Alondra salió de la cafetería con el teléfono aún en la mano, la conversación con Don Maxi rondando en su cabeza. Su intuición le decía que había piezas del rompecabezas que aún no encajaban, pero al menos tenía información suficiente para calmar, o enfurecer a su jefe malhumorado.
Caminó con pasos apresurados por la calle y entró nuevamente al edificio de la escudería con paso firme, esquivando empleados que se movían como si estuvieran en una carrera contra el tiempo. No se detuvo a saludar a nadie ni a intercambiar comentarios sobre el caos reinante. No tenía tiempo para eso.
Al llegar al pasillo principal del quinto piso, empujó la puerta de la oficina de Bastian sin previo aviso, como era su costumbre. Él estaba revisando documentos en su escritorio, el ceño fruncido y la mandíbula tensa. A juzgar por su expresión, había pasado el último rato lidiando con más problemas de los que probablemente estaba dispuesto a tolerar.
Sin esperar que la invitara a hablar, Alondra se plantó frente a su escritorio y soltó la información sin rodeos.
—El licenciado Smith, jefe del departamento legal, se fue de vacaciones hace dos días —dijo, cruzando los brazos. —En ese departamento solo quedan pasantes, estudiantes de derecho que apenas están aprendiendo a sobrevivir en el mundo corporativo.
Bastian levantó la mirada, claramente irritado.
—¿Me estás diciendo que todo el departamento legal está en manos de un grupo de aprendices? —gruñó.
—Básicamente, sí — respondió ella con calma. —Pero hay más. Recibimos un correo corporativo informando sobre el error en los contratos. Me dijeron que los documentos corregidos llegarán al final del día o, como mucho, mañana a primera hora—.
El sonido de un bolígrafo golpeando la mesa resonó en la oficina. Bastian se pasó una mano por el rostro, exhalando con frustración.
—Esto es un desastre — murmuró — ¿Y quién exactamente autorizó esa modificación sin notificarme? —
Alondra se inclinó ligeramente hacia él, con una expresión que revelaba que aún quedaba mucho por descubrir.
—La orden vino de la sede central— dijo —Pero todavía no sabemos quién dio la instrucción exacta—.
Bastian la miró en silencio por unos segundos, la tensión en su rostro reflejando su irritación. Alondra sabía que él odiaba no tener el control absoluto de una situación, y esto definitivamente era algo que se le escapaba de las manos.
—Entonces, averígualo — ordenó finalmente, con esa voz grave que hacía que cualquiera se pusiera a trabajar al instante.
Alondra sonrió de lado. — Justo lo que esperaba escuchar—. Susurró para sí misma. Bastian con una semblante desafiante le dijo —dijiste algo—
—Nada jefecito —respondió antes de salir de la oficina, buscando su lugar de trabajo para ponerse a redactar los nuevos contratos con la información recibida por Don Maxi.
De vuelta en su escritorio, Alondra se dejó caer en su silla, soltando un suspiro mientras tamborileaba los dedos sobre la superficie pulida. La oficina seguía siendo un caos, pero ella estaba más centrada en sus propios pensamientos que en el ruido a su alrededor.
Sin perder tiempo empezó a redactar los nuevos contratos con la información enviada por Don Maxi, el jefe mayor, a cabo de dos horas, usando el teléfono fijo de su escritorio marcó el número de Bastian. Dos tonos sonaron antes de que él contestara con su habitual voz grave y seca.
—¿Qué pasa ahora, Vidal? — preguntó, sin siquiera molestarse en saludar.
Alondra reprimió una sonrisa. —Siempre tan encantador, amable y educado—, le respondió ella con una ironía que no dejaba dudas.
—Lo esperan en los talleres — soltó de golpe —Necesitan que firme nuevamente la autorización de los suministros que solicitó la semana pasado para ensamblar los autos de la próxima carrera. Parece que la están pidiendo otra vez—.
Hubo un silencio breve al otro lado de la línea. Podía imaginarse a Bastian cerrando los ojos un segundo, como si estuviera juntando paciencia.
—¿Qué parte de “estos asuntos deberían estar resueltos desde hace días” no entienden? —gruñó.
—¿La parte en la que usted espera que todo funcione perfectamente en esta empresa sin que nadie meta la pata? — respondió ella con tono ligero, pero sin perder la seriedad.
Bastian soltó un suspiro pesado, como si aceptara que pelear con ella sobre esto no lo llevaría a ninguna parte. —Está bien, voy para allá —dijo finalmente.
Pero Alondra aún no había terminado.
—También quieren que supervise y verifique el prototipo del holograma a escala. Ya está listo, para eso recuerda de llevar el primer prototipo que diseñaste y se almacenó en el USB que está en la caja fuerte—.
El silencio de Bastian se extendió unos segundos más esta vez. Alondra se preguntó si estaba frunciendo el ceño o si simplemente se estaba resignando al hecho de que su jornada laboral no tendría descanso.
—Voy en cinco minutos —respondió al fin.
—Perfecto. Lo estarán esperando en los talleres, jefecito— dijo ella, con un leve tono burlón antes de colgar.
Alondra se levantó de su silla con una sonrisa satisfecha. Todo seguía siendo un desastre, pero al menos iba encaminada a poner algo de orden cuando envió por correo los contratos a Don Maxi para su revisión y aprobación.
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Editado: 03.05.2025