Agridulces reencuentros

Capítulo 3. El vuelo de despedida

La idea de una despedida nunca le había dolido tanto como está, tal vez, no era la idea de decirle adiós a las personas o irse de algún lugar, para Jason eso ya era normal pero no podía soportar la idea de decirle adiós a su amada, no de nuevo, tampoco aceptaba el despedir el lugar donde su amor nació y esa ilusión se convirtió en una realidad.

Bien dicen que para avanzar, tenemos que estar dispuestos a olvidar y a dejar atrás las cosas incluso también personas.

Ahí estaba Jason enfrente de la pastelería llamada el suspiro, mirando con gran ilusión la entrada, con la esperanza de estar dormido, deseaba que ojalá eso no fuera verdad, sin embargo, enfrentarse a su realidad era necesario.

Tomó todo su valor y con su corazón en la mano entró, Susan se encontraba acomodando las galletas de chispas de chocolate, al escuchar la campana de la entrada, volteó tan rápido como pudo y le dijo.—Creo que alguien también se está despidiendo de ti. Haciendo referencia a Daina y sus galletas, procedió a sacar una para dársela.

—Gracias.

—No son como las de Daina, pero tienen lo suyo. Por primera vez Susan se había atrevido a decir el nombre de su amiga y lo decía con orgullo.

—Estoy seguro que están deliciosas. Aunque Jason daba cumplidos sobre sus galletas, no se atrevió a comer ni un poco. —Creo que sabes porque estoy aquí.

—Asumo que te irás. Decía Susan un poco triste

—Si, pero no puedo irme sin un abrazo de mi mejor amiga.

Jason alzó sus brazos para poder abrazarla tan fuerte como pudo.

—¿Te despediste del señor Carlos, cierto?.

—Mmm.. no, sé que debería, sin embargo, ya es demasiado entrar aquí, no puedo entrar a la casa.

—Vamos al parque, ahí no solo te despediras de Carlos también de esa banca vieja. Sugirió Susan mientras que Jason solo movió su cabeza afirmando.

Durante su transcurso al parque, Susan llamó al padre de Daina, él cual estaba en su casa, por desgracia se encontraba en una etapa de las quimioterapias que lo tenía muy débil, ocasionando que no pudiera ni siquiera salir a caminar.

—Tendrás que enfrentarte a entrar a la casa, ve el lado bueno, ella quiere que te despidas bien, que no tengas ningún asunto pendiente aquí. Dijo Susan mientras le daba una palmada en el hombro, Jason solo frunció su cara, encogió sus hombros y se encaminaron al hogar de Carlos.

Su gran valentía se vio tentada, al llegar a la casa, resistiendo sus impulsos de llorar, tomó un paso más para entrar, caminando por la cocina las memorias se presentaban lentamente en su mente, los recuerdos de él y Daina cocinando el desayuno, él llevando puesto la pijama de ella y ella vistiendo su camisa, así como sus días sentados en la sala mirando maratones de películas de princesas. Ahogando sus hermosos recuerdos, se dirigió directamente al cuarto del señor Carlos, sin mirar ni un poco hacia la habitación de Daina.

Carlos se encontraba recostado en su cama, con un gorro rojo que tenía bordado el nombre de su hija sobre su cabeza, por el tratamiento su cabello se había caído por completo.

—Jason, qué gusto verte aquí. Te extrañamos.

—Yo igual. La voz del chico se quebraba conforme deseaba decir adiós, sin hablar más tomó asiento al lado de la cama y Carlos tomó su mano.

—Susan ya me ha dicho lo que planeas hacer.

—No es muy buena guardando secretos.

—Nunca lo ha sido. Ambos soltaron una carcajada afirmando que Susan era la peor para ello.

—Lo único que te diré es: Muchas gracias Jason.

—¿Por qué?

—Primero, por devolverme a mi hija, ella estaba perdida en esto, -señalando a sí mismo, en referencia a su enfermedad-, estaba consumida, pero tú volviste a darle un poco de esperanza, le diste un motivo para salir de su pequeña burbuja.

Sin dejarlo terminar y con los ojos llorosos, Jason logró admitir. —Me parece hilarante, porque ella fue la que me devolvió las ganas de vivir, me dió razones para seguir fluyendo en la vida, me dió motivos para siempre creer que la vida nos dará algo bueno, me ayudó a creer en algo, aferrarme a algo para salir de la tormenta, porque al final siempre nos llegará algo mejor.

—Ella causó ese efecto en el mundo. La sonrisa de Carlos reflejaba nostalgia y sus ojos transmitían tristeza, con una cierta desesperanza en el sonido de su voz. Ahora ya estaría solo, tenía a Susan pero cuando Jason estaba podía sentir la presencia de su hija, al menos podía percibir el amor que él continuaba sintiendo por Daina, él era único que lo podía comprender. Ambos habían perdido al amor de su vida.

—Si, ella tuvo el poder de transformar muchas vidas. Y ¿segundo?

—Claro, segundo, gracias por cuidarla, aunque sé que ella nunca deseaba ser cuidada, nunca pidió ayuda y aún así, siempre estuviste para ella, le ayudaste a resolver sus problemas incluso cuando ella no lo quería.

—Lo terca nunca se le quitó.

—No, siempre fue bastante obstinada. Es raro hablar de ella en pasado. Admitía Carlos con una lágrima recorriendo sus mejillas

—Lo es, pero al menos siempre la recordaremos porque merece ser recordada.




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