Las estaciones comenzaron y terminaron, las flores de cerezo salieron reluciendo su belleza, el tiempo pasó y aunque parece que nada había cambiado, en realidad era lo contrario, todo había cambiado, incluyéndome. Estando en una nueva etapa en mi vida, cursando un nuevo año escolar en una nueva escuela en donde no conocía absolutamente a nadie, es por ello que sentía que era un nuevo comienzo al desprenderme de todo lo que solía conocer, cambiándolo por completo al desconocer lo que me iba a suceder.
Doy unos pasos y me quedo mirando la vista antes de entrar a mi secundaria, la secundaria Blomm. Una escuela con cierta historia e inmensidad, sacándome por completo de mi zona confort, enfrentándome a nuevos desafíos y miedos, ayudándome a crecer aunque, maldición, realmente los cambios drásticos te impactan de forma ambivalente que no sabes qué carajo esperar, solamente deseas sobrevivir en los momentos donde no encuentras tu rumbo, preguntándote constantemente si estás en el camino correcto, adecuado, pero para eso debes avanzar y comenzar a marcar tu camino en solitario. Y eso es jodidamente lo más difícil y lo más significativo que harás; el comenzar, siendo lo más difícil.
Mi vulnerabilidad se marcaba a cada paso, mis temores me hacían ruido interior y mis inseguridades parecían revolotear, aunque al principio sentía que extrañamente moriría, al cabo de unos días, semanas, tiempo, no fue tan malo como al iniciar, la cuestión fue mentalizarme y adaptarme hasta cruzarme en el camino con una persona especial la cual me ofreció su apoyo sin pedirlo y hoy en día está a mi lado firmemente.
—¡Jiyu!—la chica alta, de cabello corto y claro con apariencia amigable y personalidad dulce corre hacia mí sonrientemente aunque un poco agitada.
—¡Mina!—la abrazo y reímos con euforia. Estoy tan agradecida por toparme con ella y que esté en mi vida, ella fue la primera persona que me habló desde que ingresamos y fue a partir de ello que nos volvimos inseparables. —¡Te traje algo!—le extiendo unos dulces coloridos siendo de la misma edición de Agridulcencanto, haciendo hincapié en el día que nos conocimos en donde ella me ofreció unos iguales, a lo cual sonreímos divertidamente ante el recuerdo.
Recordando el primer día, me causaba mucha emoción y nervios al mismo tiempo. Las piernas me temblaban, el frío no ayudaba, hasta llegar a la entrada de la gran escuela con decenas de personas. Era muchísimo más grande que mi anterior escuela, había arboledas, otra entrada en donde te recibían, salones en distintos edificios, canchas, un jardín botánico, una cafetería, auditorios, los clubs escolares, una biblioteca y zonas de recreación y ejercicio. Era otro mundo totalmente diferente.
Decidí ir a esta escuela debido a que mi mamá asistió aquí, siento algo familiar, y sobre todo porque sería empezar de cero y conocer nuevas personas al estar lo suficientemente alejada para encontrarme con rostros conocidos. No he visto a ninguna de las personas que solía conocer, solamente era yo, mis sueños y miedos en este lugar y eso estaba bien. Crear mi destino otra vez, aunque debía admitir que me sentía vulnerable, solitaria al ver a otras personas sonriendo alegremente mientras yo seguía atenta a las indicaciones, el acomodo y el respectivo orden.
El primer día fue el más difícil, sentía que no encajaba, que sobraba y no me animaba a hablarle a nadie. Nadie me hablaba tampoco, así que solamente seguía las instrucciones para llegar a mi grupo.
Fue el día de presentaciones, inducción y básicamente conociendo el sistema de educación y a mis compañeros. Ordenándonos por número de lista, lo cual me hizo sentir aún más perdida. Todos eran rostros nuevos, y al parecer muchos de ellos se conocían o se llevaron muy bien rápidamente. En cambio yo paseaba sola por los pasillos, recorriendo la escuela e intentando encontrar en qué entretenerme de ahora en adelante, sintiéndome sola contra el mundo. Sintiéndome tímida y cohibida, casi en un rincón, quedándome en el almuerzo en una pequeña banca alejada mirando mi alrededor, hasta que ella llegó ofreciéndome dulces, espantándome y tirándolos completamente, fue que todo comenzó.
Cada una parecíamos como un color diferente, aunque complementario. Funcionando y siendo necesario. Aunque en la superficie parezcamos polos opuestos, por dentro somos como imanes. Uniéndonos naturalmente, pareciendo que es el inicio de una inseparable amistad.
Y así fue, éramos inseparables, la confianza y la comodidad fluyó naturalmente, sin forzar ni apresurar, solamente dejándonos llevar en esta nueva y bonita amistad.
—¡Me los debías!—los acepta contenta, mientras reímos y seguimos nuestro camino hacia el salón de clases.
—En mi defensa, no esperas que te griten: ¡Hola, soy Mina Mun tu compañera de clase! Tengo dulces, ¿Quieres ser mi amiga?—le arrebato el empaque, brincando y saludando imitándola, haciendo la voz chillona y exagerando mi interpretación.
—¡Oye!—hace un puchero y me arrebata los dulces de las manos, adelantándose fingiendo indignación.
—¡Yo también quiero! ¡Espérame!—la intento detener del hombro bromeando, pero se libra de mis agarres, así que me apoyo de ella como si fuera un trenecito, arrastrándome, respondiéndome con un "¿Quieres morir?" haciéndome carcajear durante el camino.
...
La clase ha terminado, quedando solamente unas cuantas más para poder salir libremente. Mientras tanto nos arreglamos el cabello y nos retocamos el maquillaje en la parte trasera del salón, en el piso cerca de nuestros lockers.
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Editado: 01.05.2025