Aislados

C6: Presentación

MAYA

 

 

Lo peor que me podía pasar era que me haya tocado el sujeto A, no sabía muy bien cómo se manejaban las cosas, pero si todo era conforme las letras. No quería ser la primera en nada.

Me senté bruscamente sobre el suave sofá. Hasta que sentimos que el barco estaba estacionándose para comenzar a bajar.

El líder se colocó en medio cuando sentimos el poder del freno. Nos tambaleamos un poco, y hubo risas incluso por eso. Todos fueron como corderos a colocarse a un lado del líder.

  —Es hora, despídanse de sus familiares —Señaló, pero ciertamente pocos lo hicieron.

Mi madre me tomó por las muñecas, obligándome a verle la cara. Estaba demasiado cabreada para mirarla a los ojos.

 —Escúchame, Maya, entiende que esto es tu futuro —Me habló muy de cerca y despacio—, piensa en ti, y en nadie más.

Me soltó, casi empujándome para ir detrás de los demás, diciéndome adiós con la mano mientras se alejaba con los restantes que iban a regresar en otro barco.

La miré partir, queriendo decirle lo mucho que apreciaba su sacrificio, lo mucho que la admiraba y quería; pero en ese momento, mi enojo pudo más, y solo me di media vuelta para ignorar su adiós.

Quizá mi orgullo me haría arrepentirme si no la veía de nuevo, pero en ese momento me importo un comino.

El líder vio cuando nuestros padres se fueron, y nos dirigió de nuevo la mirada.

  —Los llamaré por letra y quiero que hagan una fila —Levantó la mano para mostrarnos donde quería la línea, y después de que la mujer le diera la lista, este la movió para plegarla.

Vi su mirada, y supe que me había ganado de enemigo al líder, lo peor es que todavía no iniciaba el programa.

  —Sujeto A, da un paso enfrente —Cuando lo mencionó, giré los ojos, dando un paso al frente cuando todos los ojos estaban viéndome.

  —Sujeto B —El hijo del acalde se colocó a mi lado, y sentí ganas de golpearlo, quizá él no tenía la culpa de las cosas que cometía su padre, pero si podía hacer pagar a alguien, seria a él—, sujeto C —Un chico de ojos rasgados tímidamente se colocó al lado del chico rubio.

   —Sujeto D —Una chica morena y cabello corto, dio un paso al frente, metiendo sus manos a la chaqueta—, sujeto E —La bonita hija del jefe, alta y delgada, sintiéndose la maravilla del barco.

   —Sujeto E —Un chica de estatura baja, pero con cara de matona, dio un salto al frente—, Sujeto G —Un chico demasiado alto, fornido y con el ceño de ser un tonto, se colocó a un lado.

  —Sujeto H —Un chico con porte de presumido, dando un chasquido de lengua mientras avanzaba—, sujeto I —un chico con aspecto raro, como si consumiera drogas.

  El líder vio a la única persona que quedaba fuera de la fila, y todos lo hicimos. Era una niña.

   —Y sujeto J —la niña apenas parecía entrar a la edad requerida, parecía miedosa—, mírense entre todos, porque serán las únicas personas que verán estos seis meses próximos, y espero por el bien de todos, que se lleven muy bien.

No me digné a mirar a nadie, de todas formas no me valía la pena. Y yo muy raramente me encariñaba con las personas.  

   —Aquí vale mucho el compañerismo, la unión, la lealtad —enumeró, marcando cada uno de sus dedos—, no quiero superioridad, no quiero arrogancia —Me miró.

  —¿Cuándo comenzamos con esta mierda? —inquirió la chica morena, haciendo un gesto de molestia.

El jefe levantó un dedo, mirándola con atención.

  —Eso, sujeto D, es lo que acabamos de hacer —respondió con una media sonrisa—, a partir de aquí, cualquier gesto, palabra o acción, cuenta —Le guiñó.

 

 

Una mujer alta y bien vestida nos miró cuando entró.

  —Síganme —Levantó una mano, y en fila, la seguimos hasta bajar del barco; metiéndonos a una especie de jungla.

Sentí el calor cuando pasamos la costa, pero hizo más fresco cuando entramos al bosque. La sorpresa sonó en mi espalda, parecían sorprendidos por la limpieza, la belleza del lugar. No había basura, el agua estaba limpia, y todo olía fresco.

Nos acercamos a una cabaña; en donde pudimos ver un reluciente lago junto, que hacia ruido con una sorpréndete cascada.

Esto solo lo había visto una vez, en las revistas viejas que guardaba el padre de Theodor bajo el retrete.

  —Díganme que podemos nadar ahí —mofó alguien detrás.

  —Dudo que sepan —respondió la mujer frente a mí.

Subimos los escalones de madera, haciendo que crujieran con nuestro peso. Y la sorpresa, como si fuera poca, se engrandeció cuando entramos. Estaba demasiado grande, había sofás por todos lados, escaleras que llevaban al segundo nivel, una chimenea encendida, un espacio en donde había donde preparar los alimentos.

Pude ver cabezas de animales colgadas en las paredes, una vista sorpréndete hacia el lago.




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