Alas

INSENSATEZ

Las 6 en punto de la mañana la alarma del despertador comenzó a sonar y las escasas ganas que tenía Carlotta de levantarse de la cama, entre los brazos de aquel chico se perdían robándole un pedazo de su alma cada nuevo día.

— Debo levantarme, Fipo.

— Bromeas Ali. Aún es muy temprano.

— No para mí. Si no empiezo a ser puntual desde hoy comenzará a irme muy mal en verdad —dijo apartando el brazo de Renzo que aún la envolvía—

Se dirigió al baño. Minutos más tarde regresó para alistarse.

— Si este será mi panorama juro que despertaré siempre a las 6 de la mañana solo para ver cuando te vistes, Ali —sonriendo decía Renzo quien ya no pudo continuar durmiendo—

Carlotta le devolvió la sonrisa a través del espejo, y mientras más Renzo la miraba, más difícil se le hacía decir lo que aquella mujer era para él. No era sencillo.

— Necesito que te pongas a pensar, bebé.

— Siempre me pongo a pensar. Lo estoy haciendo en estos momentos, preciosa.

— No me refiero al amor y a las ganas que sientes por mí.

— Eres demasiado vanidosa.

— Renzo, mi padre llegará a la ciudad en cualquier momento. ¿Y sabes lo que eso significa?

— No

— Debes ponerte a pensar en qué haremos para vernos como si no existiéramos para los demás —replicaba mientras Renzo solo continuaba observándola. ¿No dices nada?

— Che posso dire? (¿qué puedo decir)

— Lo que haremos.

— ¿Acaso tu padre vendrá a quedarse a tu apartamento?

— No, pero de todos modos será peligroso

— ¿Ali, si yo fuese un hombre con mucho dinero tu padre me aceptaría?

Carlotta negó con la cabeza.

— Mi padre no acepta a nadie, bebé. Esto no se trata de dinero. Toda la vida le molestó mi felicidad y mi alegría sin importar el motivo.

— ¿Eso por qué, Ali?

— No lo sé. Solo sé que desea convertirme en esclava de sus empresas. Si de él dependiera, me convertiría en aquello que tú pensabas de mí. ¿Qué decías? ¿Que era tan fea y amarga como mi nombre?

— Si… es exactamente lo que decía —contestó sonriendo acercándose a ella— Déjame acariciarte 5 minutos.

— Ni cinco segundos. Aléjate.

— No me digas no.

— Escucho tus ideas ¿Ya las tienes?

— Si digo lo único que se me ocurre, jefa, me avienta a la cabeza lo primero que encuentre.

— ¿Qué es? —le preguntó mientras él se alejaba y volvía a sentarse al borde de la cama—

— Hay un motel cerca de mi casa y es muy accesible. El costo se adecua a mis bolsillos, Ali.

— Voy a arrancarte la lengua Fiorenzo Ponte.

Carlotta le tiró una almohada a la cara, el peine que traía en su mano y un par de zapatos del suelo hasta que él la detuvo y la echó a la cama.

— Te odio. Te odio mucho.

— Eso no es cierto, jefa. ¿Por qué quieres pelear ahora si no vamos a follar?

— Suéltame… No volveré a llegar tarde a la sede por tu culpa.

— ¿Llegaba tarde por mi culpa, señora Toledano? Acabo de encontrar el primer defecto en usted.

— ¿A qué te refieres?

— Que de sus actos le echa la culpa siempre a los demás.

— ¿Mis actos?

— Sus actos, si. Busca pelear conmigo sabiendo que es incapaz de decirme que no. Sabiendo que desea arreglarlo solo haciendo el amor.

— No hago nada y no he hecho absolutamente nada está vez. No seas descarado.

— Tal vez tengas razón, Ali. Tu me haces querer sin hacer nada.

Renzo se impregnó a su boca y Carlotta sabía que corresponder un beso como ese podría ser el presagio de su fin, entonces lo empujó y se apartó

— Me has despeinado toda de vuelta —decía mirándose al espejo mientras él sonreía—

Tomó su bolsa y su abrigo y se dispuso a marcharse. 

— Prepárate el desayuno que quieras, bebé. Yo desayunaré en mi oficina. Escríbeme esta noche cuando llegas

— ¿Para que no me contestes y apagues de nuevo tu teléfono de mí, Ali?

— No haré eso, Fipo. Ya te pedí disculpas por eso —dijo frenando sus pasos y volteando a verlo lanzándole besos—

 

TELECOM (SEDE – BÉRGAMO)

Feliz por haber llegado con díez minutos de anticipación, Carlotta ingresó a la sede y llegó hasta la oficina de su asistente Idara, celebrando como todo un campeonato abrazándola.

— Lo logré, Idara. Llegué 10 minutos temprano. Después de todo no es tan complicado. Bueno, tal vez un poco —se dijo recordando a Renzo— 

— No lo es, jefa. Con el despertador y con una cargada taza de café caliente todo es posible.




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