MARA
Había encendido el sistema de riego por dos razones: para comprobar que funcionaba y para demostrarle a Zayn que lo había hecho bien. Creo que mi lado directioner se coló y quiso hacer una salida triunfal con un mensaje implícito: la mesera con la mano vendada tiene más trucos que servir tragos equivocados.
Las habitaciones estaban siendo terminadas de preparar para cuando llegué. Mi tarea solo consistía en revisar las llaves de las duchas, cambiar unas pocas luces fundidas y revisar cerraduras de ventanas y puertas. Había dejado a Zayn hacía unos quince minutos cuando volví a percibir el olor de su colonia.
Dios. Lo había tenido tan cerca en el jardín trasero que no necesité mucho para grabarme su olor. No iba a negar que me seguía pareciendo un hombre arrolladoramente guapo. Las palabras cruzadas habían resultado un esfuerzo en mí para no demostrar lo nerviosa que me ponía su presencia. Mi etapa directioner de 16 años se mezclaba con mis sentidos y sensaciones de una adulta de 22. Y este era uno de los hombres con los que fantasee sexualmente por primera vez. Me quité por segunda vez los audífonos.
—Solo necesito cambiar una bombilla y paso a la siguiente. Por si necesitas que desaloje esta habitación.
—Solo quería continuar un poco con nuestra plática. Quería preguntar por tu compañero. El hombre mayor de la primera vez.
— ¿Mi tío? —Asintió— No vino porque esta vez no era mayor el trabajo. Además, ya tenía compromisos de otras reparaciones. ¿Hay algo malo con la habitación que pintamos?
— ¡No! Solo me generó curiosidad. ¿Necesitas ayuda con eso?—me preguntó señalando la escalera.
— No está permitido que molestemos a los jefes mientras trabajamos.
— Tu tía es tu jefe. Y yo estoy ofreciendo mi ayuda como un ser humano que desea ayudar a otro ser humano.
— Ya. Pero resulta que ese ser humano le paga a mi jefe para que yo realice este trabajo sin solicitar su ayuda. —le respondí burlona.
— Bueno, considera que tu jefe hoy se siente altruista.
Reí. —Como quieras. Solo toma lo que te dé y me das lo que yo te pida.
— Con las mujeres se me da bien dar y recibir.
Hice caso omiso al comentario porque lo último que necesitaba era una distracción que me ganara una pierna rota. Zayn hizo exactamente lo que ordené y reanudamos la conversación. Controlé mis nervios luego de la tercera vez que nuestras manos hicieron contacto. Esto se sentía surreal. Había estado horas en el hospital con mi madre escuchando a One Direction y ahora me encontraba con Zayn como ayudante.
Terminamos mi tarea y en el camino a la siguiente habitación nos cruzamos con mi tía. Sonreí tímida porque no sabía si acababa de meterme en problemas. No era usual tener a los dueños ayudándonos por el trabajo que precisamente pagaban. Tal vez supervisando y haciendo nuevas recomendaciones, pero rara vez se unían al trabajo.
— Probablemente tengamos una cena navideña y lo más seguro es que necesitemos sus servicios por tercera vez.
— Mi tía estará complacida. Le agradará saber que le estás tomando confianza a su agencia.
— Hay… —lo miré luego de que ninguna palabra le siguió a esa—Nada.
ZAYN
Me agradaba. Acaba de cambiar en casi dos horas mi concepto sobre ella. Y descubrí que quería seguir conociéndola. No con un interés sexual. Era pura curiosidad. Un poco egoísta si lo podía reconocer. Porque solo quería saber de ella como fan y la extraña relación que estábamos desarrollando al conversar. Me figuraba que al conocer lo suficiente, la iba a descartar. Hasta ahora era la exposición a lo desconocido lo que me atraía.
Como la primera vez, Mara ayudó a sus compañeras a guardar todo y continuó llevando su overol a pesar de que podía asegurar que tenía calor. Había trabajado bajo el sol por un tiempo y luego subió a encargarse de las habitaciones, que tenían el aire acondicionado apagado. En un momento se lo había preguntado pero se limitó a responder que el calor no la afectaba como a muchos.
En la noche de ese mismo día me encontré enfocado en mi tiempo con Gigi, nuestros planes e itinerario para cuando se reunieran las familias y, cómo no, me concentré en su cuerpo.
Seis días después llegaron mis padres con mis hermanas a bordo. Todos se instalaron en las habitaciones y por esos días no me había detenido a pensar realmente en mi nueva conocida. No hasta que mamá se pasó por mi habitación.
— Hijo, tu padre encontró una caja de herramientas detrás de la puerta. ¿Te pertenece? ¿Dónde la ubicamos?
Le miré extrañado — No tengo una caja de herramientas. O por lo menos no en la cocina. Y tampoco la uso. —Me levanté rumbo a la cocina para identificar dicha caja. “Limpieza y mantenimiento Salazar”. —Esto pertenece a uno de los trabajadores que vienen a limpiar. Debieron olvidarla hace unos días. Llamaré a su dueña.