Ahogada en la venganza.

II

"Ya no quiero, ya no quiero,

volverte a pensar,

yo te quiero, yo te quiero,

pero me haces mal,

ya no quiero pero es droga

y dime ahora, cuando vas a

dejar de jugar"

-Cazzu

Hablé con Lía, mi mejor amiga, sobre lo que quería hacer. Al principio estuvo de acuerdo, aunque noté cierta duda en ella, pero finalmente aceptó y decidió ayudarme.

Ella también se uniría a este juego.

Juntas creamos un pequeño cuaderno con la palabra "Death Note" en letras grandes en la portada, nos pareció divertido darle ese nombre.

Dentro del cuaderno incluimos la información necesaria de los chicos con los que íbamos a comenzar el juego: nombres, números de teléfono, edades, direcciones y otros detalles que consideramos relevantes.

Después de seleccionar varios "candidatos" para el juego, decidimos empezar. Mi amiga se involucraría con un chico que previamente la había utilizado y luego rechazado a su antojo, mientras que yo comenzaría con un chico que había mostrado interés en mí y tiempo atrás había mostrado cierto interés en mi amiga, lo cual a ella le pareció ideal.

El chico se llamaba Darío, dos años mayor que yo. Lo conocía superficialmente, habiendo hablado algunas veces con él en el antiguo colegio donde él conocía a mi amiga. Debo admitir que en más de una ocasión intenté fomentar una conexión entre ellos, aunque a mi amiga no le interesaba mucho la idea, y entre ellos ya habían sucedido ciertas situaciones.

Darío empezó a comunicarse conmigo por el móvil y surgió una especie de amistad entre nosotros. Rápidamente noté que sus intenciones iban más allá de la amistad, y las mías también, claramente.

Él mostró interés en mis gustos musicales, averiguó cosas sobre mí y de alguna manera comencé a confiar en él.

Sin embargo, debo recordarme a mí misma que debo mantener mi plan.

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Me encontraba con Darío, y pasar tiempo con él se había vuelto una costumbre. Aunque en parte lo hacía por mi plan, también me sentía cómoda a su lado. A pesar de mis esfuerzos por no encariñarme, tenía muy claro cuál era mi objetivo y lo que él quería, lo que todos querían.

Estaba considerando dar el primer paso y confesarle que me gustaba. Estaba segura de que no me rechazaría y así podría continuar con mi plan sin contratiempos.

Pero él se me adelantó:

—Sabes, hay algo en lo que no puedo dejar de pensar— dijo, captando mi atención mientras estaba sentado en el banco del parque con la mirada fija en sus manos, que apretaba. Se notaba... ¿nervioso?

—Mmm, ¿qué? —pregunté curiosa, aunque sabiendo por dónde iba la conversación.

—En ti— dijo sin más, tras un largo suspiro. Aunque esperaba esas palabras, de alguna manera me sorprendieron y me hicieron sentir incómoda por un instante.

Un incómodo silencio se formó entre nosotros, hasta que finalmente volvió a hablar.

—Tranquila, sé que no sientes lo mismo— su voz sonaba apagada y su mirada seguía perdida en sus manos.

Mantuve el silencio por unos segundos más y finalmente respondí:

—¿Y quién dijo eso? —dije entre risas, logrando que por primera vez en todo ese tiempo, su mirada se posara en mí.

— ¿Estás bromeando, verdad? — preguntó y volvió a apartar la mirada.

— No, en realidad me gustas mucho — dije, de forma sorprendentemente natural. Parecía que actuar se me daba bien; mi plan iba perfectamente.

— ¿Estás hablando en serio? — su voz recuperó el ánimo y me miró fijamente a los ojos. Yo simplemente asentí con la cabeza, y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

Me gustaba cuando sonreía, aunque lo hacía raramente.

¿Pero qué estoy pensando? No, no, no, nada de sentimientos.

Ilusionar, usar, desechar.

Ilusionar, usar, desechar.

Ilusionar, usar, desechar.

Repitiéndome a mí misma, noté que Darío comenzaba a acercar lentamente su rostro al mío.

"Perfecto", pensé, y me acerqué un poco más, dispuesta a seguirle el juego.

Pero entonces una imagen interrumpió mis pensamientos: él, mi ex... ¿novio? Ni siquiera sé qué éramos.

La razón por la que estaba allí intentando ilusionar a Darío se plantó en mi mente, y no pude continuar.

En un movimiento brusco me separé de Darío y me levanté del banco.

Lo miré por un instante.

— Lo siento — susurré, para luego salir apresuradamente de allí sin esperar respuesta y regresar a casa.

No puedo hacerlo. No soy como ellos. No puedo usar a las personas. No puedo estar con alguien a quien no quiero.

¿Cómo logran hacerlo ellos? ¿Acaso no tienen sentimientos?

Siempre he creído en el amor, en que para estar con alguien tienes que quererlo. Y sigo creyéndolo. A pesar de querer dejar de sentir, no puedo. No puedo dejar de querer a ese idiota y no puedo usar a alguien más.

Recuerdos con mi ex pareja volvieron a mi mente y mis ojos se nublaron. Sentí rabia de nuevo y el deseo de venganza me consumía.

Tenía que hacer algo. Quizás no vengarme, pero sí tenía que olvidarlo de alguna manera. Y lo haría. Darío era perfecto para eso.

No me gusta usar a las personas, pero llegó el momento de dejar de ser débil.

Voy a olvidarlo, cueste lo que cueste

. Voy a dejar de sufrir por él y le demostraré que soy más fuerte de lo que él cree.



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En el texto hay: drama, amor, engaños y traiciones

Editado: 31.07.2024

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