Agridulces reencuentros

Capitulo 5. El mar

El recuerdo de un amor especial no permanece para siempre, pero el instante que se vive será la memoria que se encargue de darle alas al corazón en momentos donde los pies ya no son suficientes. Las imágenes y palabras pudieron ser los recuerdos perdidos en la mente de Daina, pero las sensaciones y los sentimientos que provienen de cada uno de ellos siempre estáran tatuados en su corazón, basta únicamente la chispa correcta para despertar nuevamente su interés de volver a disfrutar su vida. ¿Estarán listos los enamorados para volverse a encontrar?, aunque, una mejor pregunta sería, ¿Podrá su amor superar estos nuevos obstáculos?.

Ambos jóvenes estaban destinados a volverse a encontrar, evidentemente con algunas modificaciones en sus vidas, no obstante, sus vidas estaban conectadas. Dayana aún no sabía de los planes de casamiento con Jason, al grado que ni siquiera conocía de la existencia del chico, aun sabiendo de la existencia de Dylan, puesto que, su madre hablaba de él como un gran amigo de su juventud, muy en el fondo se denotaba el amor con que lo describia, un amor prácticamente imposible y fugaz.

Por momentos las pláticas con su madre acerca del señor Dylan la hacía pensar que él podía ser su padre, en cambio, al profundizar un poco más y analizar las palabras de su madre, algo en su voz le confirmaba que no, aquel hombre no podía ser su familia, además, su corazón tenía enmarcadas las características de su padre, no recordaba su cara o su nombre pero sí sabía que era un hombre valiente, fuerte y no necesariamente en lo físico, un tanto comprensivo y exigente al mismo tiempo, inteligente pero sobretodo un alma libre. Esas características iban en todo lo contrario a lo que su madre describe como el señor Dylan.

La visita de Dylan y Jason se aproximaba, siendo momento para que Anne, estallara la bomba de su plan para el futuro casamiento de su hija, tenía muy claro su deseo de recuperarla, de la misma manera en que tenía claro su deseo de seguir teniendo poder y dinero, sus planes de comprar la pastelería de Daina habían fallado, no deseaba hacer más grande el dolor de Carlos, él ya había perdido a su hija, sabía perfectamente que perder su negocio lo mataria, asi que los negocios con Dylan habían sido más pérdidas que beneficios, la fortuna de cada familia era muy tentadora.

Aunque Anne no necesitaba el dinero de la familia de Jason, conocía el amor que Dylan le tenía a su fortuna, era la manera perfecta para dejarlo en la ruina con un corazón roto, después de todo Dylan hizo lo mismo en su juventud y para Anne él merecía sufrir de la misma forma en que él la destrozó.

Anne se acercaba con una caja a dónde se encontraba Dayana para poder contarle sobre su sorpresiva visita, con la gran incógnita de cómo reaccionaría su hija, que pensaría o que diría, se aventuró a hablarle.

Dayana estaba muy concentrada en su estudio, pintando un extraño cuadro, en el cual, se podía denotar unas bellas rosas rojas.

—Hija, ¿podemos hablar?. Decía Anne nerviosamente desde la puerta.

—Si, pasa. Dayana se mantenía concentrada en su pintura, muy en el fondo tenía la esperanza de que sus trazos le pudieran dar alguna respuesta.

Anne permaneció por un rato en silencio, observándola desde su lugar, era una imagen cautivadora, la manera en que su hija pintaba, sus trazos limpios y precisos, y la pintura salpicando pequeñas gotas en su cara.

—Madre te encuentro un poco nerviosa, ¿Está todo bien?. El acento de Dayana cambiaba un poco, intentaba imitar y emular lo más posible a su madre.

—¿Estás practicando tu acento?. Respondía sorprendida su madre, tratando de evitar la plática que tenía en su mente.

—Nueva yo, nuevo acento. Respondía Dayana distante y fría, podía fingir que estaba intentando avanzar, sin embargo, aún así se podía notar tonos de tristeza en su voz.

—Me alegro, que lo intentes. Con sus manos temblorosas extendió la caja para que su hija la pudiera tomar. —Te traje un pequeño regalo.

—Si, no era necesario un obsequio, ¿a qué se debe?. Preguntaba Dayana mientras abría la caja, en la cual, se encontraba un recetario, lucía un poco descuidado y viejo, de él salían notas adhesivas con algunos consejos que su madre escribió en su juventud para que las recetas tuvieran los mejores resultados.

—Un pequeño regalo, ya que, solo creí que podrías intentar cosas nuevas.

—¿Con un viejo recetario?. Evidenciando su desinterés en su rostro.

Dando un pequeño suspiro, un tanto decepcionada, Anne comenzó a explicarle a su hija. —Sé que es anticuado, pero son las recetas con las que enamoré a tu padre.

—No tenía idea de que sabías cocinar. Aunque Dayana se moría por conocer más información de su padre, está vez decidió retrasar un poco más ese impulso, la última vez que intentó saber acerca de él, una pelea fue inevitable.

—No, cocinar no se me da, al menos no con lo salado y ese tipo de recetas pero si soy muy buena horneado.

—¿De verdad?

—Si, cariño, solía trabajar en una pastelería al mismo tiempo que estudiaba la universidad, fue ahí cuando conocí a Dylan y desde entonces nos hicimos grandes amigos.

—¿Y ahí también conociste a mi padre?. La chica ya no podía resistirse más a preguntarle, sabiendo el resultado -pelea-, con esperanza de saber más sobre él, decidió que valía la pena las consecuencias.




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