Al borde del colapso.

Duele

A veces me pregunto por qué mi dolor no es válido, por qué las personas que me rodean no pueden ver que lo que siento es real, que no es un capricho, una exageración o una manera de llamar la atención.

Me duele hasta los huesos, pero cuando trato de expresarlo, lo que recibo son palabras vacías, comparaciones injustas, como si el dolor tuviera que ser un concurso donde sólo las heridas visibles cuentan.

Siempre me dicen: "Todo el mundo tiene problemas, no por eso están llamando la atención como vos". Y esa frase me atraviesa.

No entiendo por qué mi sufrimiento no se considera legítimo.

¿Qué tan jodida tengo que estar para que me crean?

¿Tengo que tocar fondo, perderlo todo, para que alguien se dé cuenta de que necesito ayuda?

¿Qué tan rota debo estar para que mi tristeza sea tomada en serio?

Me hablan como si el hecho de que otros también sufran invalide mi propio dolor, como si la única forma de que me escuchen fuera estar peor que los demás. Pero no funciona así. Cada quien carga su propio peso, y el mío, aunque no lo vean, es demasiado.

Estan debastador que solo quiero ponerle fin.

Solo se empeñan con la idea de que solo debo ser fuerte, que las emociones negativas son pasajeras, que la tristeza es una etapa que simplemente tenemos que superar.

Pero ¿qué pasa cuando esa tristeza no se va?

¿Qué pasa cuando es un compañero diario que te susurra al oído que no es necesario que esté con vida?

Me repiten que tengo todo para ser feliz: un techo, comida, personas que me quieren.

¿Y eso qué?

El hecho de tener lo básico no significa que no pueda sentirme mal. No significa que esté a salvo de los demonios que me arrastran a la oscuridad.

Parece que, para ellos, tener una vida aparentemente “completa” es razón suficiente para no sentir nada. Pero no es tan simple.

No es cuestión de tener o no tener.

La tristeza no se mide por la cantidad de bienes materiales o por la cantidad de amigos que uno tenga. La tristeza es una sombra que te sigue y no se va, no importa cuánto brille el sol. Y cuando hablo de ella, cuando intento explicar cómo me siento, soy tachada de dramática, de débil, de querer llamar la atención.

Es frustrante que, en lugar de encontrar comprensión o apoyo, lo que recibo son comparaciones: “Mira a tal persona, tiene más problemas y no se queja”.

Como si compararse con el sufrimiento de los demás fuera la solución, como si el dolor de otros minimizara el mío. Pero no funciona así. Cada quien siente a su manera, cada quien lucha sus propias batallas, y la mía es silenciosa, pero real.

Estoy cansada de que invaliden lo que siento.

Estoy cansada de tener que justificar mi dolor,

como si necesitara una razón para estar mal. No quiero tener que demostrar que estoy lo suficientemente herida para que me tomen en serio. No quiero que me sigan diciendo que es solo una etapa, porque para mí, esto es más profundo que una simple tristeza pasajera.

Me pregunto qué tiene que pasar para que me tomen en serio.

Es como si mis palabras rebotaran contra una pared invisible, sin importar cuánto intente explicarme. Llega un punto en el que me pregunto si la única forma de que realmente vean lo que estoy viviendo es haciéndome daño físicamente.

Pero entonces pienso en las consecuencias, y sé que sería inmediatamente tachada de insensible, de no haber pensado en ellos que dicen amarme.

Me imagino el reproche, la decepción en sus rostros si llegara a lastimarme. Dirían que no consideré lo que les haría sentir, que soy egoísta por siquiera pensar en hacer algo así.

Me acusarían de cobarde, de querer tomar el camino fácil, de no enfrentar las cosas "como debería". Me lo repiten una y otra vez, como si no lo entendiera, como si no supiera lo que significa tener que seguir aquí, día tras día, soportando este peso.

Pero, ¿qué se supone que haga entonces?

No me toman en serio cuando hablo, cuando trato de explicarles que necesito ayuda urgentemente.

Mi dolor solo es válido si lo ven en mi piel, si lo tocan, si lo palpan de alguna manera tangible. Me dicen que me comprenden, que saben lo que siento, pero no es así. No entienden lo que es vivir con esta sensación constante de vacío, esta necesidad de ser escuchada y amada.

Si hablo de lo que me pasa, me minimizan. "No es para tanto", dicen, "todo va a mejorar", como si esas palabras mágicamente borraran lo que siento por dentro.

Pero si llegara al extremo de lastimarme, me condenarían por ello.

Me llamarían ignorante, como si no supiera lo que estoy haciendo, como si no entendiera el impacto que tendría. Me pintarían como alguien que solo busca atención, que no piensa en los demás. Y entonces:

¿Quién se preocuparía por lo que siento realmente?

¿Quién vería más allá del acto y entendería el dolor que lo motivó?

Me siento atrapada en una contradicción cruel. Si me mantengo en silencio, sigo siendo invisible. Si hablo, me desestiman.

Y si llegara a hacer algo drástico, no me tomarían en serio de la manera que realmente necesito. En lugar de escuchar mi dolor, lo convertirían en su propio problema, en su propia decepción.

Sería yo la insensible, la cobarde, la egoísta.

Entonces, ¿qué hago?

¿Cómo hago para que me tomen en serio sin tener que llegar a un punto donde ya no hay vuelta atrás?

Estoy tan asfixiada de tener que explicarme una y otra vez, de sentir que mis palabras no tienen peso hasta que haga algo que choque, algo que despierte una reacción. Pero no quiero llegar a ese extremo. No quiero ser reducida a una acción desesperada para que finalmente me escuchen.

Lo que quiero, lo que necesito, es que me escuchen antes de que tenga que gritar para que lo hagan.

Que comprendan que el dolor no siempre tiene que verse para ser real.

¿Alguna vez me tomarán en serio sin tener que lastimarme?




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