alvar combina con su mirada seria. Es común en él.

El silencio llegó para abrazarnos, quien sabe por cuánto.

No es necesaria una desgracia o una discusión para tener momentos así. Suele suceder cuando no hay algo para decir, anécdota que contar o alguna duda por resolver; el silencio no es tan malo como se cree.

Las palabras regresaron cuando nos levantamos para devolver las bandejas vacías. Al salir de la cafetería y regresar por el pasillo, un papel pegado en uno de los murales fue capaz de distraerme. Dejé de escuchar a mis hermanos para dedicarme a leerlo. Es un anuncio acerca de la apertura de los clubes.

—¿Estás interesada en alguno? —una voz femenina. Al voltear la reconozco. Es Pauline.

—N-no lo sé — ojeo rápidamente. Mis hermanos habían avanzado y los perdí de vista.

—Piénsalo. Y si decides inscribirte, por favor avísame. —se retira sin antes formar una sonrisa.

Después de leer aquel papel mi mente no albergó más que dudas. Estoy en una posición donde una parte de mí quisiera intentarlo, por amor a mi más grande hobby y afición, pero, por otro lado, le temo a la burla, al fracaso, a la decepción. En Cefnog solo participé de un club tres veces y en pequeñas actividades, pero siempre desde el fondo. Quizás esta sea una oportunidad de intentarlo de cero, pero con el objetivo de lograr ir hacia el frente y dejar el fondo. No obstante, si no se lograse, no me arrepentiría de seguir en él.



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En el texto hay: adolescentes, novela juvenil, amor

Editado: 30.07.2021

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