After You

Capítulo #19

La primera noche después de que Violett saliera a investigar, el insomnio se aferró a mí como una sombra, pero eventualmente el agotamiento ganó. Cerré los ojos, deseando con desesperación unas pocas horas de paz, pero lo que encontré fue un abismo aún más oscuro.

En mi sueño, el crucero In The Sea estaba como nuevo, las luces brillantes reflejándose en el agua tranquila. Podía escuchar las risas y el murmullo de las personas disfrutando de la noche, pero todo parecía distorsionado, como si lo estuviera viendo a través de un vidrio empañado. Caminaba entre la multitud, buscando algo -o a alguien-, aunque no sabía exactamente qué.

De repente, el ambiente cambió. El aire se volvió pesado, las risas se apagaron, y el sonido del agua chocando contra el casco del barco se volvió ensordecedor. Mis pasos me llevaron al salón principal, donde encontré a David, parado en el centro, con su camisa empapada de sangre. Su mirada se fijó en mí, vacía pero llena de algo que no podía descifrar.

-No pude salvarme, Sarah -dijo, su voz grave y desgarradora-. No pude salvarte tampoco.

Traté de acercarme, pero cada paso que daba parecía alejarme más. Mis pies se hundían en un piso que ya no era firme, sino un charco de sangre.

-No te vayas -grité, pero él simplemente me miró, sin moverse.

De repente, Harper apareció junto a él, su rostro pálido y lleno de miedo.

-Yo tampoco puedo salvarme, Sarah -susurró, antes de desaparecer como si nunca hubiera estado allí.

El barco comenzó a hundirse, el agua helada subiendo rápidamente por mis piernas, mi torso, mi cuello. Grité, pero nadie respondió. La presión en mi pecho era insoportable, y justo cuando el agua me cubrió por completo, desperté de golpe.

Estaba en mi cama, pero el aire a mi alrededor se sentía tan denso como en el sueño. Mi corazón latía con fuerza, como si quisiera salirse de mi pecho, y mis manos temblaban descontroladamente. Las lágrimas corrían por mis mejillas antes de que pudiera detenerlas.

-No... no puedo hacerlo... -murmuré, apretando las sábanas con fuerza.

El recuerdo del sueño, mezclado con la realidad, se arremolinaba en mi cabeza. David había muerto porque yo no pude hacer nada. Harper y Chris estaban ahora en peligro, y yo estaba aquí, atrapada, inútil.

Las paredes parecían cerrarse sobre mí. Sentía que apenas podía respirar, cada bocanada de aire como si fuera a través de una cañería oxidada.

-No quiero perderlos -susurré, mi voz quebrándose.

Las palabras resonaron en mi mente, repitiéndose como un eco interminable. Harper, Chris, Violett... Todos los que se acercaban a mí terminaban muertos, como si yo misma fuera una especie de maldición.

De repente, un pensamiento oscuro y abrumador se apoderó de mí: ¿Y si era cierto? ¿Y si yo era el problema?

Me levanté de la cama tambaleándome, intentando alejarme de mis propios pensamientos. Caminé hacia la ventana y abrí de golpe, dejando que el aire helado de la noche entrara en la habitación. Sentí cómo el frío golpeaba mi rostro, intentando traerme de vuelta a la realidad, pero no era suficiente.

-Es mi culpa... -repetí, mi voz apenas un murmullo.

Me dejé caer al suelo, incapaz de sostenerme, mientras el ataque de pánico me consumía por completo. Mi respiración era un desastre, rápida e irregular, y cada parte de mi cuerpo temblaba incontrolablemente.

En medio de mi colapso, sentí una presencia. No necesitaba mirar para saber quién era.

-Sarah -dijo David, su voz calmada pero cargada de preocupación-. No es tu culpa. Nunca lo fue.

-¡Sí lo es! -grité, mis lágrimas cayendo sin control-. Todos terminan muertos por mi culpa. Tú, Harper... ¡Todos!

David se arrodilló a mi lado, intentando tocar mi rostro, pero su mano atravesó mi piel como una brisa.

-Tienes que ser fuerte, Sarah -dijo, su tono firme pero lleno de empatía-. Harper y Chris te necesitan. No puedes rendirte ahora.

Sus palabras eran lo que necesitaba escuchar, pero no lograban romper la barrera de mi propia desesperación.

-No puedo... -susurré, cerrando los ojos con fuerza-. No puedo hacerlo.

-Sí puedes. Y lo harás -respondió, antes de desvanecerse como siempre hacía.

Me quedé en el suelo por lo que parecieron horas, intentando recuperar el control de mi respiración y de mi mente. Finalmente, cuando el agotamiento físico superó al emocional, me levanté y volví a la cama. Sabía que la batalla no había terminado, pero también sabía que no podía rendirme. No todavía.

Los días siguientes fueron un torbellino de emociones, todas mezcladas con una sensación constante de tensión en el pecho. Violett había intensificado su búsqueda, y el apartamento se había convertido en un pequeño cuartel general lleno de planos, informes, y agentes entrando y saliendo. A pesar de todo, la presencia de esas personas no lograba calmarme; cada movimiento, cada conversación en voz baja me hacía sentir más vulnerable.

Por las noches, las pesadillas regresaban. A veces eran sobre el crucero, otras veces sobre Harper o Chris. En una, veía a Harper atrapada en un lugar oscuro, gritando mi nombre mientras intentaba alcanzarla, pero algo siempre me detenía: el peso de la culpa, el miedo paralizante. Me despertaba empapada en sudor, mi respiración errática, y siempre con la misma pregunta rondando mi mente: ¿Y si no llegamos a tiempo?

Una tarde, mientras Violett revisaba un mapa con uno de sus agentes, decidí salir a caminar. Necesitaba aire, necesitaba sentir algo que no fuera esa opresión constante en mi pecho. Antes de irme, miré a Violett y le dije en voz baja:

-Necesito un momento. No iré lejos.

Ella me observó por un instante, con los ojos entrecerrados, como si estuviera evaluando si debía dejarme ir. Finalmente, asintió.

-Lleva esto -dijo, entregándome un pequeño dispositivo-. Es un rastreador. Solo por si acaso.

No discutí. Lo guardé en el bolsillo de mi abrigo y salí al frío de la tarde.




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