Noté como una gota de agua caía directamente en mi rostro, pálido y sin vida. Una gota fría descendió levemente por mi mejilla haciendo un recorrido enloquecedor por mi rostro hasta descender a la hierba del suelo. Acababa de ser traicionada por la persona a la que había confiado mucho. Había estado con él durante seis meses, pero se habían convertido en interminables charlas profundas e intensas en las que yo contaba cómo me sentía y luego veíamos películas sin dejar de comer comida basura. Aunque no me había enamorado aún de él era como un amigo para mí, uno de verdad, y me dolía escuchar eso porque pensé que él sería diferente a los demás chicos que me rodean.
«A veces las personas que menos daño crees que te pueden hacer son las que finalmente te clavan un cuchillo por la espalda»
Aquella frase ya había cobrado sentido mucho antes de este momento, solo que nunca me había detenido a analizarla por completo. Simplemente a veces parece gustarme tropezar con la misma piedra ya que nunca aprendo de mis errores, aquellos que de alguna manera u otra siempre acababan siendo dolorosos.
Errores, aquellos que supuestamente te hacen aprender pero que a mí sólo conseguían retenerme. De alguna manera esa monotonía constante era un gran error en mi vida que no me dejaba avanzar. Supongo que necesito algo que rompa con ella por completo, para poder avanzar. Nuevas experiencias, tal vez nuevos amigos...Pero esta manera no era la indicada para hacerlo.
—¿Manchitas?—escuché un leve susurro que se perdía por el bosque.
Me limpié las pocas lágrimas que rodaban por mi rostro e intenté levantarme para irme de aquel lugar antes de que él me encontrase. No quería dejarle ver que estaba mal, porque lo estaba, no podía dejar que aquel chico al que tanto odiaba me viese en este estado. Perdida.
Salí de aquel bosque lo más rápido posible y cuando llegué al aparcamiento pude ver a través del cristal del restaurante a Dan y Marlene besándose apasionadamente en los asientos mientras West se levantaba y llevaba de la mano a Shade quien parecía haber llegado hace nada. Parecían tan felices...
No quería arruinar ese momento, por mucho que no me gustase ese acercamiento era la felicidad de mi mejor amiga. No quería dar pena, contar qué me estaba pasando y que todo se arruinase en cuestión de segundos. Así que di un último vistazo y anduve hasta la carretera, solitaria y desierta. No sé si fue la mejor decisión por la que pude optar, pero sé con certeza que fue la que yo tomé.
Iba a ser un largo camino. Mis piernas caminaban solas aunque a duras penas y en la oscuridad de la noche todo era más placentero. Más silencioso. Más tranquilizador. Mis brazos se cruzaron por debajo de mi pecho cuando un coche pasó por mi lado y levantó un poco de brisa hacia donde yo me encontraba y no pude evitar soltar algunas lágrimas más. Intenté limpiarlas y seguir adelante pero era difícil reprimir algo que era natural. Había sido más que traicionada. Otra vez.
Si era verdad lo que Owen había dicho...
Me detuve en una parada de autobús y me senté en el asiento sin pensármelo dos veces porque mis pies ardían demasiado. Respiré mientras levantaba mis pies doloridos y los miraba detenidamente encontrando heridas visibles en ellos, se veían un poco mal aunque no tanto como para decir que no podría seguir andando. Necesitaba descansar y tomar un respiro, había caminado bastante y ya me encontraba agotada, quería llegar a mi casa y dormir para que un nuevo día comenzara. Lo necesitaba. Mi cuerpo y mi mente lo necesitaba.
Mientras trataba de descansar una luz iluminó el camino y por ende todo mi rostro, dejándome totalmente ciega al instante. Tuve que poner mi mano sobre ella para al menos que esa luz cegadora no me diera directamente en los ojos. Un coche se paró justo enfrente de mí y yo me quedé un poco confusa porque aún no conseguía ver de quién se trataba. La ventanilla que daba hacia mi lado fue bajando poco a poco y el chirrido que esta hacía era un poco espeluznante. El coche estaba justo a mi altura y miré hacia el interior mientras me acomodaba en el asiento.
—¿Quieres que te lleve a tu casa?
Me quedé un poco confusa por aquella pregunta repentina. Negué con la cabeza y luego volví a dirigir mi mirada hacia el suelo, donde mis pies descansaban.
—Mi madre siempre me ha dicho que no debo subirme a coches de desconocidos.
—Soy Neizan Paige, creo que vamos a la misma clase de arte—dijo él mientras sonreía—Venga vamos, sube, te llevaré a casa.
Durante unos segundos dudé en qué hacer y analicé aquella propuesta que para mis pies era más que tentadora. La idea de seguir andando no era nada apetecible. ¿Qué podría pasar? Neizan me sonaba de verlo en clase y por los pasillos, aunque nunca antes hubiéramos intercambiado muchas palabras.
—De acuerdo...—asentí y me subí a su coche que era un 4x4 de color blanco realmente precioso.
Él se acomodó en su sitio mientras no dejaba de sonreír. Giró su cara para mirarme y se limitó a observarme pensando en qué decir porque había un silencio un tanto incómodo, o al menos por mi parte, que no sabía qué decir porque mi mente seguía totalmente colapsada.
—¿Te ha ocurrido algo?
Mi mirada se fue hasta la de él. Tenía los ojos color avellana, un pelo despeinado de color cobre y una tez morena bastante llamativa. Era guapo, pero nada en comparación con Owen, aunque este chico era apuesto y parecía amable, eso ya sumaba muchos más puntos.
—¿Tan evidente es?
—Ojos levemente rojos, rastro de lágrimas por el rostro y al parecer unos pies adoloridos. Todo apunta a que sí.
Solté una sonrisa porque me había hecho gracia que se fijara en esos detalles, pero me quedé totalmente paralizada cuando tocó con sus dedos mis mejillas. Suavemente.
—¿A qué se debe que una chica como tú esté llorando?
—Es algo complicado...
—Claro—niega varias veces con su cabeza—no te preocupes, no debes contarme nada, te llevo a tu casa ya.