Agridulces reencuentros

Capítulo 1.  ¿Puedo extrañar algo que no recuerdo?¿Cómo sé si existe?

Dentro de estas cuatro paredes he despertado durante meses, podría decirse que años pero no estoy segura, al menos sé que he pasado aquí, máximo dos años, minimo un año, imaginate tantos días en esta casa sin poder salir, sin poder hablar con alguien más que no sea mi madre y los doctores, sin poder ser autosostenible o independiente, por el momento, de lo que estoy segura es que logré volver a caminar, recuperé mi rostro sin heridas y el dolor de mi cuerpo disminuye con el tiempo, aunque el dolor de mi alma por alguna razón no se ha ido, aún el estar aquí se siente extraño, no sé quién soy, dónde estoy, no recuerdo mi nombre, volteo a todos lados en busca de algo familiar, de algo que me diga estás en casa a salvo, pero no lo encuentro, una elegante mujer me recuerda constantemente que es mi madre, siendo que no tengo idea de quién es ella, extraño algo, algo que se siente muy importante en mi corazón, tengo un raro sentimiento, como si hubiera perdido algo pero duele más el pensar que he perdido todo, no recuerdo nada, ni un sentimiento, un olor, una canción, una comida, solo pido un solo recuerdo, una sola palabra, que me confirme que estoy donde debo estar. Incluso llamar a la señora Anne, madre, es incómodo, trato de entender, el doctor dijo que mi pérdida de memoria podía ser temporal, o tal vez definitiva, que debía aceptar esta vida como mi nueva realidad, lo que no entiendo es, ¿por qué el sentimiento de extrañar algo o alguien?. Escribía Dayana en su libreta, como consejo de su psiquiatra para poder desahogarse en momentos donde su mente la consumía.

Tras despertar del terrible accidente que había sucedido, su madre Anne deseaba poder darle una nueva vida, ocultando su pasado, ocultandole a Daina, sin pensar que esta nueva versión de su hija sería lo opuesto a lo que esperaba, constantemente frustrada, apartada del mundo, sin deseo alguno de empezar un nuevo camino, Dayana se veía detenida, deseaba conocer cómo había pasado todo, pero su madre se negaba a darle detalles del accidente y peor aún se negaba a contarle acerca de su pasado, eso aumentaba la depresión y el gran trauma que cargaba.

Al pasear por la casa podía ver retratos de ella de cuando era una bebé,—¿qué pasó con las fotos de mi adolescencia, de mi adultez?, no había nada en la casa que le ayudará a poder recordar, por ello, no le gustaba pasar el rato allí. El patio de esa enorme casa era el único lugar tranquilo, sin personal, sin médicos, sin enfermeros y sin su madre acechando. Ver las lindas plantas y hablar con ellas era su momento favorito del día. Al estar sentada en una linda banca a lado de un rosal rosa, su madre, Anne, se acercó con la esperanza de por fin conectar con su hija, Dayana permanecía apreciando las rosas, analizando sus colores, figuras y texturas con sólo observarlas.

—Veo que te gustan cada vez más las plantas. Decía Anne un poco temerosa al no saber cómo su hija reaccionaría.

—Son las únicas que no me pueden juzgar por no saber quién soy. Sin apartar su mirada de las rosas, su voz se entonaba triste y decepcionada.

—Nadie te juzga, hija.

—Solo porque soy la hija de Anne, la poderosa diplomática y empresaria española, no significa que me sienta como tal. Prepotentemente y rechazando la muestra de apoyo que su madre le quería demostrar, preguntaba:—¿Te has dado cuenta que ni siquiera tenemos el mismo acento?.

—El doctor dijo que era normal que olvidarás ciertas cosas.

—Irónicamente, recuerdo cada una de las cosas que el doctor ha dicho, ya hasta me las aprendí de memoria.

—Vale, no estoy aquí para peleas, no te hacen bien a ti y menos a mi.

—...Dayana se mantuvo callada, no sabía cómo explicarle a su madre como se sentía, no tenía esa confianza con ella.

—Hija, ¿qué te parece ir conmigo a la peluquería?.

— ¿Cómo para qué?. Dayana continuaba con su actitud cortante y repelía el esfuerzo de su madre.

—Un cambio de look te podría ayudar a aceptar tu yo de ahora.

—No puedo aceptar mi “yo” de ahora, si ni siquiera conozco mi “yo” del pasado.

—Dayana, en verdad no sé cómo ayudarte, intento de todo pero no me dejas. Interrumpiendo a su madre, con un tono enojada, le dijo. —Nunca he pedido tu ayuda, madre.

—Eso no significa que no la necesites.

—Alguna vez te has preguntado, ¿cómo es despertar cada día, sin estar segura de quién eres, lo que te gusta, sin saber que hacer por las mañanas, sin amigos con quien platicar, sin poder salir de este lugar por temor a lo que hay afuera, con miedo a olvidar el camino a casa?. Incluso cuando esto no se siente como mi casa, mi hogar o mi lugar seguro.

Ambas permanecieron por un tiempo en silencio, un incómodo momento mientras continuaban mirando las bellas rosas.

Anne decidió interrumpir ese sentimiento, tomando la mano de su hija, demostrando su comprensión al verbalizar.—Intento hacer todo lo que puedo para ayudarte, créeme hija, no deseo herirte, no deseo hacer más grande tu pesar, desearía que esto nunca hubiera pasado, pero tampoco es mi culpa lo que sucedió, me encantaría intercambiar los papeles contigo, que esto me hubiera pasado a mí y no a ti, pero no puedo, lo que sí te aseguro es que estás siendo egoísta y aún así me he quedado a tu lado, mientras todo el mundo se fue y te dejo, no te digo todo lo que deseas saber porque no te hace bien saberlo, ¿puedes creerme?.

Las últimas dos palabras resonaban en la cabeza de Dayana, esas palabras las recordaba, algo en su interior le decía que las había escuchado, ¿puedes creerme?. Provenientes de una voz masculina pero no recordaba de quién, puesto que el sentimiento de reconforte que le daba recordarlo no le permitía saber de quien era, aún así estaba impresionada con las palabras de su madre, ella sabía, que si estaba siendo egoísta era porque era la única manera en la que sobrellevaba la situación, sin embargo, serlo no le había ayudado de nada para saber sobre su pasado, tal vez intentar ceder con su madre le ayudaría, la única opción que tenía era creer en ella




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