La voz es desconocida. Apenas escuchar el “hola” volteo para averiguar quién es.
—Aria —menciona Pau, con una leve impresión en su rostro.
Una chica alta, de tez blanca y cabello ondulado corto color negro es la persona tras la puerta.
—Tanto tiempo, pequeña Pau —responde ella.
—Por favor, pasa — Pau se hace a un lado para permitirle el paso.
La chica cuelga su abrigo en el perchero y se dirige al salón improvisado. Joel fue al baño pocos segundos antes de que llamaran a la puerta. Yago aún no llega.
—¡Viniste! —se escucha tras cerrarse una puerta.
—Pero si tú me llamaste —comenta la chica.
—Lo sé, pero no creí que vinieras tan rápido —Joel se acerca a la chica. —Me da mucho gusto verte —se abrazan.
Puedo afirmar que se mantuvieron así por menos de diez minutos. Al soltarse, Joel regresa la vista hacia un lado, específicamente hacia mí.
—Por cierto, te presento a Sam. Una querida vecina y amiga —me señala con su mano extendida, expresando cada palabra con una sonrisa.
—Es un placer.
—I-Igualmente —le respondo con evidente timidez.
Al verla de frente pude apreciar mejor sus facciones. Rostro delicado, nariz pequeña, labios, como quien dice término medio (ni muy grandes, ni muy pequeños), ojos miel ligeramente rasgados y unas cejas perfectamente delineadas.
—¿De dónde eres, Sam? —pregunta la chica de repente.
—D-De Cefnog —inhalo antes de continuar. —Vine a Owoka con mis hermanos y vamos a la escuela Viitor.
—¿Becas?
Asentí.
—Yo soy Aria. Aria Carlsson —acompaña su presentación con una sonrisa.
Aria, Joel y Pau se sentaron en el sofá grande mientras yo, con la letra en mano, tomé asiento en otro sofá y me dispuse a repasarla para otro canto. Cuando me sentí lista quise hablarles, pero alejé la idea en cuanto los vi entusiasmados platicando. La alegría que demuestra Pauline en su sonrisa mientras escucha y la emoción que expresa Joel cada vez que habla muestra la idea de que tal vez no se veían hace mucho. Quién sabe cuánto. Dejé la letra sobre la mesa de centro y me puse de pie.
—¿A dónde vas? —pregunta Pau al percatarse de mi repentino acto.
—Me voy a casa. Olvidé que tenía que ayudar a Basttian con unas cosas y se me pasó la hora —mostré la pantalla bloqueada de mi teléfono con la hora para cubrir mi mentira.
—Está bien ¿vendrás mañana para la lección? —cuando Pau pregunta, Aria y Joel voltearon posando sus ojos sobre mí.
—Sí —respondo sin más.
—De acuerdo. Hasta mañana.
—Hasta mañana.
Agité mi mano para despedirme y los demás me corresponden con el mismo gesto.
Liberé un gran suspiro en el pasillo. Creí que lo mejor era darles su espacio. Aún hay tiempo para seguir practicando y perfeccionarme.
—¿Qué tal te fue hoy? —pregunta Bas apenas entro y cierro la puerta.
—Bien, aunque solo fue la mitad de la clase. Se interrumpió debido a una visita.
—¿Una visita?
—Una amiga de ellos.
—Entiendo.
Me quité el abrigo y lo colgué. Un vistazo rápido al departamento fue suficiente para ver que solo estaba Basttian en el salón.
—¿Y los demás?
—An y Al salieron, Gab está en su mundo y Uri está en su habitación estudiando —explica sin quitar la vista de su revista.
—Ya veo.
Basttian deja su revista sobre la mesa de centro y se levanta del sofá.
—Has mejorado bastante — Basttian camina directo a la cocina.
—¿Tú crees?
—Claro, al menos eso es lo que se escucha cuando cantas en la ducha —ríe.
Sentí como mis mejillas comenzaron a arder. Mi única reacción fue desviar la mirada.
—Pau es buena profesora —comenta a la vez que saca un paquete de galletas de uno de los muebles superiores.
—Sí, aunque no es la única que me está ayudando.
—Pero fue la primera en querer ayudarte —separa dos platos y dos vasos. —Ese tipo de actitudes te demuestran cuando una persona vale la pena —abre el paquete de galletas y lo divide entre ambos platos. —Además, ambas congenian a la perfección —sirve jugo de mango en los vasos.
Basttian es la clase de persona que disfruta conocer gente nueva, así como sabe cómo llegar a las personas. Por un momento me sorprendió su comentario respecto a Pau, pero rápidamente esbocé una sonrisa al recordar el día en que los vi platicando, tan cercanos que parecían íntimos.
—Me alegra que pensemos lo mismo.
Cruzamos miradas y sonreímos al mismo tiempo. Recibí el vaso y el plato con galletas antes de regresar al sofá. Acompañamos el bocadillo con algo de plática.