¿Alguna vez les ha pasado de haber soñado algo y confundirlo con la realidad? ¿Nunca se han encontrado en ese lugar entre el sueño y la vigilia, donde se cae en el inconsciente, y les ha pasado de ni siquiera darse cuenta? Es como el atardecer, ese cielo que no llega a ser completamente día, ni completamente noche.
Cuando soñamos, es normal confundirlo con la realidad. Nos trasladamos a ese mundo inventado, copiado, compilado por nuestra mente, y lo transformamos en nuestra realidad en ese momento. Lo asimilamos como tal, y le damos ese valor.
Momento. Esto me suena de algún lado. ¿No nos pasa aún con la realidad misma? (Éste es el momento donde mis lectores se preguntan si sirve de algo leer a alguien que no parece estar para nada cuerdo)
No se asusten tanto. Todo sigue su lógica. En esta realidad en la que estamos inmersos nada es absoluto, sino que todo es relativo. Sólo nosotros sentimos que el mundo es tal cual lo percibimos.
La noción de una única realidad es un invento. Si el mundo fuera tal cual lo percibimos, no habría diferencias entre cómo ve un perro, una paloma y un ser humano. Ni siquiera existiría el daltonismo, la discromatopsia, y ni hablar de las diferencias entre los vocabularios de los distintos idiomas. Los casos en los que hay más de una palabra para un mismo color (del español), tomemos como ejemplo. Más aún nos pasa con los pensamientos, completamente subjetivos y anclados al subconsciente de cada uno. Si incluso en las cuestiones físicas hay diferencias de percepción entre seres humanos, ¿cuántas más diferencias habrá entre la llamada "realidad absoluta" en términos sociales, en términos de opiniones, y de tantas otras cosas que son absolutamente subjetivas?
Vivir como en un sueño y soñar como en la realidad. La vida es una eterna adolescencia: está inmerso, grabado, sellado con fuego en nosotros el actuar y pensar según el pensamiento de las masas. Es una eterna adolescencia. Nos dejamos llevar por tontas rutinas y descansamos en el pensamiento social. Nos dejamos convencer de que "las cosas son lo que son y no hay vuelta que darle". Como en los sueños, modificamos la realidad, la compilamos y adaptamos a gusto y piacere de cada uno, dejando de lado el sabor de la vida, el sabor dulce y encantador de cuestionarnos a nosotros mismos y ver la realidad desde su comienzo, su raíz.
¿Es esto un sueño, entonces? ¿Es lo que nosotros elegimos como realidad un sueño que nosotros nos armamos para poder ser felices y estar seguros de nuestra propia existencia y la de las cosas o seres que amamos?
¿Cuál es la realidad? La realidad es que vivimos en un sueño. Y el sueño es el aceptar el paquete de la vida como algo incuestionable donde uno se queda sin voz ni voto a la hora de cuestionar a los demás, a la opinión social, a lo físico tanto como lo metafísico, mientras uno se queda sin uno mismo. Nos quedamos sin conocernos, como el cabrito que siempre corre y pastorea y duerme, una y otra y otra vez.
La vida tal cual la conocemos es una metáfora inventada por nosotros mismos... Vivir en un sueño y soñar con nuestra realidad.
Revisando estas palabras me doy cuenta que podría agregar tantas cosas. Cosas que ya están implícitas dentro del texto, que sin saberlas ya las sabía. La noción de las convenciones sociales, la función de la hegemonía, el actuar como masa, el lenguaje y la cultura. Y tantas otras herramientas que sirvieron para hacernos pensar que todas nuestras realidades eran, en realidad, una sola, en vez de lo que somos en realidad: un tejar de diferentes realidades interactuando entre sí.