Adopción Diabólica

Capítulo 5

Estoy de pie en medio de la nada, todo es negro y no distingo el final o si es un cuarto o algo parecido, es como si fuera eleven la niña de stranger things cuando se venda los ojos y trata de localizar a alguien, empiezo a caminar tal vez encuentre algo o a alguien, escucho un ruido a mis espaldas y me volteo rápidamente, no veo a nadie, empiezo a retroceder y choco con algo, vuelvo a girar retrocediendo unos cuantos pasos, hay una cuna de bebé de color blanco, se ve casi nueva, me acerco lentamente para ver lo que hay dentro de esta, está vacía salvo por unas cobijas color rosa tal vez una niña dormía aquí, recargo mi mano en el barandal de la cuna y en cuanto lo hago, ésta se empieza a deteriorar, me alejo un poco de ahí, veo lentamente como las patas y los barrotes se empiezan a romper, el blanco de la cuna se empieza a manchar de color rojo haciendo formas de manos, las cobijas están rotas y hay manchas de sangre sobre ellas, capto con el rabillo del ojo un movimiento a mi derecha, hay alguien tirado en el piso, me acerco con cuidado, con forme estoy más cerca me doy cuenta de que es un hombre, hay algo de sangre a su alrededor, de repente se levanta y toma mi muñeca con fuerza no puedo zafarme de su agarre, su expresión es de terror, tiene el labio sangrando, un ojo hinchado y le sangra la cabeza también y me dice "sálvala"

Me despierto de golpe quedando sentada en mi cama, mi respiración está agitada, me cuesta un rato darme cuenta que estoy en mi casa y sólo fue un sueño.

Después de tomar un baño estoy más tranquila, reviso la herida de mi mano, ya se ve mejor aunque parece que va a quedar una cicatriz, noto que hay unas manchas en mi muñeca, me fijo bien y no son manchas es una mano la que tengo marcada justo donde el hombre de mi sueño me había tomado antes de decir "sálvala" pero ¿a quién? Lo único que puedo saber es que es una bebé, aunque tal vez sólo fue un sueño, un muy extraño sueño que dejó una marca.

Ya estoy lista para salir, abro la puerta y en la entrada está una muchacha alta le cálculo que mide como un metro setenta, viste sencillamente, su cabello es de un rojo intenso y tiene ojos azules 

— Ay Hola, venía a presentarme ya que voy a ser tu nueva vecina — me dice alegremente 

— Hola, no sabía que los Robinson se habían ido 

— no s que haya pasado pero yo soy Araida — extiende su mano y la tomo 

— mucho gusto, soy Dalia, me gustaría darte una bienvenida como se debe pero ya me tengo que ir a trabajar

— esta bien no te preocupes, si quieres cuando vuelvas podemos platicar 

— Claro, nos vemos — cierro la puerta de mi departamento y me voy 

— ¡que te vaya bien! — me grita Araida cuando aún no me he alejado demasiado

Al llegar al orfanato me abrió la madre Inés, aunque solamente me saludo y se fue de ahí, su trato me pareció muy frío a comparación de las veces anteriores, tal vez Gabriel le contó la pequeña platica que tuvimos ayer, quien si me recibió con mucha alegría y entusiasmo fue mi pequeña Perséfone

— ¡Mami! ¡Mami! ¡Llegaste! — decía mientras saltaba 

— si mi princesa — le dije mientras la abrazaba 

— ¿adivina que mami? 

— ¿Qué pasó? — le pregunto y tomo su mano para irnos hacia el salón de clases 

— mañana es mi cumpleaños — decía emocionada, por lo menos no le quitaron la ilusión de cumplir años, algo que agradecer 

— oh ¿de verdad? — pregunto asombrada 

— si mami, yo no digo mentiras — dice solemnemente 

— si te creo mi amor, ¿Cuántos vas a cumplir?

— siete — y me muestra con sus manitas el número

— ya estás grande  

— ¡Si! Ya soy una niña grande

— mañana te traigo un regalo, y cuando te vengas a casa conmigo te compro un pastel de lo que quieras 

— ¡SI!

 

La clase estuvo bien, todos están progresando, lo molesto fue que a cada rato pasaba la madre Inés y se quedaba como unos 15 minutos en el salón, incluso cuando se quedaba los niños se volvían más callados, Perséfone parece que agarró un poco de confianza porque ya ignoraba los comentarios de la madre Inés y eso hacia que se enojara, fue divertido.

A la salida, si las miradas de la madre Inés mataran yo ya estaría tres metros bajo tierra, creo que mi objetivo de llevarme bien con ellas falló pero bueno que más le puedo hacer.

Al llegar a mi casa me acuesto en el sillón, ¿Qué le puedo regalar a Perséfone? Va a cumplir siete años, un juguete estaría bien pero no una muñeca porque capaz que piensa que quiero reemplazar a Artemisa y eso nunca, mucho menos desde que vi que esa cosa se movió, prefiero mantener mi distancia.

Escucho que tocan la puerta, estaba tan a gusto, pero bueno me levanto a abrir y es mi nueva vecina 

— ¿Araida? 

— Hola Dalia, pensé que tal vez ya habías vuelto del trabajo y estarías cansada así que prepare algo de lasaña — extiende un refractario cubierto por aluminio 

— que linda, gracias — tomo el refractario y me muevo dejando espacio para que pueda pasar — ¿quieres pasar?

— Claro, te acompaño a comer — entra, cierro la puerta atrás de ella, dejo el refractario en la mesa y acerco unos platos para comer — que lindo apartamento 

— gracias 

— ¿vives sola? — me pregunta mientras se sienta frente a la mesa

— de momento si 

— ¿novio? — pregunta con curiosidad 

— no, que más quisiera — reímos

— te presento a mi hermano sin problemas 

Rio un poco — tal vez luego, de momento tengo pensado adoptar una niña que va a cumplir siete años — le respondo y también me siento en la mesa 

— oh que lindo, ¿ya sabes que le vas a regalar?

— no, es lo que estaba pensado, según lo que me dijo mañana es su cumpleaños 

— uy, no hay mucho tiempo para ir de compras 

— no, oye que rica está la lasaña 

— gracias, te puedo acompañar a buscar el regalo 

— ¿de verdad?

— Claro, va a ser el inicio de una gran amistad 

— Me parece genial — ya tiene tiempo que no hago nuevos amigos, bueno ni siquiera salgo con mis antiguos amigos, creo que me hace falta 




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