Alas

FOTOGRAFÍA

Salió del baño cubierto en bata y se sentó al borde de la cama para observarla vestirse. Carlotta se colocaba la camisa y entonces él se acercó para ayudarla a acomodarse el cabello mientras continuaba observándola a través del espejo.

Era tan hermosa que no tenía necesidad alguna de retocarse. Sin el mínimo esfuerzo era capaz de verse fabulosa y radiante.

— Ali

— ¿Ali?

— A partir de ahora y para siempre serás mi hermosa Ali.

— Mh… Es verdad —dijo volteando a verlo con una sonrisa— Aunque no lo creas recuerdo muy bien lo que me dijiste anoche dentro del coche.

Acabada de vestirse empujó de nuevo a Renzo al borde de la cama. Él lo rodeó entre sus brazos mientras ella enterraba los dedos entre sus cabellos y le cubría los labios con tibios besos.

— ¿Qué significa? No me habrás apodado con el nombre de alguna exnovia. ¿o si?

— ¿Y si así fuera, Ali?

— Si así fuera no vuelvo a meterte jamás a mi cama.

— No soy estúpido para perder de ese modo el lugar que acabo de ganar junto a ti.

— Ajá… Mejor vamos a desayunar que me quedan exactamente 20 minutos para hacerlo. 10 para juntar mis cosas y salir, y otros 10 para intentar llegar puntual a mi primer día de trabajo.

Carlotta tomó de una mano a Renzo y lo condujo hasta el comedor de la cocina.

— Come todo lo que quieras, bebé. Debes alimentarte, no sea que te topes con una mujer en la fila del supermercado que te deje sin fuerzas por un ligero golpe. 

— ¿Ligero golpe, dices? Casi me arrancas todo el aire, Ali.

— Pues no deberías hablar del nombre de ninguna persona a sus espaldas.

— ¿Cómo iba a imaginarme yo que la señora Toledano de la que todos hablaban iba a encontrarse haciendo las compras en un supermercado del pueblo.

— Pues estuviste de suerte ese día, cosita linda.

— No me llames cosita linda.

— ¿Por qué no? Es lo que eres.

En medio de aquel ameno desayuno el teléfono de Carlotta comenzó a sonar. Sonó una vez, luego dos y hasta tres, y seguía sin contestar.

— ¿Por qué no contestas, Ali? No traes anillo de compromiso en el dedo y eso significa que no estás casada. ¿Es acaso tu novio quien llama?

— ¿Y si así fuera, pequeño?

— Solo contéstame que no me pondré mal por eso, y deja de tratarme como a un niño, que no lo. Soy hombre, Ali.

— Eso ya lo comprobé anoche, por lo tanto no tienes que decírmelo.

Ante las reiteradas insistencias de aquellas llamadas, a Carlotta no le quedó de otra que contestar. Se trataba de su padre Cosme Toledano de quien sabía que pondría todo su empeño para arruinarle con sermones aquel día.

— Solo quería evitarte escuchar a un ogro durante el desayuno, pero ahora lo conocerás.

Carlotta contestó finalmente.

— Una tarde, Carlotta. Apenas una tarde y comienzas a hacer de las tuyas. ¿Qué es eso de que llevaste a todo el personal de la sede a una fiesta anoche? ¿Es así como empezará todo? Ten mucho cuidado con cada cosa que hagas de ahora en adelante si en verdad valoras permanecer en el puesto que te he confiado. Sabes que estaré vigilando todos tus pasos.

Fue todo. Sin saludo, sin buenos días. Sin buenos deseos para todo lo que en la sede se vendría. Sobre el final, sin despedida. Antes de colgar, Cosme Toledano no hizo otra cosa que recordarle a su hija que ante cada cosa que hiciera la tendría en la mira.

Carlotta se puso de pie. Renzo lo siguió hasta el baño abrazándola desde atrás.

— Quedaste triste Ali. ¿Fue por la llamada de tu padre?

— No estoy triste. No podría volver a estarlo luego de haberte conocido, Fipo —contestó Carlotta volteando a abrazarlo con fuerza—

— ¿Fipo? 

— Mh… no te gusta que te llame pequeño y mucho menos bebé. ¿Crees que solo tú puedes crear un nombre para mí?

— Pues se oye bien. Me gusta.

— Y tú me gustas. Me gustas mucho en verdad. Me gusta besarte y tenerte entre mis brazos.

Renzo se prendió a sus labios con besos intensos y apasionados. Era tarde y se sentía corralada contra la pared. Mirando de reojos, Carlotta intentaba no ceder.

— Debo irme.

— Quédate, Ali. Eres la jefa, por lo tanto no importará que llegues un poco tarde.

— Eso no es así porque acabas de escuchar a mi padre.

— ¿Entonces nos veremos de nuevo esta noche?

— Sabes que si. Iré al bar luego de salir de trabajar. Luego volverás a quedarte aquí conmigo —le decía mientras se colocaba su abrigo— Renzo también se abrigó, pues afuera hacía en verdad mucho frío.

Abandonaron el apartamento y Carlotta dejó a Renzo en las cercanías de su casa. Posteriormente se marchó rumbo a la sede donde había llegado 10 minutos sobre la hora exacta.

— Buenos días Idara.




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