Afrodita

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—AH! Oh, sí Señor Dominguez, así. —La fricción y las embestidas se volvían más deliciosas e increíblemente satisfactorias con cada segundo que pasaba. La manera en la que una de sus manos frotaban con desespero mis pechos y la yema de su pulgar hacía movimientos circulares por mis pezones, mientras que estaba recargada sobre el escritorio de mi oficina y con mis piernas enredadas entre sus caderas y él metido entre mis muslos. Su otra mano libre daba pequeños azotes en mi trasero. —¡Sí, sí, sí, fólleme, por favor! Oh, Dios, —el señor Dominguez suelta un gruñido, y eso me indica que estamos a punto de llegar a un delicioso orgasmo.

Las embestidas se volvieron más salvajes, casi como si gritaran deseosas de más. Mi cuerpo hormigueaba
por todas las abrumadoras sensaciones satisfactorias que iban avanzando sin medida ni control. Mi cuerpo se sentía como si estuviera a unos pocos segundos de estallar, mis uñas se aferraban a la espalda suave y a la vez fuerte de Dominguez, con fuerza mientras que nuestros pieles hacían sonidos que retumbaban por toda la oficina. Mi cabello suelto se veía brincotear, yendo de un lado a otro debido a la manera en la que estaba siendo penetrada.

Mis manos empiezan a subir hacia su cabello mientras que mi cabeza se va ligeramente hacia atrás por las sensaciones que me estaban consumiendo, tiré levemente de su cabellera azabache, y a respuesta recibo un gruñido placentero y de aprobación. Está cerca, muy cerca. Ahora las dos respiraciones aceleradas y con altos suspiros subidos de tono hacían eco por toda la oficina, de un momento a otro nuestros cuerpos estaban mucho más juntos de lo que creí que se podría en ese momento.

Y llega ése orgasmo. Las embestidas se detienen junto con la fricción y roces. La bruma en la que me encontraba atrapada, desapareció.

Me bajé del escritorio, acomodando mi cabello y mi vestimenta, que ha sido toda desordenada debido a la escena de hace unos minutos, aún siento el latir desbocado de mi corazón y pulso por la fuerza que empleé.

—Señorita Mercy, ¿le parece si intercambiamos números telefónicos? Para mantener el contacto y, quizás, poder vernos en otra ocasión. —Sus ojos recorren mi cuerpo meticulosamente, dándome a entender qué es a lo que se refiere. Que desea más de mí. Como es normal en otras personas con las que he estado pero, estas aventuras con empresarios no pasan de una buena cogida en mi oficina. Ya que luego les dejo en claro mis verdaderas intenciones y hacemos negocios con mi empresa.

—Señor Dominguez, pienso que es conveniente que se olvide de esto. Mejor dedicarnos a lo profesional y negociar sobre lo que beneficia a la empresa. Es mi última palabra, la toma o la deja, no me favorece seguir perdiendo el tiempo aquí tratando de hacer negocios con usted, señor Dominguez. —Su mirada denota un poco de ira y... ¿Decepción? Como si quisiera darme una retahíla del porqué permití que llegáramos a ése punto, pero ésa mirada desaparece tan pronto como llegó.

Su postura se mantiene firme, derecha y demandante, a pesar de ello. —Me parece buena idea, Señorita Mercy. Le estaré enviando correos en lo que tenga un tiempo para hacer una reunión con otros empresarios que, parece ser llegan en una o dos semanas de México y uno de Georgia. Que tenga buen día.

Así, sin más qué decir, se gira sobre sus talones y se echa a andar hacia las medianas puertas de mi oficina, desde el rabillo de mi ojo veo cómo desaparece de la estancia. Y los recuerdos de placer se tornan a sensación de querer terminar de una vez con todas las solicitudes que llegan e inconvenientes que se presentan en la empresa.

Decido salir de mi oficina para preguntarle a mi secretaria, Rebecca, si atendió a los contadores que tenían muy buenas ofertas para el desarrollo y economía dentro del panel.

Pero cuando decido finalizar el pequeño diálogo con mi secretaria, toma delicadamente y con extremo cuidado mi brazo, como si temiera por mi reacción. —Señorita Mercy, en serio disculpe que le quite un minuto de su tiempo, pero es importante, —sus mejillas empiezan a colorarse notablemente, asentí para que continuara. —Sucede que, la puerta de su oficina quedó entreabierta cuando llegó el señor Dominguez, y la cámara de seguridad que está en la sala de espera ha grabado toda su conversación.

En ese momento pude sentir como el sentimiento de pena e irresponsabilidad me estaban consumiendo, sabía perfectamente que debía de ser más cuidadosa con éstas cosas, no habría problema alguno si desde un principio a fin de la reunión hubiera sido solo una conversación de negocios, pero esto iba más allá, las cámaras habían captado todo pero, no podía ser tan grave, ¿o sí?

De todas maneras, si no mal recuerdo, en el escritorio de Rebecca estaba un computador con vista a cada cámara de seguridad que se encontraba en la empresa, por lo tanto, no creo que alguien más haya visto toda ésa escena.

Pero algo sí era seguro, y es que mi secretaria había tenido que ver con sus propios ojos una película porno desde mi oficina ¡Vaya día que estaba teniendo!

—Señorita Mercy, creo que es importante recordarle que el mes pasado hubo un inconveniente en una de las oficinas de un trabajador, y usted decidió poner una pantalla con vista a todas las cámaras de seguridad en la área donde se encuentra el personal. Lo que quiero decir es que, cuando lleguen del descanso de la hora de almuerzo, harán la revisión de las cámaras como usted lo ordenó desde entonces, lo que quiere decir que verán todo lo que sucedió allí.

En ése momento Rebecca me distrajo de mis pensamientos y quedé estupefacta con lo que me decía, a pesar de que yo soy la dueña de la empresa, esto crearía un gran lío y rumores dentro y fuera de lo que yo podría manejar, y lo más seguro era que los chismes vendrían a la velocidad de la luz, así mismo llegando con mis asociados con los negocios y van a desistir de hacer colaboraciones y tratos conmigo.



#7223 en Joven Adulto

En el texto hay: misterio, sexo, sexo dinero amor

Editado: 12.10.2020

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