Adopción Diabólica

Capítulo 3

Desearía poder seguir durmiendo un rato más, la verdad es que me pase toda la noche buscando la forma más rápida y fácil de adoptar a Perséfone pero no encontré nada, todos los procesos tardan meses y algunos años, es demasiado tiempo para que ella este ahí no sé que le puedan hacer, ni siquiera sé lo que le han hecho antes de que yo llegara y por lo que me dijo Juan siempre la castigaban.

Yo creo que voy a necesitar de un milagro, una intervención divina o algo por el estilo para poderla sacar lo antes posible. Por lo pronto lo único que puedo hacer es apurarme para llegar antes al orfanato y pasar más tiempo con ella.

Después de una buena taza de café llego al orfanato esperando que mi cara no refleje lo cansada que estoy, al igual que ayer la madre Inés me recibe

— hija hoy llegaste temprano 

— si es que no esperaba la hora para enseñarle a mis alumnos — obviamente no era cierto, sólo quería ver que Perséfone estuviera bien  

— que buena eres hija — por la forma en que lo dice me hace creer que en verdad no cree en lo que dice, le doy una falsa sonrisa antes de escuchar los apresurados pasos de alguien.

— ¡Dalia! — grita Perséfone cuando está más cerca y me agachó para recibirla, dándome un gran abrazo — Volviste — dice emocionada 

— Claro que si, lo prometí — me levanto con ella en brazos 

— Perséfone deberías llamarla maestra no Dalia — recrimina la madre Inés 

— déjela madre, ella puede llamarme como quiera mientras estamos fuera del salón de clases — sonrío y beso la mejilla de Perséfone 

— veo que haz decidido ignorar mi consejo de no encariñarte — dice tratando de ocultar la molestia en su voz

— con todo respeto madre pero no veo nada de malo en darle amor y comprensión a la niña 

— sólo lo hago por tu bien hija, piensa bien lo que haces — dice y se va de ahí, no entiendo porque me dice eso pero no le doy demasiada atención 

— tengo que ir a preparar el salón — le digo a Perséfone mientras la bajo — ¿quieres acompañarme?

— ¡Si! — dice emocionada, saco mis cosas de la bicicleta 

— vamos — extiendo mi mano para que la tome, y caminamos hacia el salón, en cuanto pusimos un pie fuera de la recepción volteo a ver si las cosas estaban en su lugar y así era pero de repente todo pasó en cámara lenta vi como cuadro tras cuadro y las pocas estatuas que estaban ahí perdían su estabilidad para caer al piso haciéndose añicos y no conforme con eso al hacer contacto con el suelo no hacían ningún ruido, volteo a ver a Perséfone quien me está viendo expectante

— corre — es lo único que digo y empezamos a correr hacia el salón — si alguien pregunta estuvimos aquí y no sabemos que pasó ¿de acuerdo? — le digo mientras entramos al salón, ella sólo asiente y se va a sentar a su lugar, me recargo en el pizarrón sin importar que tal vez manche mi blusa con gis, aún no entiendo que pasó hace unos instantes son demasiadas cosas por asimilar en menos de una hora, la verdad no se si quiero saber las respuestas a todo esto por lo menos no de momento, desvío mi mirada hacia Perséfone quien está jugando tranquilamente con su muñeca como si nada hubiera pasado, ¿de verdad esa hermosa niña tiro esos cuadros? No ¿verdad? No, no lo creo, debe de haber otra explicación, unos golpes me sobresaltan pero solamente son los niños que ya han llegado, tengo que relajarme sino me va a dar algo, respiro y sonrío 

— Adelante niños, buenos días, pasen y tomen asiento.

 

A la hora del receso Perséfone me llevo directo hacia la banca de ayer, parece que me agarró confianza muy rápido porque en cuanto dije que podían salir, se paro, tomo mi mano y me jalo hasta aquí.

— ¿aquí si te puedo llamar Dalia?

— si claro 

— Esta bien — dijo para después escuchar a su muñeca, ahora que me acuerdo no le he preguntado a Perséfone que opina acerca de que la adopte 

— Perséfone — llamo su atención 

— ¿si? — dice levantando la vista y poniendo su muñeca en las piernas 

— ¿Qué pensarías si trato de adoptarte? 

— ¿adoptarme?

— si, ya no vivirás aquí y yo sería como tu nueva mami 

— ¿de verdad? — su voz tiene un ligero tono de esperanza al igual que su mirada 

— Sí — digo con una gran sonrisa 

— me gustaría mucho ¿Artemisa puede venir con nosotras?

— Claro que si 

— escuchaste eso Artemisa ya no vamos a tener que estar aquí solas — abraza su muñeca para después abrazarme a mi — ¿puedes cuidar a Artemisa en lo que voy allá? — Señala una mesa al otro lado donde parece que hay comida 

— Claro — me da a su muñeca y corre hacia la mesa, veo con más cuidado la muñeca que tengo en mis manos parece una de esas muñecas Barbie, su cabeza está volteada en la dirección por la que fue Perséfone pareciera como si la cuidara, ¡carajo! Suelto la muñeca y me alejo un poco, la muñeca movió la cabeza no inventes, no la quiero agarrar pero tengo que saber si usa baterías o algo por el estilo, respiro, tomo algo de valor, y la agarro, lentamente le doy dando vuelta 

— ¡Mami! — me sobresalto y aviento ligeramente a la muñeca 

— Perséfone, me asustaste — pongo mi mano en mi pecho, mi corazón late rápido

— lo siento mami — dice con algo de culpa 

— Esta bien, te regreso tu muñeca — voy a empezar a tomar distancia con esa muñeca, toma su muñeca y se sienta, traía consigo un sándwich y un jugo 

— ten mami — dice mientras extiende la comida — es para ti  

— gracias cariño — le doy una mordida al sándwich la verdad ya me estaba muriendo de hambre pero con el sustazo que me pego la muñeca se me quito, un momento ¿me dijo Mami?— ¿me dijiste mami?

— si ¿está bien? — pregunta lentamente como si esperara que la regañara por eso

— sí, no hay ningún problema — le respondo con una sonrisa — Perséfone ¿de casualidad tu muñeca no se mueve?

— no mami ¿por qué?

— no por nada, sólo tenía curiosidad — seguramente a de haber un fantasma porque también construyeron esto arriba de un cementerio, aunque eso no me reconforta en absoluto.




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