El sonido de la banda de guerra me estremece y luego se desvanece de manera inmediata. Es como si el fluir de mi sangre hubiese nacido con ella, o más bien creo que sí tuve esa mismísima dicha.
Hoy decido escribir sobre algunos relatos de mi vida a través de estas notas; no todos, pero sí los que recuerdo y registré en mi diario terapéutico. Mientras me dispongo a empezar, escucho la marcha Marinos. No sé porque eriza mi piel, hace penetrar en mí el sentimiento de que soy una bandero feliz y que toco sin fin. Así que decido iniciar.
Soy Jhoana Chaidez, tengo 19 años, nací el 29 de mayo de 2003, en Culiacán, Sinaloa, México. Por bendición de Dios, creo, nací en un hospital muy especial, llamado ISSSTE; y digo especial, porque se encuentra justo enfrente de la novena zona militar. Este simple hecho significa mucho para mí y esto, porque mis primeros segundos en el mundo fueron frente a un cuartel de la milicia. Para mí, representa que los aires castrenses se depositaron en mi corazón y, sobre todo, en mi ser como un sello eterno.
Por el momento, soy estudiante de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación, una carrera universitaria fructífera que disfruto bastante, algo que nunca llegué a imaginar, ya que, sinceramente y en un principio, no era de mi mayor agrado. Pienso que mi carrera es una oportunidad excelente para todo aquel que ve más allá de lo ordinario. Siento que es una manera de abrir las puertas del éxito, porque si esto es lo que agrada a mí ser, ¿cómo voy a dejar de hacerlo?
Este mundo de familia, estudio, universidad y aprendizaje, lo comparto con otro en el que he aprendido a convivir: estoy bajo tratamiento psiquiátrico y homeopático. Fui diagnosticada con depresión en estado parcial con síntomas psicóticos, disfunción temporal anterior izquierda (un circuito-lesión cerebral) y trastorno psicótico que me ocasiona alucinaciones y delirios.
Mis experiencias con estos padecimientos son neutrales, así lo defino hoy. Al principio me costó mi alma entera, pero me adapté y sobreviví; me considero sobreviviente de mi propia historia. Hoy por hoy, más que nunca, aprendí a sobrellevarlo y actuar con resiliencia, pero aclaro, existen aún momentos de derrota.
Me gustaría contar un poco más de mi persona, antes de entrar a narrar, algunos sucesos particulares. Lo que menos me agrada de mi forma de vivir, es ser concebida por los demás como una persona débil, sin pericia e inocente. Me parte el corazón que me tengan en ese concepto que considero repugnante.
El autoconcepto que manejo es viéndome como una mujer uniformada, segura, grande y fuerte. Siendo honesta, me considero una mujer valiente y atrevida; no soy yo cuando tomo el camino común. Soy una mujer de guerra, de armas, sí, de armas tomar para la defensa del pueblo. Pero, me pregunto, ¿cuál es la realidad?, ¿acaso es la que siento o en la que me perciben? ¡Mera duda me invade!
Lo que más me agrada de mi vida es haberme encontrado con el mundo militar, llegó un momento que significó todo: mi refugio, mi futuro, mi escuela, mi familia, mi vida, mi amado, mis valores, mi persona, en definitiva, yo sí daría la vida por la Patria, porque es amor mismo, es lo máximo para mí. Cabe aclarar que no provengo de familia con algún miembro militar en ella. Inicialmente eso me hizo sentir lejana a mis principios; sin embargo, eso me convertiría en pionera. Y sin temor entono la arenga:
«Contaré la historia de una batalla feroz. El rugir de un cañón y las balas de un fusil. Una noche oscura que esperaba yo lo peor. Se acercó mi sombra y me dijo con temor. Han matado a todos solo quedamos los dos. Eso nada importa contesté con decisión. Así sean quinientos o mil. Podremos tú y yo. Mas de pronto un grito de muerte desgarro mi corazón. Al voltear y verlo una lagrima rodó. Era el de mi sombra que mi espalda protegió. Dijo amigo mío solo te pido un favor. Dile a mi padre que su ejemplo yo seguí. Dile a mi madre que yo nunca la olvidé. Dile a mi esposa que yo siempre le fui fiel. Dile a mi hermano que yo siempre fui el mejor. Eso es todo amigo ya me voy junto al Creador».
Esta porra militar es algo que llevo muy dentro, es más que una forma de levantar la moral, se trata de hacer memoria de los abatidos en combate.
Todas estas emociones me hacen sentir bien. Tanto que, aunque suene extraño, cuando me pongo frente a un espejo, siento un gran amor y digo sin parar ante mi imagen: «¡Qué hermosa estás!», pero eso sólo ocurre cuando soy yo misma. Hay otro lado de mí que finjo; ese lado tímido e ingenuo que, de forma inconsciente, es como una máquina programada por informáticos. Amo mi lado verdadero, todo lo que es contrario lo detesto; sin embargo, considero que tengo que aprender a vivir con ello. Me irrita, pero bueno…
Reconozco que soy un estuche de defectos de todo tipo. Me detengo a mencionar algunos: falta de disciplina, de seguridad, decisión y productividad. Por otra parte, mis cualidades son, sin alabarme ni sobrevalorarme: inteligente, estudiosa, dedicada, entusiasta, soñadora, amorosa. Me atrevo a decir que no me da vergüenza mostrar mis cualidades.
Para mí, lo más importante en mi vida es hacer del mundo un lugar mejor. Adoro inspirar y ayudar a los demás, eso llena y encanta a las almas vacías. Mi tiempo libre lo dedico precisamente a ello; a acciones que me permitan lograrlo como, escribir, leer, entrevistar escritores, hacer deporte, fomentar el amor patrio, entre muchas.
No quiero que esto suene a egoísmo. Por supuesto que me importan los otros, pero en el aspecto de tomar en cuenta sus necesidades. Me gusta estar allí para apoyarles, más no para dejarme influenciar por sus críticas destructivas. Mi mayor propósito con este relato es dejar un toque mágico en sus vidas al compartir mis sentimientos; los momentos de alegrías y tristezas. Soy muy consciente, y así lo deseo, de que estas letras pueden ayudar a muchas personas y además, que son valiosas por el mensaje que transmiten. Sin embargo, el hecho de decir esto no me quita docilidad y disposición a las correcciones fraternas, amo aprender de otros y enriquecerme.