Unas cuantas gotas me salpican, aun así, tengo el honor de presenciar que alguien llegó en el momento perfecto, tratándose de Dongju.
La impresión me deja boquiabierta y a la vez me siento aliviada por su aparición.
El ambiente se vuelve denso, intercambiamos miradas fugaces antes de dedicarse a mirar despectivamente a Dahaek-Ho.
—Era una lástima desperdiciar semejante oportunidad. Ahora ambos están parejos—Dongju se carcajea.
Dahaek-Ho se queda sin habla procesando lo sucedido. Muestra una expresión de pocos amigos y por fin rompe su silencio:
—Vas a lamentar haberlo hecho...—lo amenaza, diciéndolo entre dientes.
—No lo creo. Tú eres el que lamentará meterse con la persona equivocada—levanta la cubeta vacía, apuntándole. Dahaek-Ho levanta la que está en el suelo y le sigue la corriente.
Están a punto de aventarse las cubetas, así que intento detenerlos.
—¡Suficiente! —les grito a ambos. —¡Dejen de actuar como seres irracionales! ¿Acaso son simios o algo por el estilo para agarrarse a cubetazos? Ridículos.
Me voy corriendo con lágrimas de rabia y sentimientos encontrados.
La frustración me invade, las emociones me dominan y lo único que quiero es pasar desapercibida, aunque es demasiado pedir para alguien corriendo y escurriendo de penas por el patio de la escuela.
Me detengo y respiro profundamente.
No voy a dejar que esto arruine mis planes. Uno decide qué le afecta y qué no. A pesar de que sea un lío de emociones ahora mismo, sigo teniendo responsabilidades andando, debo obligarme a permanecer serena.
Me dirijo por mi mochila a mi locker y saco el uniforme de deporte para cambiarme, el cual permanece en un protector plástico para ropa. Voy al baño, me encierro en un cubículo y me deshago de toda la ropa húmeda y apestosa, dejándola en el protector plástico. Me pongo el cambio y salgo, sintiendo los tenis levemente húmedos.
Dejo la ropa colgada, después vendré por ella. Me acerco al espejo y me veo hecha un desastre.
Me lavo las manos y la cara. Enjuago mi cabello y después lo seco con el secador de manos, saco un pequeño peine y lo trato de poner decente.
Me doy cuenta de que mi broche no está. Debió caerse en todo el alboroto.
Cierro los ojos y vuelvo a contenerme al recordar lo que acaba de suceder.
Me pongo la mochila y me mentalizo. Debo ir a la reunión con el consejo escolar con la cabeza en alto, como si no hubiera pasado nada. Y así salgo, eso hago y me dirijo con paso firme a la sala de maestros.
...
La corriente de aire hace mover mis cabellos mientras observo el atardecer en el tejado llamado "Rincón feliz". Derivándose a un jardín colorido el cual solamente ciertas personas en la escuela conocen de su existencia y pueden tener acceso. Al final la reunión fluyó con éxito, claramente un detalle no pasó desapercibido; el cuestionamiento de mi atuendo. Desvíe el tema al decirles que fue un accidente en el área de aseo, teóricamente siendo cierto. Insistiéndome en que lo llevarían a la lavandería por mi gran esfuerzo y empeño.
Me la he pasado aquí desde hace horas, solamente sentada y abrazando mis piernas, con mis pensamientos haciéndome compañía. Cuando quiero estar sola, suelo quedarme aquí. El único lugar donde nadie me encontrará si así lo deseo. Suelo irme cuando me siento mejor, aunque ahora ha sido la ocasión que he estado aquí tan tarde.
Debería irme antes de que cierren la escuela. Me levanto, tomo mis cosas y me dirijo camino a casa con un ritmo flojo. No tengo muchas ganas de volver, sé que un dramón me esperará. A veces simplemente necesito espacio, no quiero tener siempre la presión de ser el ejemplo, también yo me pierdo y necesito tiempo.
Al llegar a rastras, ya está completamente oscuro. Camino hasta la entrada, y la auténtica sorpresa me deja quieta.
—¿Kia Kang? —expreso sin creerlo. Hace más de dos meses desde la última vez que nos vimos debido a que estaba de vacaciones con sus papás ya que es hija única. Somos vecinas y mejores amigas debido a nuestras mamás que trabajan en el mismo hospital. Ella es un año menor que yo y es un poco escandalosa. Aunque podría decirse que somos prácticamente hermanas.
La bajita, de piel muy clara y cabello ondulado salta al escuchar mis palabras. Ella y el otro individuo salvador que me analiza detenidamente.
Están en una banca cerca del jardín y yo estoy a sus espaldas.
—¿Y yo estoy pintado o qué? —Dongju dice molesto.
Repito las palabras en mi cabeza y las recito:
—Estoy genuinamente agradecida, sin embargo, no hagamos un tsunami de un oleaje. Me encargaré de esto.
Kia nos mira uno al otro, parece que Dongju la puso al tanto de la situación y notan mi ánimo bajo, dándome espacio, porque me dejan seguir, hasta que él se levanta y me detengo.
—No tienes la culpa de lo que pasó, Jiyu—lo escucho caminar, acercándose a mí.
Me detengo y me doy la vuelta para responderle.
—Puede que no sea mi culpa, aun así, puedo tomar responsabilidad de ello—asiento y le sonrío fugazmente. Cuando estoy dispuesta a seguir mi camino, dándome vuelta, un fuerte abrazo por detrás me deja sin habla.
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Editado: 21.02.2025