¿Calificar o cualificar mi vida?
-12/05/2009 -
Hablando de vida... la mayoría de la gente, hoy en día, elige su plan de vida/trabajo/estudio según le vaya a traer, en un futuro, beneficios económicos o no.
Esto está muy difundido por los medios masivos de comunicación: se idolatra al dinero y se infunde que "el estado de gracia mayor" es conseguir un buen nivel económico y poder gozar de todos los bienes materiales que esto acarrea.
Pero para esto se descarta la parte más importante, el objetivo primordial del hombre: la felicidad. Pero no ésta felicidad vendida por el mundo, por medio del dinero. Sino la verdadera felicidad. Son pocos los que aún quedan con esta fundamental expectativa: aquellos quienes se oponen a la corriente del mundo, quienes llegan a aproximarse a la idea de "vida digna y humana".
Yéndome un poco por las ramas, como es muy típico de mí, comencé a plantearme lo siguiente. Aprovecho para dar un ejemplo a aquellos que lean esto sin estar de acuerdo con mi punto de vista (lo cual es normal, y no quiere decir que un punto de vista sea mejor ni más acertado que el otro).
¿No les parece extraño que haya tantas riquezas en los países desarrollados y tanta, pero tanta pobreza en los países (y, a veces, continentes) que no tuvieron la misma suerte? ¿No les parece que el dinero, la "mayor organización del hombre" corrompe (y mucho) en este punto? Y, a partir de esto, ¿no corrompe también a las personas, pensando especialmente en aquéllos capaces de degradar a su prójimo, amigos e incluso familia sólo para conseguir más y más dinero?
Dejo en claro que lo único que pretendo con esto es que reflexionen en su interior; lo último que pretendo es provocar división entre grupos sociales, ni nada negativo que llegue a asemejársele.
Volviendo a mi tema inicial... Las carreras, nuestro futuro, los planes de vida.
¿Cómo influye todo esto en la sociedad como conjunto de personas relacionadas? Influye en que, justamente, todos estamos correlacionados en algún punto, y el modo y la calidad de vida de la sociedad dependen de las decisiones y los actos de toda persona. Si la mayoría de las personas que conforman una sociedad toman el camino que no conduce a "la felicidad absoluta" sino a la "pseudofelicidad" que nos hacen creer como cierta, arrastra también a la sociedad conjunta, en su totalidad, a un camino incorrecto, que quizás ninguno de los miembros merece.
La sociedad puede compararse con el cuerpo humano: todos somos pequeñas células que cumplen funciones esenciales. Si una célula (u órgano, maximizando) no funciona como corresponde, el organismo se altera. ¡Imagínense cómo se alteraría el organismo si la mayor parte de sus células no funcionaran como corresponde!
Este camino tomamos nosotros como sociedad, como un cáncer avanzado, cuando los pocos que quedan 'sanos' tratan de salvar a los demás.
La disciplina mental influye mucho en estos factores, en estas consecuencias: la educación –no sólo en las escuelas, sino también en las casas-, la influencia, como decía, de los medios de comunicación, las masas las corrientes, las modas...
Las corrientes... También las modas... Aquí vamos de nuevo. Parecía que la sociedad adolescente y juvenil que nos toca vivir no tuviese personalidad propia: se aferra a las tribus urbanas, hace lo que la mayoría hace para ser aceptado (a veces, o mejor, generalmente, no toman límites ni piensan en las consecuencias). Necesitan un modelo a seguir para poder encontrar su personalidad pero, a su vez, con este "modelo a seguir" tapan, inclusive, su propia identidad.
Lo que yo puedo aconsejarles, como "compañera de cuerpo", es que prueben –midiendo las consecuencias, seguramente- cosas nuevas, nuevos estilos de vestimenta, nuevas músicas, nuevos intereses, no estar tan colgados en nuestra absorbente PC, etc. Llévense a una vida nueva, ¡quiéranse!, ¡encuéntrense!, dejen que los mayores les aconsejen, ¡aprovechen sus experiencias!
Y nunca olviden a nuestro gran John Lennon, cantando:
"Imagine all the people,
Living life in peace..."
Natalia Reale. 3º Ciencias
Me encuentro releyendo esto a once años de haberlo escrito, y me da una profunda felicidad poder ver cómo nuestra sociedad ha avanzado. Mi generación es aquélla a la que le dicen que “No se les puede decir nada”, la generación que “nada tolera”, o, en mis palabras, la generación que tomó la gota que rebalsó el vaso y la hizo propia. Siento una profunda alegría de pertenecer a esta generación: la generación que busca la libertad para todos, para las chicas, los chicos, los grandes, los chicos. La libertad para nuestros hijos y nietos. Nuestra generación lucha, lucha mucho. Por nuestros derechos y los de los demás. Lucha por la preservación de los recursos. Lucha por crear un mundo mejor. Sí, ¡ya me fui por las ramas de nuevo (tanto no cambié en estos once años, pese a ya ser madre de dos pequeños engendros hermosos que me llevan de aquí a allá todo el día)!
Última reflexión: noten hasta qué punto la vida estudiantil nos marca (o por lo menos a mí me marcaba) que firmaba mis escritos con el curso al que asistía. Formaba parte de mi identidad.