Capitulo 2 Sentimientos prohibidos

Luciana

La conversación con Natalia me dejó pensativa. ¿Por qué no podía dejar atrás mi pasado? ¿Por qué seguía comparando a todos los hombres con Alexander? Mi memoria me transportó a aquellos días de preparatoria.

Cuando conocí por primera vez a Alexander, mi profesor de Arte, su presencia me impactó. Su porte elegante, su forma de hablar, su voz suave y gutural con un acento español marcado, su sonrisa de miel y esos intensos ojos azules me hipnotizaron. Me sentí atraída hacia él por una fuerza irresistible. Ahora lo sé con certeza: su mirada de cielo me cautivó por completo.

Me enamoré sin reservas, como una chiquilla hormonal en plena adolescencia. Pero nuestra relación estaba prohibida. Él era mi profesor; yo, su alumna. La diferencia de edad entre nosotros era significativa, y la presión social jamás vería de buena forma que un académico se involucrara sentimentalmente con su estudiante. Teníamos todo y a todos en contra.

A pesar de todo, nuestra conexión crecía. Alexander me veía de manera especial; me hizo sentir vista, escuchada, entendida. Me sacó de mi caparazón, y por primera vez en muchos años, no me sentí vulnerable al exponerme tal como era. Nuestras conversaciones después de clases se alargaban, robándonos momentos preciados. Nuestros debates sobre arte y vida se convirtieron en encuentros secretos, únicos y solo para ambos.

Pero el riesgo era grande. Si se descubría la relación ambigua que teníamos, perderíamos todo, y el más afectado, sería Alexander. La memoria me duele; la culpa, los arrepentimientos, la pena. Todavía siento el peso de aquellos días.

"Lucy, ¿todo bien?", Natalia me sacó de mis pensamientos.
Asentí, tratando de sonreír. "Sí, Naty, sólo pensando...en el pasado".
"El pasado que no cesa", dijo Natalia, su voz llena de comprensión. Solo me limité a sonreír amargamente con un asentimiento de cabeza.