Aether

BRINDIS

LENA

 

—Es lindo —comentó Ayelén devorando con los ojos al hombre de seguridad que nos había hecho pasar—. Y te está mirando, Lena —agregó con una sonrisa pícara.

Curiosa, volteé a mirar al guardia. Ayelén tiene razón; era bastante atractivo, con sus hombros anchos y rostro joven y recio. Y no me quitaba los ojos de encima. Unos ojos marrones de mirada intensa. Intenté ver el color de su aura, pero me fue imposible con toda esa gente alrededor.

Aunque eso era algo que me gustaba mucho de los lugares concurridos: la mezcla de las auras. Los colores entrelazados y alborotados, brillantes bajo las luces electrónicas. Todo se veía como un licuado de arcoíris. Como un cuadro abstracto viviente. Como...

¡Tonta! Me golpeé mentalmente por andar pensando en esas tonterías cuando un morenazo no me quitaba los ojos de encima. Le dediqué una sonrisa coqueta al de seguridad y tomé el brazo de Ayelén.

—¡Vamos a mover el bote! —les anuncié a todos mientras Gabriel guiaba al grupo al piso superior.

—¡Esa es mi amiga! —escuché decir a Nico en la retaguardia.

Paradise era la disco preferida por los universitarios por sus precios accesibles y la variedad en estilos musicales que sonaban. Era un lugar pequeño, decorado al estilo de los '50. En el piso superior se encontraban mesas contra una de las paredes y en la otra tenía una barra brillante, como en las heladerías de las películas yankees. Y en el centro había un espacio hueco que deja ver a la pista de abajo y las enormes bolas de espejos que pendían del techo. Era un lugar genial.

Gabriel nos dejó para ir a comprar algo de beber a la vez que Marisol y Ayelén nos avisaron que se iban al baño. Nico, Sam y yo nos encargamos de buscar una mesa para nosotros. Justo en ese momento comenzó a sonar un temón de Backstreet Boys. Intenté convencer a Nico y Sam para salir a bailar, pero ambos se negaron. No lo pensé dos veces, le entregué mi bolso a Nico y me interné entre las personas para bailar.

En mi adolescencia nunca me hubiera animado a bailar sola, pero me había cansado de perderme cosas divertidas solo por vergüenza y miedo. Incluso cuando escuché un "cuidado la gorda esa" solo le propiné un codazo disimulado a quien lo había dicho y seguí bailando.

Cuando la canción había cambiado a un cuarteto, Gabriel apareció enfrente de mí como por arte de magia, sosteniendo una jarra de Fernet en cada mano. Me entregó una y tomó mi mano libre.

—¿Bailamos, mi dama? ―preguntó, galante.

Gabriel, sonriente y con un Fernet en la mano, me hizo acercarme a él para luego alejarme dando pasitos rápidos, haciéndome girar bajo su mano e intentando girar él también bajo mi brazo. Así hasta que la canción estaba por terminar y las chicas volvieron del baño. De inmediato, Marisol me robó a mi compañero.

Con un encogimiento de hombros, le di un sorbo a la bebida amarga y a la vez dulce; sintiendo la mezcla de hierbas y Coca-Cola en mi boca; antes de entregarle la jarra a Ayelén y comenzamos a bailar juntas.

—¿Qué pensás que pasa acá? —preguntó Ayelén a mi lado, mirando a las dos parejas danzantes. Recién entonces, noté que Nico y Sam estaban bailando no muy lejos. Nada se le escapaba a Ayelén.

¬―A Nico le gusta Sam, por lo creo. Pero ella, o no se da cuenta o no le corresponde —dije y Ayelén asintió. Por supuesto no le dije cómo era que sabía eso—. Y creo que lo mismo le pasa a Marisol con Gabriel —agregue.

Gabriel estaba haciendo playback, cantándole de forma exagerada a Marisol mientras ella reía como tonta. Los miré pensativamente. Sonriendo al ver que Gabriel era por lo menos el doble de grande que Marisol y cómo su piel morena contrastaba con la palidez de ella. Parecía un oso bailando con un gatito.

Hubo un tiempo, cuando recién había llegado al Rancho, en que pensé que podría enamorarme de Gabriel. Bueno, creo que todavía me gustaba un poco. Después de todo él estaba más bueno que comer pollo con la mano; con esa sonrisa tierna, abdominales marcados y su aura carmesí. Pero llegué a tomarle mucho cariño, de una forma diferente. Él era tan amable con todos y siempre pensaba en los demás antes que él; era como el hermano mayor que siempre quise tener.

—No creo que Gabriel le corresponda a Marisol alguna vez —comentó Ayelén. Recordé la conversación de los chicos que había escuchado la semana pasada, en la que Gabriel había dicho que Ayelén le parecía linda. Tal vez ella lo sabía, tal vez él le había dicho o insinuado algo—. En realidad, no creo que Gabriel se fije en alguna de nosotras.

La miré algo confundida, sin saber qué quiere decir. Pero no pude preguntarle nada porque en ese momento alguien me tomó por la cintura, haciéndome pegar un brinco.

—Hola, Muffin —susurró a mi oído con esa vocecita molesta. Incluso podía sentir su sonrisa y esa suave vibración que emanaba su cuerpo, o ¿era el mío?

Asustada más por mis pensamientos que por su ataque, me separé bruscamente de Izan. Lo enfrenté con una mirada que hubiera hecho a cualquiera meno a él.

—¡Pero miren quién vino! —exclamó Nico viniendo hacia nosotros.

Las parejas de baile ya se habían desarmado y todo el grupo estaba junto en una ronda. Izan se movió a mi lado y me dedicó una sonrisa de medio lado, antes de aceptar gustoso una jarra de cerveza que le pasaba Ayelén. Pero algo en sus ojos, y en su aura, me decían que las cosas no estaban del todo bien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.