Adele: La Sangre de Bruja. Libro I.

CAPITULO 15

Dos días pasaron larguísimos.

Adele los pasó encerrada. La doctora no aparecía. Adele no tenía manera de saber si el hechizo funcionó.

Pero al tercer día apareció el abogado. El mismo que le ofreció la ayuda con el juicio contra el dector.

Él la esperó en la sala de reuniones.

—Buenos días señorita Webbs. — parece que el abogado estaba de buen humor.

— ¿Que lo traer por acá?

— Pensé que un buen café por la mañana a mi clienta viene bien.

— Si, por más que la clienta no tiene para pagar los honorarios.

— Es secundario.

— ¿Y que es primario?

— Ayudar a mi clienta para que en el futuro me vuelve a contratar.

Adele sonrió.

—La quiero sacar de acá – dijo el abogado.

—¿Y para qué?

—Si usted se acuerda bien, tenemos un juicio pendiente contra el hospital donde falleció su mama.

Adele suspiró con tristeza.

—Sí, me acuerdo.

—Entonces para mí – dijo el hombre — es más fácil tenerla afuera y además demostrar que usted no tiene problemas psiquiátricos. ¿No los tiene, ¿verdad?

—¿Y usted que cree?

El hombre la miró sonriendo.

—Como sea, la voy a sacar de esta clínica. No será muy difícil ya que contra usted fabricaron unas denuncias con argumentos muy flojos. No hubo pericia psiquiátrica. Solo el informe de la doctora… — el abogado miró a los documentos – … Catherine Holbrone. Pero dado que la doctora renunció hace dos días, no hay nada que la impide a usted salir de acá.

“¡M—m—m! Esto me huele mal. ¿Que habrá pasado con la doctora y el hechizo de cocodrilo?” – pensó Adele.

—Está bien – dijo la chica – ¿cuándo usted estima que voy a volver a mi casa?

El abogado sonrió con los ojos.

—Mañana… a la tarde.

***

Cuando Adele volvió a su casa, en la puerta de entrada la estaba esperando una sorpresa.

Con las letras grandes, escritas con un spray negro toda la puerta atravesaba la palabra

“BRUJA”

Adele suspiró.

“Lo mereces, chica.” – pensó por dentro suyo – “Estás metida en el barro hasta el cuello. Ahora prepárate para las consecuencias.”

Adele pasó el dedo por las letras. Se sintió algo orgullosa.

Miró alrededor. La calle estaba vacía. Los vecinos la observaban a través de las persianas. Tenían caras de odio, susto y desprecio.

“Me odian. Pero no creo que son capaces hacerme algún daño grave. Los conozco de toda la vida. No son malos. Un poco locos tal vez.”

Si Adele supiera como estaba equivocada desestimando a esta gente.

***

Una semana pasó tranquila. Sin contar que los vecinos no la saludaban, cruzaban de vereda. Y también un gato negro muerto en la entrada de su casa y un collar de cinco pájaros negros sin cabezas, anillados sobre un pedazo de alambre.

Adele leía el libro de la bruja. Encontraba recetas una más sorprendente que otra. Había muchos hechizos para dañar a la gente y a los animales, pero también habían recetas para sanar. De la misma manera – yuyos, órganos de animales, palabras de hechizo. También Adele encontró un par de recetas que le dieron mucho miedo. De verdad. Ojalá nunca tendría que implementarlas. Es como meterse hasta el fondo del mundo oscuro. Prefiere morir.

***

Todo empezó cuando la anciana señora Marta Thompson tiró una lata vacía de cerveza contra la puerta de la casa de Adele.

—¡Bruja malvada! ¡Quieres matar a mi marido!

Adele abrió la puerta y salió afuera.

—¿Qué le pasa señora Thompson?

Los ojos de la mujer sacaban chispas. Pelo largo y canoso flotaba con el viento. Las manos con los puños apretados temblaban de la rabia.

Adele entendió que por las buenas esto no se va a arreglar.

—¡Mi marido está enfermo, se está muriendo por tu culpa!

—Pero yo no tengo nada que ver con todo esto. — dijo Adele tratando que su voz suene firme.

Otros vecinos empezaron acercarse. Nadie quería perder el espectáculo. Pero no se acercaban demasiado.

¿Tendrían miedo? ¿Miedo que Adele con movimiento de las manos les manda un ataque feroz de ratas? ¿O algo por el estilo?

—Yo no tengo nada que ver con todo esto — repitió Adele — llame a una ambulancia.

—¡Tú lo hiciste! ¡Bruja!

Adele conocía esta pareja de ancianos ariscos.

—Su marido tiene casi noventa años, es normal enfermarse a esta edad.

Otro anciano, señor Castormann tiró una mirada furiosa a Adele y tomó a la señora Thomson del brazo.

—Señora Thompson, venga conmigo, por favor. No se preocupe, esto no lo vamos a dejar así. Pero ahora no es el momento.

Adele también conocía a Castormann. Era un policía retirado. Es decir, si quiere hacer una demanda contra Adele, puede. Era también el secretario de la vecindad. Tenerlo como enemigo puede ser peligroso. Mejor mudarse a otro barrio.

Sin hacer nada más Adele entró a la casa.

***

Unos días después una nueva frase con el spray negro en la puerta la dijo pensativa a Adele.

“Bruja, hoy vas a morir”.

Sin preocuparse mucho Adele pasó el día haciendo cosas cotidianas.

A la noche preparó una cena rica, acompañada con un trago liviano. No tenía motivos para festejar. Estaba triste. La vida continúa sin sentido. Sanar las heridas del pasado va a llevar tiempo. Pero cada tanto hay que dar pequeños gustos.

Sirvió la mesa, la observó.

“¿Que me falta en la vida en este momento? Probablemente ver la mesa con dos platos en vez de uno. Dos copas y dos juegos de cubiertos. Y más adelante con tres y cuarto platos.”

Adele suspiró. Parece que en los ojos entro un poco de pimienta.

Pero de repente la tristeza se le voló como una piedra… que entró por la ventana sin preguntar.

“¡Dzing!” – los pedazos de vidrio saltaron por el piso.

Adele se estremeció y se dio vuelta.

¿Qué fue esto?

La piedra pego un salto en la punta de la mesa y partió el plato. Y allí se quedó, como un agregado de la cena, hundida en la ensalada.



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En el texto hay: venganza, brujeria, amor macabro

Editado: 05.02.2025

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