Matthew estaba ahí, a solo unos metros de mí, con esa sonrisa torcida que siempre me había causado un escalofrío. Mi cuerpo se congeló, como si la realidad a mi alrededor se desmoronara y todo se volviera borroso. El aire se volvió denso, casi irrespirable, y por más que intentaba moverme, las piernas no me respondían.
—Sabía que te acordarías de mí —dijo con una calma que me aterraba aún más—. ¿No es increíble cómo el destino nos vuelve a juntar? Después de todo lo que pasó en ese barco...
Mi mente se llenó de imágenes del crucero, del caos, de los gritos, de David... y de Matthew. Su rostro siempre había sido parte de mis pesadillas, un recordatorio de todo lo que había salido mal. Y ahora estaba aquí, frente a mí, como si nada hubiera cambiado.
David seguía gritando desesperadamente a mi lado, pero su voz se ahogaba en el torbellino de terror que me envolvía. No podía escuchar nada más que el latido ensordecedor de mi corazón.
—¿No tienes nada que decirme, Sarah? —continuó Matthew, dando un paso más cerca.
Retrocedí instintivamente, tambaleándome hacia atrás, pero no podía apartar los ojos de él. Sentí las lágrimas empezar a acumularse en mis ojos, la desesperación golpeando en mi pecho. ¿Cómo era posible que estuviera aquí? ¿Cómo había escapado? ¿Cómo me había encontrado?
—Pensé que te habías olvidado de mí —dijo en un tono burlón, sus ojos clavándose en los míos—. Pero parece que siempre tienes un lugar especial para las personas que destruyen tu vida, ¿verdad?
—No... —logré balbucear, apenas capaz de formar una palabra.
—Oh, claro que sí. Lo vi en tus ojos cuando mencionaron mi nombre en las noticias. Lo supe en ese instante, Sarah, que aún me recuerdas. Y ahora... ahora que estoy aquí, podemos terminar lo que empezamos.
Su sonrisa se ensanchó, y el miedo me paralizó por completo. No podía respirar. El mundo a mi alrededor se desvanecía mientras Matthew daba otro paso más cerca.
De repente, el sonido de una bocina en la calle me sacó del trance. Algo en mi interior se quebró, y mi instinto de supervivencia tomó el control. Sin pensar, me giré y comencé a correr, mis pies apenas tocando el suelo mientras me alejaba lo más rápido que podía.
David corría a mi lado, instándome a no detenerme.
—¡Corre, Sarah! ¡No mires atrás!
Pero yo ya sabía que Matthew estaba siguiéndome. Podía sentir su presencia detrás de mí, cada paso suyo retumbando en mis oídos. La nieve que caía parecía no hacerle ningún efecto, como si él fuera una sombra que se movía por la ciudad sin ser tocado por nada.
No sabía a dónde ir, no tenía un plan. Solo corría, dejándome guiar por el puro pánico. Las calles estaban casi desiertas, y el frío helado mordía mi piel, pero no me importaba. Lo único que importaba era escapar.
Giré una esquina, casi resbalando en el pavimento helado. Mi respiración era irregular, mi corazón a punto de estallar. El miedo me había convertido en una prisionera de mis propios pensamientos, pero tenía que seguir corriendo.
—¡Sarah! —gritó Matthew detrás de mí, su voz fuerte y clara—. No puedes huir de mí para siempre.
No miré atrás. No podía. Si lo hacía, sabía que sería el final. Cada paso era una lucha por mantenerme en pie, por no colapsar bajo la presión de todo lo que estaba sucediendo.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, vi una pequeña tienda abierta al final de la calle. Corrí hacia ella con todo lo que me quedaba de energía y entré, cerrando la puerta detrás de mí con fuerza. Me apoyé contra la puerta, tratando de recuperar el aliento, mientras el sudor frío corría por mi frente.
David apareció a mi lado, con una mirada de preocupación.
—Tienes que mantener la calma, Sarah. No dejes que te vea así. Tienes que ser fuerte.
Miré hacia afuera, esperando ver a Matthew en la acera, pero no había señales de él. La calle estaba desierta, como si hubiera desaparecido de la nada.
Me quedé ahí, temblando, mi mente tratando de procesar lo que acababa de suceder. Matthew estaba suelto. Me había encontrado. Y ahora... ahora todo estaba fuera de control.
Apreté el teléfono en mi mano, el mensaje de Harper aún visible en la pantalla. Había estado tan cerca de tener un momento de paz, de dejar de sentir ese miedo constante. Pero ahora sabía que la paz era un lujo que ya no podía permitirme.
Mientras mis pensamientos seguían girando, David me miró, con un tono serio en su voz.
—Esto es solo el comienzo, Sarah. Tienes que prepararte. Él no se detendrá hasta que consiga lo que quiere.
Lo miré, mi corazón latiendo con fuerza.
—¿Y qué es lo que quiere?
David me sostuvo la mirada por un segundo, antes de responder en un tono sombrío.
—A ti, Sarah. Siempre ha sido a ti.
Permanecí en aquella tienda hasta que pude calmarme, sentia que todo había acabado y ya no podía encontrarme.
Mientras salía de la tienda me asegure de ver qué Matthew no estuviera cerca y luego de confirmar que no lo estaba empecé a caminar, no fui capaz de dar más de cinco pasos antes de escuchar su voz nuevamente.
—Sabes Sarah... Aquel día en ese asqueroso crucero mi padre me interrumpió antes de que pudiéramos divertirnos— dijo mientras fumaba un cigarrillo, su voz era escalofriantemente sarcástica.
—Pero no te preocupes, hoy vamos a terminar lo que empezamos aquel día— una risa macabra se formó en su rostro.
Antes de que yo pudiera reaccionar y correr Matthew me agarró de los brazos arrastrandome hacia un callejón justo al lado de la tienda.
El callejón era muy oscuro y la única luz que había era la tenue luz de una farola que apenas iluminaba el callejón.
Matthew me lanzó al suelo y se abalanzó sobre mi, no podía hacer nada más que intentar soltarme sin embargo era inútil. Matthew estaba metiendo sus manos debajo de mi blusa, sus dedos empezaron a rozar la piel de mi estómago, me sentía totalmente indefensa, ya había perdido toda la voluntad de luchar, sin embargo lo escuché...
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Editado: 11.12.2024