Agridulcencanto

10 ¿CRECER ES CREER QUE TODO ESTARÁ BIEN O ES AL REVÉS?

Al desdoblar el papel con el número asignado de mi nuevo lugar, casi quiero pegarme en la cabeza con el pizarrón, al ser la penúltima de la última fila. Me dirijo cabizbaja al sitio con peor vista del salón entero, arrastrando mi trasero al frío asiento, aplastándome al llegar.

El acomodo en cada nuevo ciclo escolar es un desastre, aunque eso me da la oportunidad de socializar, lo que me anima en este caso de estar hasta la otra esquina que mi querida amiga Mina, la cual me da ánimos desde su respectivo lugar, sonriéndole ligeramente.

El tiempo ha pasado, avanzando y desarrollando la situación actual; la cercanía de Mina y Dae. Decidí seguir mi conciencia y hacer lo correcto, ayudarla en su enamoramiento, dejando de lado el mío, haciéndome infeliz aunque con la conciencia tranquila, sin embargo, en ocasiones las posibilidades me atormentaban hasta sentirme utilizada y estúpida por ocultar mi verdadero sentir, manteniéndonos a nosotros dos como sólo amigos. Permitiéndolo seguir y obligándome a sentirme feliz por su avance, pero lamentablemente no puedo hacerlo, no puedo seguir así.

Ha pasado un año desde aquel suceso, se volvieron relativamente cercanos, hablándose y tratándose constantemente, los he ayudado a que se logren unir, aunque no puedes forzar una relación. He hecho lo que he podido, la he hecho de intermediaria, recadera, consejera, casamentera y buena amiga. O al menos, lo he intentado. Sin embargo, Dae mantiene su distancia sin saber las verdaderas intenciones de mi amiga y al intentar ser amable, accede a convivir habitualmente con ella, aún así, en el fondo sé que lo hace por mí, porque se lo he pedido un sinfín de veces. Mina aún no ha tenido la oportunidad para declararse, aún.

El tiempo no perdona y yo no puedo hacer nada, nada más que aguantarme, aguantar el nudo que siento y la herida que me produce verlos juntos; ¿Amor o amistad? Ahora la espada de doble filo me apunta a mí.

Es frustrante y mentalmente agotador seguir la función cuando cada vez me cuesta más no sentirme herida y una inútil, saboteando mis propias oportunidades.

Al pensarlo solamente logro sentirme sofocada, abro la ventana y cierro los ojos disfrutando el aire fresco, escucho un partido de fútbol y al abrirlos, efectivamente se trata de un equipo jugando energéticamente y justamente, Dae es uno de los participes.

—¿Puedes cerrar la ventana?—la voz grave de un chico se presencia y me lo pide de manera neutral. Volteo y me lo encuentro casi al frente mío con una expresión seria, lo que me deja sin palabras.

Es altísimo, tiene el cabello de color rojizo y tiene un estilo mullet junto con su cabello medio recogido, ojos cafés y una presencia intimidante. Incluso usa algunos accesorios como aretes, collares y anillos que destacan su estilo.

—Un segundo—reacciono, inhalo fuertemente y después cierro la ventana.

El chico sin siquiera agradecerme se va y se sienta en el lugar equivocado; ¡Mi lugar!

—Disculpa...—miro su nombre en la placa de su uniforme escolar. —Jui Bae, ese es mi lugar.

Se ríe sin ganas y se levanta sin más, sin siquiera dirigirme la palabra. Dirigiéndose a su asiento que está al frente mío, quedándose vacío el de atrás, en el cual noto que una chica se sienta, terminando con el acomodo.

Al comenzar la clase, me siento y comienzo a ordenar mis cosas, sacando mi material escolar y mis útiles. Comienzo a anotar lo que está en el pizarrón con rapidez, resumiendo las ideas claves y adornando mi apunte.

—¿Me prestas una lapicera?—el chico se gira hacia mí, sobresaltándome.

Asiento y le entrego una de las varias que tengo, no es una molestia.

Agradece levemente, seguimos con la clase y nuevamente se voltea, interrumpiendo mi concentración.

—¿Y un borrador?—se lo paso sin más, anotando mientas tanto. —Algo más...—pide y sin dejarlo terminar le doy mi colorida bolsa de lápices con lo necesario.

Escucho que se ríe y nuestras miradas se encuentran.

—Muchas gracias, aunque lo que te iba a decir es que me resultas conocida de algún sitio...—susurra y se acerca a mi lugar, queriendo confirmar que me ha visto antes.

—¿Conocida?—repito y me acerco queriéndolo escuchar más claramente, hasta dejar caer mi lapicera cuando está frente a mi rostro, prestándome la mayor atención posible.

—Efectivamente—afirma.

—Nos van a regañar...—le susurro antes de que tome mi rostro entre sus manos, como acto reflejo a su repentina e intrusiva acción a mi espacio personal, retrocedo fuertemente, ocasionando que ambos nos caigamos de nuestros respectivos asientos, tirando y azotando todo a nuestro paso.

...

Castigados el primer día, qué original. Y todo por un accidente ridículamente innecesario.

Reniego recogiendo los respectivos envoltorios que debo recolectar, picándolos y dejándolos en el cubo de basura hasta terminar, quitándome los guantes, aún quedando tiempo para la hora del almuerzo así que decido ir a lavarme las manos. Siento que alguien me detiene de la manga, tratándose de mi compañero de castigo.

Me volteo a su lado y me entrega una bebida igual a la suya, siendo el yogur en caja de Agridulcencanto.




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