Afrodita

[ 15 ]

◆ ◆ ◆
 

Siete años antes. 
 


—Entonces, haremos el proyecto en mi casa. Mamá mencionó que haría unas galletas de chocolate hoy, estoy segura de que no querrás perdértelo, —dijo Briseida animadamente, mientras metía mis libros en el casillero. 
 

El profesor de artes nos asignó a todos un trabajo sobre el orden cronológico de los artistas más famosos y relevantes en la historia. Eso sumado a intentar hacer algunos dibujos de estas personas. 
 

Como era costumbre, Briseida y yo hacíamos siempre los proyectos juntas. No había ni uno solo en el que estuviéramos separadas. Aunque, ahora que recuerdo, solo en una ocasión no estuvimos juntas. Y fue aquella vez que la profesora de historia me puso en grupo con Martha, la perra que habla. O al menos así la apodó Briseida. Ella y sus ocurrencias. 
 

—No creo que pueda ir hoy, Brise. —respondí con un poco de tristeza en la voz. 
 

—Nunca puedes, —replicó esta, poniendo sus ojos en blanco. —seguro me volverás a decir que el idiota sin cerebro al que dices llamar novio te lo impedirá. Como siempre.

—Sabes cómo se pone si no hago caso a lo que dice. Además, es fin de mes.  A Austin le gusta que pase tiempo con él en estas fechas, —mentí, nuevamente. En estos días debíamos ir a la mansión de Los Murphy a pagar las ventas que hubo en el mes.

—No sé cómo es que te dejas manipular tanto por ese hombre, Afrodita. Antes de que él apareciera salíamos a fiestas, disfrutábamos salir con chicos cada noche. ¿Acaso no te cansas en algún punto de esa relación? —insistió, con cierto cansancio en su voz de que siempre fuera lo mismo.

Por un momento quise creer que debía salir del hueco en el que estaba hundiéndome. Que estar con Austin solo me hacía alejarme de las personas más importantes en mi vida. Pero, que sobretodo, me dañaba.

Tal vez, solo tal vez, no quería dejarlo con todos los problemas que tanto le atormentan. No quería dejarlo cuando todo en su vida se veía lleno de obstáculos y adversidades. Pensé que me volvería una mala persona si lo abandonaba justo en medio de la tormenta. El problema era que prefería sanar primero sus heridas, antes que remediar las mías.

—Yo... Austin me necesita, Briseida. —respondí después de algunos segundos, sin poder verla a los ojos, —no puedo dejarlo. Tranquila, sacaré algo de tiempo para poder hacer el proyecto, y amaré las galletas de tu mamá. —dije con una sonrisa fingida, claro que ella no se la creyó.

—Ay amiga, —exhaló con desilusión, —sabes que si necesitas algo siempre estaré para ti. Si ese imbécil se atreve a hacerte daño, te juro que se arrepentirá. —declaró con un poco de enojo en la voz. Claro que ella no era consciente de todos los abusos que recibía por su parte. Si le contaba, armaría un escándalo.

—Cuida tus palabras, señorita Murphy. No sabes lo que soy capaz de hacer, —dijo Austin con un tono burlón, mientras se aproximaba a nosotras. Inmediatamente mi cuerpo se tensó, me daba terror su presencia. Tomó mi cintura y me acercó a sí, recibiendo de golpe el olor a marihuana mezclado con perfume.

—Desde aquí se pueden oír las cucarachas escarbando en tu cabeza, seguro que ya se han comido lo que decías llamar cerebro. Lo digo de esa forma porque es obvio que ya no posees uno, —replicó Briseida en tono desafiante. Ella lo odiaba con toda su alma.

—¿Es el mejor insulto que posees? —preguntó este, aparentemente burlándose.

—Ya basta, —interrumpí, zafándome del agarre de Austin. —nos vemos luego, cielo. Ya debo entrar a clases.

—Agh, de acuerdo. Nos vemos al rato, —soltó un pequeño gruñido, pero optó por irse.

Vi cómo se alejaba, revolviendo su cabello y sacando un cigarrillo. No le importaba que el director y los profesores le llamaran la atención diciendo que dentro del instituto estaba prohibido fumar. Al parecer le guiñó el ojo a algunas chicas, ya que cuchicheaban entre ellas.

Para nadie era novedad que Austin me ponía los cuernos, pero aún me dolía saber que en cualquier momento follaba con otras. Esa era la razón por la que decidía no ir a las fiestas. Puesto que él se encontraba allí, besando a miles de chicas, y estas sentadas en sus piernas.

Boté algo de aire que estaba conteniendo, pues algunas lágrimas amenazaban con salir. Pero no podía hacer una escena aquí, todo el instituto diría que soy una ilusa por llorarle después de todo lo que me hace.

—¡Hey, Mercy! —dijo un chico a mis espaldas, al parecer de manera tímida, —¿qué tal todo? —giré sobre mis talones, encontrándome con un pelirrojo lleno de pecas en su rostro perfectamente perfilado.

—Emm, ¿hola? —respondí con una sonrisa confundida, puesto que nunca antes me había hablado, —todo está bien, ¿y tú qué tal?

—Oh, cierto. —golpeó levemente su frente con la palma de su mano, —soy Nicolas Bennet, siempre te veo en los recesos. Así que decidí hablarte hoy. Lo siento si te incomodó o algo parecido. —confesó, me pareció tierna la manera en la que hablaba.

—No hay problema, Nicolas. —reí por su nerviosismo, —¿te apetece almorzar con nosotras? Hoy no tenemos compañía, —ofrecí, mientras señalaba a Briseida.

—¡Por supuesto! Sólo déjame meter mis libros en el casillero y nos vamos al comedor. —respondió rápidamente, mientras se daba vuelta hacia el lugar mencionado.

Tomé algunos apuntes, abrí mi mochila y los metí allí. Di una vista rápida a la pantalla de mi teléfono para verificar que quedara tiempo para almorzar. Por suerte, sí nos alcanzaba. Espero que todavía queden sándwiches, es lo único decente en ese lugar.

—¿Acaso estás ciega? —preguntó abruptamente Briseida, balbuceando un poco con la boca llena, de lo que parecía ser unas galletas orgánicas.

—¿Por qué lo dices? —respondí con otra pregunta, un poco confusa por sus palabras.

—No te hagas la tonta, sabes que ese chico está de babas por ti. A leguas se nota, —dijo esta mientras botaba el envoltorio en un pequeño cesto de basura en los pasillos.



#7224 en Joven Adulto

En el texto hay: misterio, sexo, sexo dinero amor

Editado: 12.10.2020

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