La tensión era tan palpable en el apartamento que casi podía cortarse con un cuchillo. Violett dio instrucciones rápidas y precisas a su equipo mientras los agentes se movían con eficiencia, revisando equipos y armas. Yo estaba parada junto a la pared, luchando contra la necesidad de gritar o hacer algo, cualquier cosa, que me sacara de este torbellino de incertidumbre.
Violett se acercó a mí antes de salir. Su expresión era severa, pero había un atisbo de preocupación en sus ojos.
—Escúchame bien, Sarah. Bajo ninguna circunstancia debes salir del apartamento. Esto no es un juego. Si Matthew está en ese almacén, es extremadamente peligroso, y no puedo distraerme preocupándome por ti.
Quise protestar, decirle que Harper y Chris también eran mi familia, pero ella me cortó antes de que pudiera abrir la boca.
—Te lo prometo, haremos todo lo posible para traerlos de vuelta. Pero si sales de aquí, podrías arruinarlo todo.
Sus palabras eran duras, pero lo que más me dolió fue el tono. Violett rara vez hablaba de esa manera, y sabía que lo hacía porque tenía miedo. Pero eso no era suficiente para detenerme.
—Está bien, no saldré —mentí, intentando que mi voz sonara convincente.
Ella asintió, aunque parecía no estar completamente convencida, y luego salió del apartamento con su equipo. Apenas cerró la puerta, mi mente comenzó a trabajar frenéticamente. No podía quedarme aquí, esperando. Harper y Chris estaban ahí fuera, en peligro, y sentía que si no hacía algo, jamás me lo perdonaría.
Esperé unos minutos, lo suficiente para asegurarme de que el equipo de Violett estuviera lo suficientemente lejos. Luego me cambié rápidamente, poniéndome ropa que me ayudara a pasar desapercibida en el frío de la noche. Antes de salir, miré alrededor del apartamento, sintiendo una punzada de culpa por desobedecer, pero mi determinación era más fuerte.
Las calles estaban cubiertas de nieve, y el aire helado mordía mi piel mientras corría hacia la estación de metro más cercana. A cada paso, mi mente estaba inundada de pensamientos y recuerdos: la risa de Harper, la manera en que Chris siempre me hacía sentir que todo estaría bien. No podía perderlos.
Tomé el metro hacia la zona industrial del puerto. El trayecto fue interminable, cada sacudida del vagón parecía amplificar mi ansiedad. A mi alrededor, las pocas personas que viajaban a esa hora estaban ensimismadas, ajenas a mi tormenta interna.
Finalmente, llegué a la última estación. Desde allí, el puerto estaba a unas cuantas calles. Caminé rápido, manteniéndome en las sombras y asegurándome de no llamar la atención. La nieve había comenzado a caer más fuerte, y el cielo estaba cubierto de nubes oscuras. Una ráfaga de viento frío me hizo estremecer, pero seguí avanzando.
Cuando llegué al área del puerto, la vista era desoladora. Los almacenes abandonados se alzaban como gigantes oscuros contra el horizonte, y el sonido de las olas chocando contra los muelles llenaba el aire. Desde lejos, vi luces en uno de los almacenes, y supe que debía ser el lugar.
Me acerqué con cautela, manteniéndome fuera del alcance de la vista. A lo lejos, vi los vehículos del equipo de Violett estacionados en las sombras. Los agentes estaban comenzando a rodear el edificio, moviéndose con precisión militar. Mi corazón latía con fuerza mientras los observaba, pero sabía que no podía quedarme allí sin hacer nada.
Encontré un camino lateral que parecía llevarme más cerca del almacén sin ser vista. La nieve crujía bajo mis botas mientras avanzaba lentamente, cada paso sintiéndose como un eco en el silencio de la noche. Cuando finalmente me acerqué lo suficiente para ver mejor, escuché voces provenientes del interior del edificio.
Mi respiración se aceleró. Estaba cerca. Demasiado cerca. No sabía qué haría una vez dentro, pero en ese momento, lo único que importaba era encontrar a Harper y Chris.
El puerto estaba oscuro y silencioso, salvo por el sonido lejano de las olas golpeando contra los muelles. Me escabullí entre las sombras, siguiendo mi instinto y tratando de no dejarme paralizar por el miedo. Los ruidos ocasionales de pasos o ecos en las paredes de metal hacían que mi corazón latiera como un tambor.
Mientras avanzaba, vi una tenue luz proveniente de una de las terminales. Me acerqué con cautela, pegándome a las paredes oxidadas, mi respiración rápida y entrecortada. Al llegar a la puerta, asomé la cabeza y sentí cómo mi estómago se hundía al ver a Harper atada a una silla, con la cabeza inclinada y la mirada perdida.
—¡Harper! —murmuré en un grito sofocado mientras corría hacia ella.
La sala era pequeña y apenas iluminada por una bombilla que colgaba del techo. El aire era denso, y el olor a humedad mezclado con óxido era casi insoportable. Me arrodillé frente a Harper, notando su rostro pálido y los restos de lágrimas en sus mejillas.
—¡Harper, soy yo! Estoy aquí, voy a sacarte de aquí —le dije mientras luchaba con los nudos de la cuerda que la retenían.
Al soltarla, Harper dejó escapar un quejido débil y levantó la cabeza lentamente. Sus ojos, cargados de confusión y miedo, se fijaron en mí.
—¿Sarah? —susurró, su voz apenas audible.
—Sí, soy yo. Estás a salvo ahora.
De repente, Harper se aferró a mis brazos con una fuerza sorprendente.
—Chris... —gimió, sus palabras cargadas de desesperación—. Se lo llevaron... se lo llevaron a otra habitación.
Mi corazón se detuvo por un momento.
—¿A dónde? —le pregunté rápidamente, pero antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de golpe.
El sonido me hizo saltar y me giré de inmediato, lista para enfrentar lo que fuera. Pero lo que vi me dejó sin palabras.
—¿Sarah? —La voz de Violett era fría, pero su rostro mostraba una mezcla de sorpresa e ira contenida. Sus ojos se movieron rápidamente entre Harper, ahora medio consciente en mis brazos, y yo.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —preguntó, su tono más agudo mientras daba un paso hacia mí.
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Editado: 09.01.2025