Aislados

C8: Trabajo en equipo

MAYA

 

 

Al día siguiente la alarma sonó demasiado fuerte. Varios pegaron un brinco en la cama cuando esta nos despertó.

  —¿Qué mierda? —escuché maldecir a Pierce, que se levantó para ver de dónde provenía el ruido.

Todos estaban asustados por la impresión.

  —¡Tienen cinco minutos para estar en el jardín! —Escuchamos la voz del líder, y todos compartimos miradas—, ¡el que no esté aquí, queda fuera!

De inmediato todos quitaron las frazadas, moviendo sus traseros fuera de la cama, cambiándose como podían, apenas logrando entrar al baño para limpiar nuestros dientes y orinar. Bajé dando zancadas, amarrando mi cabello mientras mis pasos se aceleraban. Todos, uno tras otro, casi tropezando por las escaleras mientras escuchábamos contar al líder hasta diez.

Entre jadeos y empujones, indivisos, nos colocamos en una fila frente a él. Que nos miró, uno a uno, negando mientras caminaba con las manos hacia atrás.

  —Siempre deben de estar preparados —aclaró, señalándonos con autoridad—, no saben si lo que sonará será una alarma que avisa un tsunami. No pueden dormirse sin pensar en absolutamente nada.

Jeff bostezó con mucho ímpetu, porque todos lo miramos. Incluso un sonido salió de sus labios.

  —Lo siento —dijo pero en un tono de burla.

El líder se acercó a él, mirando de frente. Y levantando el brazo con rapidez, que de un golpe lo tiró al suelo. Todos se sobresaltaron por el acto tan imprevisto.

  —¿Le parece gracioso sujeto H? —Le preguntó cuándo estaba en el suelo, tomando su nariz que ahora sangraba—. ¿Le parece gracioso que todos estén desaliñados y sin preparación? porque a mí me da pena.

Vi a todos mirar el suelo ante la reprenda.

  —He tenido grupos de sujetos mucho más jóvenes, y son más comprometidos —Nos volvió a levantar con el dedo—, ustedes son patéticos.

Yo sabía qué estaba haciendo, mi madre lo usaba. Hablarnos y tratarnos de tontos para querer ser lo contrario; hacernos sentir miserables para ponernos a pensar que sí lo somos, y analizar que no queremos serlo.

Pero, eso muchas veces nos hacía creer que sí lo éramos. Solo giré los ojos.

  —Armaré grupos de tres, y los distribuiré en el bosque, esta noche se acerca una tormenta y deben arma una protección para no acabar con un resfriado —Nos explicó—, El sujeto H queda fuera de la prueba, por incompetente.  Los demás vayan a  desayunar algo, que el día es muy largo.

Caminas dentro de la cabaña. Y pudimos escuchar a Jeff rogándole al líder.

Dylan preparó huevos para todos, y nos llenamos de pan. No sabíamos cuánto tiempo estaríamos fuera, y quería no tener que buscar algo. Aunque un día yo creía que todos podíamos aguantar sin comer, porque estábamos más que acostumbrados a ello.

No nos dejaron llevar nada, solo nuestro trasero inútil. Y cuando todos estuvimos en fila, menos Jeff. El líder nos observó directamente.

  —A y B se llevaran a J —anunció, y miré a Tobías con desprecio—. C y D se llevarán a F —declaró.

Jai, Jennie y Natt se unieron.

  —E y G se llevarán a H —dijo, y vimos a la princesa dar un paso al frente, con un ceño de desacuerdo cuando miró a Dylan y Pierce colocarse a su lado—, romperemos la barrera para salir y la volveremos a cerrar para que nadie quiera refugiarse dentro.

Lo seguimos cuando nos lo indicó, y no pude apreciar cuando la barrera no estaba, lo vi del mismo tono. Nos adentramos al bosque, sintiendo el clima húmedo, escuchando los mosquitos acecharnos.

   —En esta parte se quedará el primer equipo —afirmó cuando caminamos por un tiempo—, hay una mochila con lo que necesitaran.

Nos detuvimos, cuando los vimos marcharse. Pegué un bufido, mirando la mochila recargada en un árbol.

   —Deberíamos apresurarnos, lloverá —dijo Tobías, caminando hacia la mochila, y detrás la niña.

Giré los ojos, caminando con las manos dentro de mis bolsas, viendo con detención lo que Tobías quería hacer. Sacó una cuerda, un encendedor, una lona doblada en cuatro partes, y una especie de mazo.

   —Es sencillo armar una —añadió Mary, tomando la lona y desplegándola en el suelo—, necesitaremos algunos trozos de madera para clavarlos en la tierra.

 Tobías sonrió, mirándola.

   —¿Tienes experiencia en ello? —quiso saber.

Mary asintió, sin quitar los ojos de la lona, que en realidad era pequeña.

   —Esto no nos cubrirá a los tres —mofé.

Mary frunció el ceño, y Tobías miró la lona.

   —De eso se trata, supongo, trabajo en equipo —Me aclaró—, tendremos que buscar el modo de que todos nos cubramos.

Mary me miró, asintiendo.

No dije nada, me crucé de brazos. Y analicé todos sus movimientos. Tobías estaba buscando la madera mientras la niña buscaba un lugar donde la tierra no esté muy blanda.




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