Al ritmo del corazón

Capitulo 1

El campamento se ubicaba en una zona alejada de la ciudad, rodeado de árboles y con un riachuelo cercano cuyo murmullo constante proporcionaba una tranquilidad que contrastaba con la energía de los campistas. Desde su llegada, Clara se había mantenido al margen, evitando involucrarse demasiado con los otros campistas. Pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo bajo un gran árbol o paseando sola por los senderos, disfrutando de la paz que el lugar le ofrecía. Aquella noche, Clara se dejó caer en su cama, agotada después de un largo día de actividades. Había sido un día especialmente fatigante: entre los juegos, las dinámicas de grupo y las interminables charlas, sentía que cada músculo de su cuerpo gritaba por un respiro.

 

Mientras se cambiaba a su pijama, comenzó a hacer una lista mental de todas las cosas que debía llevar para la excursión del día siguiente. —Botella de agua, gorra, protector solar... —murmuró para sí misma—. No puedo olvidar el repelente de insectos. Una vez que tuvo todo organizado en su mente, Clara se metió bajo las sábanas y trató de relajarse, dejando que el murmullo del riachuelo cercano y los sonidos nocturnos del campamento la ayudaran a conciliar el sueño.

 

El viaje hacia el río al día siguiente fue tranquilo. Clara se sentó junto a la ventana del autobús, observando el paisaje que pasaba rápidamente. Las montañas, los árboles y el cielo despejado ofrecían una vista que, por un momento, logró calmar su mente. Al llegar al río, los campistas se dividieron en grupos para las actividades acuáticas. Clara se sentía un poco fuera de lugar, pero decidió seguir adelante con la excursión. Pronto se encontró en la orilla del río, contemplando los pequeños botes que estaban alineados y listos para ser utilizados.

 

—¿Puedo sentarme? —preguntó una voz desconocida. Clara levantó la vista y vio a un joven con una camiseta negra que tenía el logo de Metallica. Asintió, un poco sorprendida.

 

—Claro —respondió ella, tratando de ocultar su nerviosismo. Él se sentó a su lado. Durante unos momentos, ambos permanecieron en silencio, disfrutando de la calma del río y el suave murmullo del agua.

 

—Es un lugar bonito, ¿no? —dijo él finalmente, rompiendo el silencio.

 

—Sí, lo es —respondió Clara, sintiéndose un poco incómoda.

 

—Te he visto mucho por aquí, siempre con un libro en la mano —continuó él, mirando el cielo—. ¿Qué lees?

 

Clara sonrió ligeramente. —De todo un poco. Me gustan las historias que me llevan a otros lugares, que me hacen soñar.

 

Él asintió, como si comprendiera perfectamente. —Yo también sueño mucho. Pero mis sueños están en la música. Cada vez que toco, es como si pudiera escapar a otro mundo.

 

Clara se limitó a observar el paisaje, intentando ignorar su presencia. Sin embargo, él no dejó que el silencio los envolviera.

 

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, rompiendo la quietud.

 

—Clara —respondió ella de forma cortante.

 

—¿Con quién viniste al campamento?

 

—Sola —dijo, sin querer entrar en detalles.

 

Él sonrió, ignorando su tono seco. —¿Tienes pareja de baile para esta noche?

 

—No sé bailar.

 

Él soltó una risa suave. —Eso se puede arreglar. ¿Te gustaría intentarlo conmigo?

 

Clara negó con la cabeza. —No.

 

Pero él no se desanimó. Continuó haciéndole preguntas, intentando conocerla mejor. Para sorpresa de Clara, su persistencia no era molesta; había algo en su manera de hablar que la intrigaba, aunque no quisiera admitirlo.

 

La noche llegó y con ella el baile bajo las estrellas. Clara intentó mantenerse alejada, pero no pudo evitar sentirse observada. El joven la miraba desde el otro lado del salón improvisado, lo que la ponía nerviosa. Finalmente, se acercó a ella con una sonrisa confiada.

 

—¿Bailas conmigo? —preguntó, extendiendo la mano.

 

Clara lo miró con incredulidad. —Te dije que no sé bailar.

 

—No importa —insistió él—. Te enseñaré.

 

Clara suspiró y miró alrededor. Su madre siempre le había dicho que debía evitar situaciones embarazosas, pero había algo en la forma en que él la miraba que la hacía sentir que debía intentarlo. Con reticencia, Clara aceptó. No pasó mucho tiempo antes de que sus peores temores se hicieran realidad: le pisó los pies varias veces, y su torpeza resultó en risas incómodas. Sin embargo, él la sostuvo con paciencia, tratando de guiar sus movimientos.

 

—Relájate —dijo en un momento, apretando suavemente su mano—. No tienes que ser perfecta.

 

Pero Clara no pudo relajarse. Cada paso en falso aumentaba su frustración, y finalmente, él la soltó para invitar a otra persona a bailar. Clara se retiró a un rincón, sintiéndose humillada. Observó cómo él se desenvolvía con gracia con su nueva pareja, deseando desaparecer.

 

El resto de la noche pasó en un borrón de emociones confusas. Clara se sentía dividida entre la rabia por haber sido expuesta de esa manera y la inexplicable atracción que sentía hacia él. Al día siguiente, Clara intentó evitarlo, pero parecía que el destino tenía otros planes.

 

Durante el desayuno, él se sentó a su lado nuevamente, sin pedir permiso esta vez. Clara trató de concentrarse en su plato, pero no podía evitar sentir su mirada.

 

—No tienes por qué evitarme —dijo él suavemente—. No soy tan malo, ¿sabes?

 

Clara levantó la vista y lo miró a los ojos por primera vez desde el baile. Había algo en su mirada que la desarmaba, pero no estaba lista para dejarse llevar.

 

—No te estoy evitando —mintió ella, aunque ambos sabían que no era cierto.

 

—Lo que sea que digas —dijo él con una sonrisa—. ¿Te gustaría hacer una caminata después del desayuno?




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