Luciana
Después de un fin de semana melancólico, me encontré iniciando la semana renovada y fresca, concentrada en mis actividades laborales. El diseño del nuevo proyecto, un edificio de lujo en el corazón de Londres, requería mi atención total. Mi equipo y yo estábamos ansiosos por comenzar.
La carrera por el ascenso a vicepresidencia de la empresa estaba en marcha. Rumores sobre la retirada del actual vicepresidente habían encendido las conversaciones en los chat grupales.
Sabía que contaba con algunas ventajas. Mi trabajo en Desing Solutions UK había sido impecable, y mi éxito en varios contratos millonarios me habían posicionado como una de las favoritas.
Sin embargo, no estaba sola en la carrera. Mi colega Ryan Hampton, había estado trabajando en secreto y en conjunto con el gobierno en un proyecto innovador que podría impresionar a la junta directiva.
Y también estaba Emily Russell, la nueva adquisición de la empresa, contratada específicamente para competir por este puesto. Su experiencia en empresas de diseño de alta gama, la hacían una seria competidora.
En la sala de reuniones, me encontré con Ryan y Emily. La rivalidad era casi tangible.
"Casthelo, impresionante tu trabajo en el proyecto de London Risort, felicitaciones", dijo Ryan con una sonrisa.
"Pero creo que mi proyecto con el gobierno podría ser el que impulse a la empresa hacía el futuro." Puntualizó con tono firme y seguro.
Emily, también se unió a la conversación.
"La experiencia es importante, pero la innovación y la visión también lo son. Estoy segura de que mi enfoque podría ser el que la empresa necesita." Recalcó con una confianza admirable. Digna de una veterana con años de experiencia.
"Estoy segura de que todos tenemos nuestras fortalezas. Los directivos no la van a tener fácil, para elegir a uno de nosotros". Respondí, tratando de mantener la calma. "Ah, y Hampton, gracias, mi experiencia y resultados hablan por sí solos." Finalicé con una sonrisa profesional, antes de entrar a la junta, y ocupar mi asiento correspondiente. Ryan Hampton tenía esa costumbre de llamarnos por nuestros apellidos, cuando la empresa nos hacía competir en actividades de grupo y proyectos importantes. Una buena forma para delinear lo personal y laboral.
Me enfoqué en mi trabajo, consciente de la importancia de demostrar mi valía. La atmósfera se volvía cada vez más competitiva. La tensión en la oficina era palpable, y la carrera por el ascenso estaba en pleno apogeo.