Agridulces reencuentros

Capítulo 4 Deja de desear aquello que decidiste dejar.

Las cosas no siempre salen como las personas quieren, desear tanto algo no hace que suceda exactamente como uno desea, ¡qué hilarante! el sentir que merecemos que nos pasen cosas buenas y ¡qué triste! ver como ese sueño que tanto anhelamos es cumplido por alguien más y no por uno mismo. ¿Lo merecemos en verdad?, en orden de lograr contrarrestar los días es necesario ilusionarse a algo, aferrarse a esa única esperanza que queda, pero ¿no es malo también llegar a la obsesión por alguna cosa o por algo, solo porque nos gustaría tener eso o ser de esa manera?. De la misma forma, ¿sería justo qué a las personas buenas le pasen cosas buenas y a las malas le pasen cosas malas?, ¿cómo catalogamos lo bueno y lo malo?, ¿qué tal si para lograr nuestros sueños tenemos que hacer cosas “malas”?, realizar una acción que no es correcta para la sociedad, pero si es correcta para lograr lo que tanto se desea, ¿qué hacer cuando el camino correcto no resulta para obtener mis metas?. Y el esperar ya no es una opción.

Sin intención de juzgar, a pesar de todo, Anne seguía siendo una madre que quería recuperar a su hija. Sin embargo, con decisiones incorrectas la perdió una vez y parecía que podía recuperarla con las mismas decisiones erróneas; Tan equivocada estaba, puede que haya recuperado a su hija físicamente pero su alma se había perdido y su cariño no sería suyo al instante. Para Anne el tenerla en casa era bonito, imaginaba cómo hubiera sido si toda su niñez ella estuviera allí, en cambio, aunque no le gustaba admitirlo, las cosas no eran tan lindas cuando se decidia a hablarle, por más empática que fuera con ella, no le quitaba las circunstancias de dolor que su hija pasaba. Cada encuentro de madre e hija era un sabor agridulce que siempre terminaba convertido en amargo al final del día, iniciando con grandes momentos, compartiendo bellas pláticas, arruinadas por peleas, ansiedades y tristezas que no eran fáciles de eliminar por arte de magia.

Anne se encontraba divagando por los jardines de su gran casa, después de todo, también necesitaba un descanso de aquellos intentos de ser una madre para Dayana.

De pronto su celular sonó, la llamada entrante de Dylan deshacía el momento de reflexión y tristeza que tanto necesitaba.

—Hola, Anne. Expresaba Dylan, dulcemente.

—Dylan.. -la respuesta de Anne era un poco más cortante y cansada a lo que esperaría- ¿cómo has estado?, ¿listo para llegar a España?.

—Días buenos, días malos.. Emocionado por volvernos a ver.. ¿Han mejorado las cosas con Daina?.

—Dayana, -le corregía, Anne un poco molesta-, si te soy sincera no, pareciera como si cada cosa que hago o digo es un error para ella. Me preocupa haber tomado la decisión equivocada.

—¿A qué te refieres?. Preguntó Dylan, confundido.

—No lo sé Dylan, no sé si debí haberme presentado con ella en México, si debí luchar por ella, tal y como era y no haber hecho todo esto. La angustia hacía que la voz de Anne se escuchará apagada y débil.

—¿Por qué te arrepientes ahora?

—Porque mi hija no está presente, sufre y cada que intento darle mi apoyo me rechazada, sé que no siente el amor que yo le tengo, ¿que más hago? Dylan, la perdí una vez y no la quiero perder de nuevo.

Por un segundo, éste se quedó callado y cuando se atrevió a hablar, hostilmente, comentó —no sé qué decir, después de todo lo que hicimos, no entiendo que cambio.

—Me refiero que no debí haber dejado a Carlos solo, me enfoque tanto en ser esto, “ser exitosa”, sólo quería ser suficiente para él, para ella. Y aunque lo soy, no soy vista por ellos, ¿Que beneficio tuvo todo esto?.

—Si eres vista por mi. Intervino Dylan, con un sentimiento de impotencia, ya que, las palabras de Anne le dolían, detestaba escuchar el nombre de aquel hombre que le quitó a su primer amor.

—Tu no eres mi hija, eres mi mejor amigo…. Nunca fui la primera opción para nadie, no tuve: a alguien que estuviera ahí para mí, un hogar donde yo pudiera volver y llorar después de un mal día, nadie me cuido cuando lo necesite, estaba sola, yo salí adelante gracias a mi, pero cuando llegó Carlos y me dió todo eso, no supe qué hacer, preferí tirarlo a la basura porque creí que se iría, asi como tu lo hiciste aquella vez.

—Pero volví. Pronunció Dylan temblorosamente.

—Si, volviste, solo te recuerdo que te fuiste porque no era la mejor y mira regresaste casado con alguien menos perfecta que yo. Le reprochaba Anne.

—No hablemos del pasado y mucho menos de Kate. Me pidió un tiempo y planeo dárselo.

—¿La sigues amando?.

—¿Tu amas a Carlos?.. preguntaba Dylan y al no tener respuesta alguna, admitió.— ¡exacto!, mejor no respondemos ante preguntas que nos duelen.

Por un rato ambos se quedaron callados.

—...¿Crees que hubiera sido diferente si no hubiéramos hecho tantas estupideces, cómo estas?, tal vez a este punto ya habría recuperado a Dayana. Balbuceó Anne y comenzó a reconocer sus errores.

—No lo sé, Anne, ¿por qué sigues llamándola así?, te pregunto mejor, ¿por qué no aceptaste a Daina?.

—Porque ella siempre ha sido Dayana, desde que nació lo fue, pero yo decidí abandonarlos y Carlos lo cambió.

—Veo que el nombre de Daina te despierta recuerdos que no deseas aceptar. Escuchame Anne, el accidente pasó y eso no tiene nada que ver con nosotros, no lo ocasionamos, ella hubiera perdido la memoria de todas maneras.




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