Apreté la mano de Isaac, ambos estábamos de pie en la habitación de Trevor.
Bajé la mirada preocupada, y sentí mis ojos arder por tanto llorar.
—¿Cómo estaba cuando lo dejaste? —intenté concentrarme pero me fue imposible.
Isaac se encogió de hombros —. Durmiendo, se había dado un baño y le hice tomar mucha agua. Me pedía perdón a cada rato.
Tragué saliva y arrugué mi frente sintiendo enojo por toda ésta situación.
La injusticia del mundo tiende a nublar la mente de cualquier persona, y es tan complicado huir. Pero no porque sea difícil, sino porque no sabemos de que cosa huir ¿Cómo darnos cuenta? Si cuando levantamos la mirada todo se ve contaminado por la realidad podrida, sin vida, sin razón, sin justicia... pensarlo de esa forma, hace que todo sea más fácil a la hora de abandonar la carrera, y quedarnos allí quietos, resignados, hundidos y sin esperanzas.
La luz desaparece, y la oscuridad se hace ver eterna.
Que engañosa es la vida. Que dolorosa.
No todos nacimos para ganar una guerra, sin embargo el destino nos termina haciendo jaque mate, y muy pocos se dan cuenta que existe la revancha.
La mayoría baja los brazos, y aceptan que perdieron.
—¿Se lo dirás tú? —apreté el hombro de Isaac algo nerviosa —. Si quieres puedo estar contigo, me gustaría que Trevor vea que no está sólo.
Isaac me sonrió de costado inundado por una expresión de pura melancolía —. Gracias niña, si me gustaría que se lo digamos juntos.
Asentí y lo tomé del brazo mientras tomaba el picaporte de la puerta.
Hizo un pequeño ruido cuando entramos, el lugar estaba oscuro pero se notaba su figura durmiendo en paz sobre la cama.
Ambos fuimos lentamente hasta su lado. Me quedé un rato estudiando su rostro, la punta de su nariz estaba rojiza al igual que sus mejillas, las cuales delataban caminos de lágrimas secas. Su respiración era profunda, y me hacía recordar a un niño, con sus manos en puños cerca de su pecho. Hice una mueca intentando eludir el llanto que se había atascado en mi garganta.
—No quiero despertarlo —bajé la mirada y miré mis manos —. Se lo ve tranquilo, no quiero darle una razón que lo sentencie a más dolor.
—No podemos ocultarle lo de Mailen, lo siento niña, es algo que no nos corresponde —Isaac se cruzó de brazos sin despegar la vista de su mejor amigo —. El haría lo mismo por mí.
Sentí la calidez de mis lágrimas que no pude aguantar. Apreté mi cabeza sintiendo que todo ésto es una mentira pasajera, que mi amiga está viva y que nada pasó.
¿Cómo es que hace unos días todos nos reíamos y ahora nadie es capaz de mirarse a los ojos? como si todos de repente fuéramos completos desconocidos.
—Trevor —dijo Isaac y lo movió apenas un poco —. Despierta, tenemos que hablarte de algo importante.
Éste se quejó un poco y abrió sus ojos de par en par. Arrugó su frente algo dormitando, y se estiró sobre su cama algo confundido.
Prendió el velador que había a un costado de su cama, y pasó su mano una y otra vez por su rostro cansado.
—Ey —sonrió esperando a que digamos algo, pero aún así elevó su mano para que hagamos silencio —. Antes que nada, estuve pensando en lo que me habían dicho...
—Trevor... —intenté interrumpirlo.
—No Gabi escucha, lo siento ustedes tenían toda la razón. Fue muy tonto de mi parte haber caído en la droga, pensé que la necesitaba, pero en realidad no es lo que yo necesito, sino lo que Mailen necesita —sonrió con un pequeño brillo sobre sus azulados ojos —. Isaac, tranquilo. No lo haré de vuelta, de ahora en más...
—Hermano —esta vez lo interrumpió sin dejarle terminar —. Lo siento mucho.
Llevé mi mano a mi boca intentando aguantar mis lágrimas al ver la cara de confusión en Trevor.
Su sonrisa desapareció, y me miró de reojo sin entender lo que pasaba.
—¿Que lo sientes? ¿Qué? ¿Por qué? —dijo incrédulo —. Si yo... —su mirada se detuvo en un punto perdido en el espacio —. Mailen, ella... —se puso de pie de forma torpe, intentó ir hacia la puerta, pero Isaac lo detuvo.
—Lo siento mucho, de verdad —dijo al borde del llanto.
Trevor intentó zafarse —. No, no, ¡No! ¡Mailen! ¡Mailen! ¡Necesito verla! —dijo gritando en puro dolor.
En ese momento aguantar el llanto me fue imposible, me acerqué hacia ellos y tomé de los hombros a Trevor, el cual se derrumbó en mil pedazos. Sus gritos pasaron a ser quejas insoportables de un dolor que ni él mismo era capaz de controlar. Sus manos fueron directamente hasta su pecho, como si intentará buscar algún rastro de vida, algún suspiro que le devuelva el aire que hace unos minutos ya no ingresaba más.
Sus ojos se inundaron en lágrimas pesadas y caían como cascadas de sus mejillas. Trevor gritaba del dolor. Elevó su cabeza y apretó su agarre en el hombro de Isaac, él era su único soporte en aquel momento agonizante.
—¡Necesito verla! ¡Quiero verla! ¡No! —dijo en un grito reprimido. Cerró sus ojos y comenzó a temblar en cada llanto que largaba.
Con Isaac lo abrazamos por unos minutos más. Nunca pensé en vivir un momento tan fuerte como éste, ver como alguien perdía al amor de su vida en tan sólo unos minutos, ver lo frágiles que somos y los sensibles que son nuestros cuerpos, como se retuercen intentado soportar la pérdida de alguien querido.
Elevé la mirada hacia la puerta, y distinguí a los mellizos con lágrimas en sus mejillas, intentando acompañarnos en el dolor que todos estábamos sintiendo.
Finalmente Trevor se puso de pie y caminó algo desorientado hasta donde se encontraba Mailen.
Con los demás lo seguimos atento a sus movimientos. Los pasillos se hicieron eternos, y los pasos de Trevor eran débiles, como si apenas pudiera sostenerse.
Judith abrió la puerta y se sorprendió al ver a Trevor, esta intentó hablar al borde del llanto, pero fue apartada a un costado.
Trevor corrió hacia la camilla de Mailen, la cual todavía seguía conectada a las máquinas. Su rostro estaba pálido, aún golpeado y maltratado.