No sé en qué momento de mi vida todo comenzó a desencadenarse de una manera veloz, tanto que ni siquiera me daba cuenta de cuándo había ocurrido.
Estábamos en los jardines del instituto mientras dejábamos pasar el poco rato que teníamos libre. Todo esto era un completo infierno para mí. Una cárcel de cerebritos en la que claramente no encajaba del todo, porque supongo que soy una chica del montón en cuanto a los estudios. Pero del montón bueno, los que tenemos un gran corazón al menos, supongo que eso cuenta, ¿verdad? Nuestro carisma destacaba porque claramente nuestras notas no lo hacían. Y si pensaba así me sentía un poco menos inútil. Vivir rodeada de inteligentes mientras yo con suerte conseguía aprobar no era nada fácil de afrontar día tras día. Sobre todo cuando ni con tu mejor amiga a pesar de sus insistentes ayudas te es posible aprobar.
—¿Qué tal vas con álgebra?—soltó Marlene que estaba apoyada en el tronco del árbol sobre el que estábamos sentadas.
Álgebra...horror de asignatura, por no hablar de historia.
—Bien—dije tajante quitándole importancia. No quería hablar de ello, mucho menos quería hacerlo ahora que estaba disfrutando de los pocos minutos libres que nos daban. Solo quería paz.
Ella me miró y rodó sus ojos.
—¡Ni siquiera has empezado!—se exaltó. Odiaba que me conociera tan bien, era tan difícil engañarla...
Yo asentí mientras levantaba mis hombros como un signo de indiferencia.
—No sé por dónde empezar—confesé.
¿Tanto me costaba ponerme a estudiar? Creo que mi concentración nunca fue buena, siempre era la típica persona que se distraía incluso con una mosca. Cuando intentaba estudiar el caos se originaba en mi cabeza, así que era algo totalmente imposible. Nunca fui capaz de concentrarme en cosas que deberían importarme, porque estaba tan metida en mis propios pensamientos que era mucho más complicado de lo que parecía.
Desde hace cinco años ya no he vuelto a ser la misma.
Marlene notó mi mirada que estaba más que perdida en aquel momento, mis ojos estaban apuntando hacia el pasto verde en el que estábamos sentadas mientras con mis manos acariciaba la hierba tratando de dejar pasar el tiempo, sintiendo la rugosidad de la hoja en mis dedos. No me gustaba tener que enfrentarme a los problemas, era de las personas que preferían evadirlos por completo. Prefería no tener que huir de ellos, pero era incapaz de ello.
—Cambiemos de tema—se dio cuenta de lo que me ocurría— Tú y Marc... —dijo queriendo saber qué pasaba con nosotros dos.
Me quedé demasiado confusa. Mi mejor amiga a veces era demasiado cotilla, le contaba absolutamente todo pero insistía por si ocultaba algún que otro detalle. Le gustaba saberlo todo y nunca quería perderse absolutamente nada.
—¿Marc y yo...?—intenté desviar la pregunta. Otro tema del que no tenía ganas de hablar.
—No te hagas la tonta Aly, sabes de lo que te hablo.
Claro que sabía de lo que me hablaba. No era tan estúpida como para no saber lo que me estaba preguntado ya que la conocía como la palma de mi mano, ella iba directamente al grano. A la pregunta estrella. Pero la realidad era que entre Marc y yo era algo sencillo, nuestra relación no era como una relación cualquiera, porque yo no era una persona completamente normal, a mí me aterran los cambios y solía frenarme demasiado cuando me agobiaba, pero Marc era de los que querían avanzar rápido, de esos chicos que les gusta avanzar velozmente en las relaciones en vez de disfrutarlas poco a poco que era lo que solía gustarme a mí. Eso era algo que me chocaba a la hora de estar con él, porque no puedo negar que me gusta físicamente, y bastante, pero dudo mucho que sea capaz de complementarme con él a la perfección y eso es lo que me da miedo. No quiero malgastar mi vida con alguien que no es mi alma gemela o que no me haga sentir como si lo fuera.
¿Realmente lo estaba haciendo bien?
¿Era mi culpa por sentirme así?
¿Necesitaba más tiempo para adaptarme?
Yo negué con la cabeza muy despacio, haciendo todo un mohín.
—¡Lleváis seis meses! ¿Es que vais a misa los domingos o algo?
—No estoy para más dramas Mar.
Justo en aquel momento aparecieron los tres mosqueteros pasando por delante de nosotras con sus mochilas agarradas por una de las asas y andando casi como si fueran en cámara lenta en una de esas películas de adolescentes. Siempre aparecen en el mejor momento. ¿Acaso no querías drama, Alysa? Pues toma drama.
Ese grupo siempre me había caído mal, pero hubo siempre uno que destacaba por sus actos. Don perfecto en especial, que siempre iba seguido de sus secuaces. Owen, Dan y West. Eran inseparables, a donde iba uno le seguían los otros. Se creen los reyes del instituto simplemente por ser atractivos y por practicar deportes.
En una sola palabra «repugnantes»
Una de las miradas seductoras de Dan se desviaron hasta la de mi mejor amiga. Marlene estaba retorciéndose el pelo de una manera tentadora y embrujadora que no me estaba gustando nada. Esa táctica ya la conocía. Era su mejor táctica de seducción, y por ende estaba coqueteando con él, en todas mis narices.
La golpeé en el brazo para que perdieran el contacto visual. Mi mejor amiga se asustó cuando le di en el lateral del hombro y me miró con los ojos bien abiertos con ganas de querer asesinarme.
—¡¿Pero qué te pasa?!
—¿Recuerdas quiénes son o su mirada te ha teletransportado a Saturno?
Sabía que esto pasaría en cualquier momento, pero no estaba preparada para que fuese a pasar ya. Siempre supe que lo que Marlene tenía con los chicos era una habilidad, conseguía al que quería y todos caían rendidos a sus pies de una forma inmediata. Siempre supe que sus ojos acabarían puestos en alguno de los tres mosqueteros, son realmente atractivos y ella era una chica que no tenía ataduras. Pero, mierda, ¿por qué ahora? Este no era el mejor momento, bueno es que nunca sería un buen momento para ello, pero precisamente este era el peor.