Afrodita

[ 8 ]

Lunes por la mañana. Mi almohada llena de babas y mis piernas en cualquier lugar menos la cama. Relajé mis huesos y me levanté, al mismo tiempo que mi piel se ponía de gallina al tener contacto con la fría madera pulida del suelo.

Y claro que el típico dolor de cabeza mañanero.

Me pongo mis pantuflas y me dirijo hacia al baño a darme un poco de aseo y hacer mis necesidades. Veo en el espejo mi reflejo, unas bolsas espantosas bajo mis ojos apenas se asoman, ¿y cómo no? Si estuve casi toda la noche intentando conciliar el sueño por culpa del idiota de Damian.

Aún podía recordar claramente su tacto suave pero a la vez rudo cuando hizo contacto con las partes más sensibles de mi cuerpo, como todos mis vellos se erizaron y me brindó un placer exquisito. Como mis gadeos hacían eco por ese lugar sin pudor alguno.

La manera en la que el bulto entre sus piernas chocaba con mi parte íntima que estaba cubrida apenas por dos telas delgadas, en las que fácilmente se podía sentir cualquier roce en mi entre pierna.

Quizás no era tan fastidioso e irritante como pensaba. Últimamente no intentaba molestarme con algún comentario estúpido.

Y pensándolo bien, de no haber sido por ese ataque de conciencia razonable tan repentina, seguro le hubiese abierto las piernas de par en p...

-¿Qué carajos, Afrodita? ¡Eso estaba mal! Se supone que sólo es un empresario con el que harás negocios.

-Oh, vamos, unos besos no hacen daño a nadie, ¿o sí?

-¡Cuando se trata de negocios, no!

-Por favor, si siempre me dan unas buenas cogidas en mi oficina.

-Carajos, ¡pero no en tu casa!

-¿Sabes algo? Jódete. Terminaré de arreglarme porque se me hará tarde.

¿Alguna vez dejaré de hablar sola? Créanme que no tengo ni la menor intención de hacerlo.

Salí del baño a paso rápido para buscar lo que me pondría ese día. Tomé mi teléfono mientras me dirigía a la puerta, no sé por qué tenía la absurda idea de que recibiría la mañana co un mensaje de buenos días por parte de Damian.

Claro que no me sorprendió el hecho de no encontrar ni un solo mensaje, pero sentí un poco de... ¿decepción? Preferí no ponerle nombre y concentrarme en lo que debía hacer: trabajar.

Briseida se va en un rato conmigo al aeropuerto. Lamentablemente en su instituto le han pedido que se regrese antes de lo previsto, debido a que los parciales no podrán realizarse para cuando ella llegase.

Estos días transcurrieron con una rapidez que ni siquiera yo me la esperaba, aún quería hacer muchísimas más cosas. Salir a un parque, beber como locas, que conociera mi trabajo, reírme de sus ocurrencias y hacer pijamadas.

La casa volvería a tener total silencio y vacío. Muchísimo más esa habitación que ya estaba repleta de pinturas y cuadros por doquier.

¿Le había contado lo de anoche? La verdad no quise despertarla y decidí contárselo en cuanto las dos estuviéramos listas para partir de la casa y cada una a su respectiva vida cotidiana. 
Me maquillé un poco, a la vez intentado cubrir las ojeras y el sueño que a leguas se podía notar. Hice algunas ondas en las puntas de mi cabello y empecé a tomar mis cosas para salir de la habitación.

Cerré la puerta tras de mí y caminé entre el ancho pasillo hasta llegar a la habitación de Briseida. Toqué su puerta y casi de inmediato la imagen que me encontré en ese momento hizo que las lágrimas subieran de golpe a mi garganta. 
Estaba parada frente a mí con sus dos maletas de cada lado de ella, con sus típicos vaqueros algo gastados con un toque artístico, y una ramera un poco ajustada con el logo de una de las bandas que tanto adora pero que no tengo ni puta idea de cuál sea.

Sus converse desgastadas y una coleta algo despeinada. Tras de ella se encontraba el interior de la habitación perfectamente arreglado; con unos cuadros que hizo y, al parecer, decidió dejar allí.

No pude aguantar más las lágrimas y me lancé a sus brazos, vaciló un poco pero terminó por corresponderme el cálido abrazo.

-Te extrañaré muchísimo -dije con los ojos entre cerrados y con tristeza.

-Yo extrañaré joderte la existencia, pero no es para fallecer, te aseguro que nos volveremos a ver -se separó de mí y me miró con una calidez y sonrisa ladina.

-Tienes razón. Será mejor que bajemos antes de que se nos haga más tarde. Tu vuelo no debe tardar en llegar -le devolví la sonrisa y nos dirigimos hasta la cocina en un silencio para nada incómodo, era más bien pacífico. Tranquilo.

Nos sentamos en la mesa y nos concentramos en desayunar.

-Hey, Briseida, debo contarte algo que sucedió anoche -levanté mi vista del plato y mostré mi expresión de perversión más pura para que entendiera.

-¿Ah, sí? A ver, Afrodita, ¿ahora qué has hecho? -me mostró una sonrisa torcida e igual de pervertida que la mía.

Le conté todo. Y nuevamente volvió a quedar estupefacta, aunque al parecer no le sorprendió mucho. Según ella, ya se lo veía venir, y no sólo eso, sino cosas muchísimo mejores y que terminaríamos en un círculo vicioso.

Por supuesto que se lo negué infinidades de veces. Por favor, jamás me he permitido algo así a mí misma, y mucho menos pienso hacerlo ahora.

Llamé al chófer mientras nos levantamos de la mesa haciendo bromas y riéndome de sus tonterías.

Salimos de la casa y metieron sus maletas al auto para poder ir a dejar a Briseida en el aeropuerto. El chófer empezó a conducir y me tomé un segundo para revisar la bandeja de mensajes y de correos. No había nada.

¿Por qué esperaba un mensaje de ese idiota? Era absurdo. Probablemente cuando llegara a la empresa él estaría haciendo comentarios molestos e intentar fastidiarme un buen rato.

Debía tomar todo a la ligera, un simple recostón no significa absolutamente nada. Quizás en el fondo quería creer que era así, y lo más probable es que era cierto pero, ¿por qué me siento algo molesta al pensarlo?

¿Y si hizo eso conmigo para ablandarme y aceptar el trato? Ahora que lo pienso, no me sorprendería que así fuera, viéndolo así suena lógico.



#7907 en Joven Adulto

En el texto hay: misterio, sexo, sexo dinero amor

Editado: 12.10.2020

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