Al borde del colapso.

Miedo

Me aterra la idea de hablar con una persona nueva. Es como si todo mi cuerpo se congelara ante la posibilidad de tener que abrir la boca y dejar salir palabras que, en mi cabeza, ya suenan torpes y sin sentido.

Me pongo a pensar en todas las posibles reacciones, en cómo la otra persona me va a juzgar, en si se va a dar cuenta de que estoy nerviosa o de que no sé qué decir. A veces, simplemente no tengo las ganas ni la energía para hablar con nadie, ni siquiera con mi propia familia.

Es extraño, porque los quiero, pero no encuentro las palabras, ni la fuerza para entablar una conversación. El silencio, por mucho que pese, me resulta más cómodo que la idea de tener que forzar una sonrisa o una charla vacía.

Y ni hablar de los eventos donde hay mucha gente.

Solo pensar en eso me causa un nudo en el estómago.

La idea de estar rodeada de personas, de tener que interactuar, de tener que ser “normal” por unas horas, me asfixia.

Cuando ocurre una de esas situaciones, mi primera reacción es buscar una excusa. Siempre intento inventar un dolor o un malestar, algo que me permita evitar la situación sin levantar sospechas.

Algo me dice que no tengo que ir, que no es necesario, y esa voz dentro de mí es tan fuerte que la mayoría de las veces le hago caso. Porque, sinceramente, no sé cómo enfrentar ese miedo. No sé cómo ser esa persona que se mueve en esos espacios como si todo fuera fácil.

Es como si hubiera una barrera invisible que me separa del resto, una pared que no sé cómo derribar. Y aunque me esfuerzo, aunque intento decirme que todo estará bien, en el fondo siempre hay una parte de mí que está aterrada.

El miedo a lo que los demás puedan pensar, a lo que puedan decir de mí, es tan fuerte que prefiero no arriesgarme. Me quedo al margen, observando desde lejos, en lugar de ponerme en el centro de la situación.

Otro miedo que me consume es la idea de que alguien conocido encuentre lo que escribo. La escritura es mi refugio, el único lugar donde puedo ser completamente honesta conmigo misma. Pero al mismo tiempo, es algo que me da miedo exponer.

La idea de que alguien cercano, un amigo o un familiar, lea mis pensamientos más profundos y se burle de mí, me paraliza. No podría soportarlo. Ya me siento lo suficientemente insegura, y si alguien se burlara de lo que siento, de lo que escribo, sería devastador.

A veces pienso que es mejor guardar todo para mí, dejar que los pensamientos se queden en mi cabeza y no arriesgarme a compartirlos.

Pero sino escribo siento que voy a morir, sacar todo lo que no puedo decir en voz alta, todo lo que me aterra y que no soy capaz de explicar cara a cara. Sin embargo, el miedo sigue ahí. El miedo a ser descubierta, a que alguien me vea de verdad y no le guste lo que encuentre.

Al final, ese miedo a la burla, al juicio, a no encajar, me mantiene encerrada en mi propio mundo, donde a veces el silencio y la soledad son más soportables que el riesgo de ser vulnerable frente a los demás.




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